El espacio volvió a sorprender a la comunidad científica. Esta vez, el protagonista es el cometa 3I/ATLAS, un cuerpo celeste que está atravesando nuestro entorno solar con un comportamiento tan atípico que ha desconcertado incluso a los astrónomos más experimentados.

Descubierto el pasado 1 de julio por la red de alerta ATLAS en Chile, este cometa es apenas el tercer objeto interestelar confirmado que visita nuestro sistema, después de los célebres ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019). Lo que lo hace especial a este cuerpo celeste más allá de su origen, es la velocidad con la que aumentó su brillo mientras se acercaba al sol.

Relacionadas

Según los estudios más recientes difundidos por la DW, el 3I/ATLAS se ha iluminado 7.5 veces más rápido que un cometa típico, un fenómeno que los científicos aún no logran explicar del todo. A finales de octubre, cuando pasó más cerca del Sol (se le llama “perihelio”), el cometa pareció encenderse de golpe, brillando con una intensidad que no encaja con lo que normalmente ocurre con los cometas.

Un misterio detrás del Sol

Durante la mayor parte de octubre, el 3I/ATLAS estuvo oculto tras el Sol, fuera del alcance de los telescopios terrestres. Aún así, un grupo de astrónomos encontró la manera de seguirle la pista a este cometa.

El investigador Qicheng Zhang, del Observatorio Lowell, y el astrofísico Karl Battams, del Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos, recurrieron a satélites de observación solar —entre ellos STEREO-A, SOHO y GOES-19— para estudiar su evolución en tiempo real.

Descubrieron que el brillo del cometa no solo aumentaba conforme se acercaba al Sol, sino que lo hacía al doble de la velocidad esperada. En términos técnicos, su luminosidad crecía en proporción a la distancia heliocéntrica elevada a la potencia 7.5, una cifra que lo sitúa fuera de los patrones conocidos.

“La razón del rápido aumento de brillo de este cometa sigue sin estar clara”, afirman Zhang y Battams en un artículo publicado en el repositorio de prepublicaciones científicas arXiv, aún pendiente de revisión por pares.

En los cometas comunes, el brillo aumenta lentamente a medida que el calor solar derrite el hielo y lo convierte en gas, formando una estela luminosa. Pero en el caso del 3I/ATLAS, la velocidad del proceso indica que algo más está ocurriendo bajo su superficie.

El brillo es azul

Según las imágenes obtenidas por los satélites, el cometa brilla con un tono azul intenso que lo diferencia del color dorado habitual de otros cuerpos celestes que reflejan la luz solar. Para los astrónomos, esto significa que su luminosidad también proviene de gases que todo el tiempo está liberando el cometa y no solo del polvo.

En observaciones anteriores, el polvo del 3I/ATLAS tenía un tono rojizo, lo que sugiere que su superficie está cambiando con rapidez. El paso a un azul brillante podría deberse a la liberación de compuestos como el cianógeno o el amoníaco, que al sublimarse (pasar directamente del estado sólido al gaseoso), emiten ese tipo de luz fría.

Los datos del satélite GOES-19 detectaron que el cometa está rodeado por una gran nube de gas y polvo, algo así como una “atmósfera” que se forma cuando se calienta al acercarse al Sol. Esa nube (a la que los astrónomos llaman coma) mostró que el cometa estaba muy activo. Durante su punto más cercano al Sol, su brillo fue tal que incluso pudo verse con telescopios de aficionados.

Lo que más sorprende a los astrónomos es que el cometa sigue soltando dióxido de carbono incluso cuando ya debería estar liberando principalmente vapor de agua. Eso hace pensar que su interior podría ser muy diferente al de los cometas típicos de nuestro sistema solar.

Cