A sus cinco años, Yajaira Sierra Sastre ya tenía decidido lo que quería ser cuando grande: astronauta. Antes quería ser bombera, pero una noche su padre la levantó de madrugada para ver el cielo estrellado en Arroyo. Eso le despertaría una curiosidad insaciable por el espacio. Treinta y siete años más tarde ya habría “ido a Marte” –bueno, casi– y estaría liderando dos proyectos de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, en inglés) para encontrar vida marciana y agua lunar.

El proceso no ha sido fácil, pero su sueño es más fuerte. Aun no es astronauta. Lo ha intentado tres veces. De lograrlo, sería la primera mujer boricua astronauta. Solo le antecede Joseph Michael “Joe” Acabá.

La pasión por su trabajo traspasa la pantalla. Busca inspirar a los jóvenes. Quiere dejarles saber que no hay sueños imposibles. En su tiempo libre, como voluntaria, les presta especial atención a las chicas. Busca que se animen a ser científicas.

El lanzamiento del cohete Falcon de la compañía aeronáutica SpaceX le emociona. Si todo sale bien, para el 2026 verá su trabajo partir al espacio. Y quizás, algún día, pueda cumplir su sueño y mirar la Tierra desde la atmósfera.

Junto al astronauta boricua Joseph Michael "Joe" Acabá.
Junto al astronauta boricua Joseph Michael "Joe" Acabá. (Facebook)

Desde Kindergarten

Su interés por la ciencia y por lo que había “allá arriba” nació desde muy pequeña. Dice que es la curiosidad que todos tenemos, que nacemos con un espíritu de querer explorar el mundo y sus alrededores. Pero a ella, eso le despertó un sentido aun mayor. Quería saber si había vida en otro planeta y sobre lo que acontecía “debajo del cielo azul”.

Sus comienzos en NASA iniciaron ese primer día en Kindergarten. Tenía la ilusión por ir a la escuela, por conocer, por aprender. Todo comenzó allí, asegura.

“Siempre he sido una fan de NASA. Desde que estaba en Kindergarten, tenía como 5 años, ya yo me estaba interesando en todo este tema de los viajes espaciales, de ir al espacio y ya lo comentaba a la familia, a los amigos de escuela: ‘Yo lo que quiero ser es astronauta’. Desde pequeñita lo escribía en diarios”, recuerda.

Luego, sus participaciones en ferias científicas, el tener que presentarle su proyecto a un jurado, le definieron todavía más su deseo de una carrera dedicada a las ciencias.

Estudió en Arroyo. Se crió en un pueblo golpeado por la pobreza. En 2000, el 70.7% de la población mayor de 18 años vivía bajo el nivel de pobreza. Para el 2018, se mantenía en 58%, según la Encuesta de la Comunidad del Censo de Estados Unidos. Eso no la detuvo.

Sierra Sastre fue a estudiar ingeniería civil al Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Duró un año. Se dio cuenta que eso no era lo que le gustaba. Se cambió a ingeniería química, pero terminó el bachillerato en química.

“Esos primeros años fueron muy difíciles. Tuve mis desafíos como estudiante, como muchos estudiantes, tratando de entender estas materias, de hacer un buen trabajo con los exámenes y lograr buenas notas, pero era muy difícil. Me gusta contarle esto a los estudiantes porque a veces ellos ven la trayectoria de uno y se creen que ha sido una muy lineal de solamente logros, pero yo he tenido desafíos y obstáculos que he tenido que vencer”, resalta.

En su carrera subgraduada comenzó a preguntarse cómo podía enseñar ciencias de una forma en que los estudiantes pudieran conectar con la materia, que les fuera interesante. Así que hizo la certificación de maestra. Y tras culminar sus estudios volvió a Arroyo a trabajar en su antigua escuela superior.

“Yo quería cambiar el mundo a través de la educación en las ciencias”, rememora y se le dibuja una sonrisa genuina.

“En Marte” por cuatro meses

Un verano fue aceptada para un internado dedicado a maestros en la Universidad Stanford. No hablaba muy bien el inglés, tampoco tenía mucho oído para ese idioma. Pero se lanzó. Fue su primera experiencia de investigación profesional. Ese fue el momento en el que decidió volver a ser científica.

Regresó a Puerto Rico y tomó cursos graduados en Salud Ambiental en la Escuela de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR y de Química en el Recinto de Río Piedras hasta que fue aceptada en la Universidad Cornell para hacer un doctorado en nanomateriales. Al terminar, trabajó dos años como científica en dos empresas pequeñas dedicadas al desarrollo de nanomateriales para diferentes tipos de industrias. Pero un pensamiento retumbaba en su cabeza.

“Ese sueño de astronauta de niña, que nunca se ha ido, ese sueño siempre ha estado ahí, siempre me visitaba en cada momento”, cuenta.

Así que comenzó a buscar oportunidades de investigación en el área de la exploración espacial. Y descubrió el programa financiado por NASA “Hawaii Space Exploration Analog and Simulation”: misiones simuladas en las que tripulaciones de seis científicos viven y trabajan en un hábitat que simula ser un lugar en el planeta Marte. Estuvo cuatro meses viviendo y trabajando como astronauta en una futura misión en Marte, pero desde el volcán Mauna Loa en Hawái.

“Una experiencia muy especial en mi carrera porque era ese sueño de astronauta. Aunque no estaba saliendo de la Tierra, estaba viviendo mi sueño de astronauta aquí”, asegura.

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“Sorpresas muy bonitas”

Todas esas experiencias le ayudaron a preparar el resumé que sometería para ser parte del Cuerpo de Candidatos a Astronautas de la NASA. Para ser astronauta en Estados Unidos necesitas la ciudadanía, una maestría en ciencias y tener experiencia profesional o como piloto de aviones. Ella tenía los tres. Solicitó en 2012 y 2016. Las dos veces estuvo en el grupo de precandidatos con “altas cualificaciones”. Un tremendo logro si tomamos en cuenta que en 2016 solicitaron unas 18,300 personas.

Este año volvió a solicitar y, si no la seleccionan, lo seguirá intentando.

“Todo eso lo que me ha demostrado es que hay que lanzarse y solicitar porque, si no solicitas, nunca vas a poder conocer si tenías la posibilidad de lograr ese ambicioso sueño”, reflexiona.

Pero sí ha habido victorias o “sorpresas muy bonitas”, como ella las describe. Y es que luego de años solicitando para trabajos en la NASA, de buscar oportunidades y programas, la boricua fue escogida como gerente de proyecto para dos misiones.

En uno, dirige un equipo encargado de desarrollar los materiales, la tecnología, para crear gomas resistentes y duraderas que puedan recorrer el suelo rocoso de Marte sin dañarse o romperse, como le están pasando a las ruedas del Curiosity, un astromóvil en suelo marciano. El “rover” –o el carrito– será enviado en 2026 y tendrá la misión de recoger muestras del suelo y colocarlas en un cohete de regreso a la Tierra donde serán analizadas para ver si hubo vida microbiana.

En el segundo proyecto estará realizando pruebas con otro “rover” que será enviado al polo sur de la Luna para la detección de agua.

“Tal vez no sea yo quien físicamente llegue a Marte, tal vez sea un niño o niña que nos esté escuchando [leyendo] en estos momentos, pero me llena de satisfacción poder contribuir a una serie de misiones que van a ayudar a crear ese camino para que en un futuro podamos enviar humanos a estos lugares tan distantes del planeta Tierra”, manifiesta.

Una niña de Arroyo en la NASA

Esa niña de Arroyo que hace 37 años les contaba a todos que quería ser astronauta ahora trabaja en una de las agencias espaciales más importantes del mundo. Para Sierra Sastre esto significa varias cosas.

“Número uno, significa que los sueños sí se pueden hacer realidad. Significa que sí podemos. Yo, de verdad, no me considero una persona o una boricua mejor que ‘fulano’ o ‘perencejo’. Yo soy una persona bien de pueblo, normal, que se ha tenido que esforzar. Le he metido mano para trabajar estos sueños, pero no es que sea una Albert Einstein. Soy una boricua común y corriente que decidió estudiar muchísimo y decidió ser perseverante y persistente en esta búsqueda de lograr estos sueños. Significa que podemos, no solo yo. Hay metas que se pueden alcanzar, se pueden lograr, lo que se necesita es perseverancia”, reconoce.

“Hay un factor bien inspirador. De la misma manera que esta agencia y las misiones espaciales me inspiraron cuando era niña, pues me siento privilegiada, honrada y con un gran sentido de responsabilidad para que esa niña de Arroyo que ahora trabaja en la agencia espacial continúe siendo un vehículo de inspiración para las próximas generaciones de científicos y profesionales de nuestra isla. Eso es parte de mi misión también, además de la misión a Marte, de mi trabajo, de mi carrera y de lo que será una carrera en NASA, poder inspirar a los chicos de que se puede soñar y de que no hay sueños imposibles”, añade.

“El comienzo de una nueva era”

Estando ya trabajando directamente con la NASA, el lanzamiento de la cápsula Dragon en el cohete Falcon de la compañía SpaceX programado para hoy –tras ser pospuesto por mal tiempo– la emociona.

Desde el 2011, específicamente desde el vuelo del transbordador Atlantis, la NASA no enviaba astronautas al espacio desde suelo norteamericano. Lo hacían desde el Soyuz, el vehículo ruso.

“Este es un momento histórico, muy emocionante, porque muchos lo consideran el comienzo de una nueva era en el campo de la exploración espacial y los vuelos espaciales”, indica.

La NASA inició un nuevo modelo para que compañías privadas ofrezcan sus servicios y vuelen a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional a un costo menor a lo que supuso el programa de transbordadores de Estados Unidos. El programa crearía algo así como taxis espaciales.

“Con esto se están abriendo las puertas del espacio para que personas como tú y como yo tengamos la oportunidad de viajar al espacio algún día. La idea es que los costos continúen bajando. Ojalá este sea solamente el inicio de una era en la cual los seres humanos puedan desarrollar una vida en el espacio, no tan solo en la Estación Espacial Internacional, también que podamos enviar seres humanos a la Luna que aprendan a vivir en ambientes extremos, que se puedan desarrollar tecnologías para esta industria espacial, pero que, a su vez, van a tener un impacto directo en la vida aquí en la Tierra”, prevé.

El debate ético sobre los costos de la exploración espacial continúa. Por ejemplo, el episodio “The Space Race” de la serie documental de Netflix “History 101” destaca que solo la construcción de la Estación Espacial Internacional costó $120 mil millones y que la pobreza a nivel mundial podría ser erradicada con $175 mil millones.

“Todo esto, toda la exploración, todo el descubrimiento, lo hacemos para el beneficio de todos. No solamente por ese sentido de curiosidad, por saber y contestar las preguntas de por qué y cómo llegamos aquí o cómo se creó este universo, es para el beneficio de todos”, afirma la puertorriqueña al citar el lema del NASA Glenn Research Center en Ohio, donde trabaja: “For the Benefit of All”.

La ciencia y la política

Sobre los beneficios que aporta la ciencia a la sociedad, la doctora destacó lo vivido por la pandemia del coronavirus y la importancia de los expertos a la hora de tomar decisiones.

Para esta científica, Puerto Rico cuenta con el recurso humano y el intelecto colectivo de poder contribuir a grandes descubrimientos. Esto, le llena de orgullo.

“Lo hemos visto durante estos días de la pandemia del Covid, cómo nuestros epidemiólogos de Villalba y hasta de mi pueblo de Arroyo. Hemos visto el rol del científico en la toma de decisiones, la necesidad que tenemos de involucrar científicos en la política pública. Yo entiendo que hay un potencial gigante, hay tantos científicos e ingenieros puertorriqueños trabajando en NASA, trabajando en tantos sitios, en la industria en Puerto Rico, como profesores, como maestros, hay mucha capacidad y un poder colectivo increíble para, realmente, contribuir a hacer de este mundo un mundo mejor, a través del desarrollo de tecnología o la adquisición de conocimiento”, atestigua.

Empoderamiento femenino

En su tiempo libre, Sierra Sastre siempre ha estado involucrada en actividades de alcance educativo como voluntaria. Uno de ellos es Project Possum, una organización enfocada en la astronáutica y en crear oportunidades de investigación e inmersión.

Como si fuera poco, en enero comenzó a fungir como presidenta de Possum 13, una iniciativa creada por 13 mujeres profesionales en aeroespacial.

“Estas mujeres quieren servir de modelos a seguir, especialmente para comunidades no representadas en la ciencia como son los estudiantes, jóvenes e internacionales. Nuestro deseo es aumentar la representación de las mujeres en las áreas de las ciencias y la ingeniería aeroespacial”, explica.

Este proyecto fue inspirado en las Mercury 13, un grupo de 13 mujeres pilotos que, para la época del programa de la NASA con el mismo nombre, rindieron resultados mucho mejores en los exámenes fisiológicos que le realizaron a los astronautas varones pertenecientes a la misión. Pero esto fue un proyecto financiado de forma privada por lo que se disolvió. Para ese tiempo no existían muchas oportunidades para que las mujeres pudieran ser astronautas, detalla.

Uno de los proyectos de las Possum 13 consiste en pedirle a jóvenes de 13 a 17 años que sometan una propuesta con una idea de un experimento que se pueda realizar en un vuelo parabólico, de microgravedad, que se realiza en un avión que tras hacer unas maniobras se experimentan unos 30 segundos sin gravedad.

“Le damos la oportunidad a estas chicas de experimentar lo que experimenta un astronauta”, dice.

Como quieren desarrollar el liderazgo femenino, uno de los requisitos es que los equipos –que pueden ser mixtos de cualquier identidad de género– sean capitaneados por una chica.

“No se pongan límites”

Sierra Sastre animó a los jóvenes que quieran trabajar algún día en la NASA a concentrarse en lo que les apasiona ya que la agencia ofrece oportunidades para diversas áreas como economía, medicina, sicología, finanzas, entre otras.

“No se pongan límites ustedes mismos. Muchas veces los límites los creamos nosotros. Decimos: ‘Yo no puedo hacer eso. No vale la pena solicitar a un programa. No vale la pena tratar porque van a escoger a otro o eso es muy difícil’. Yo les diría que traten de quitar esos obstáculos que nos ponemos a nosotros mismos y que traten de seguir su sueño, no importa cuál sea, que traten y sigan tratando de lograr un sueño y trabajen por ese sueño. Mi mamá me decía que las oportunidades no necesariamente bajan del cielo como la lluvia, las oportunidades muchas veces hay que crearlas, hay que buscarlas. Que seamos proactivas en buscar oportunidades, en contarles a otros sus sueños porque yo nunca me he callado la boca, yo le cuento a todos cuáles son mis sueños, cuáles son mis metas, cuáles son mis intereses y de esa manera las personas en el área profesional te ven, te escuchan, ven tu pasión, tu ánimo, tu interés, tu energía por contribuir y eso abre puertas”.

La pasión de Yajaira Sierra Sastre la llevó de Arroyo a la NASA, quizá, algún día la lleve al espacio.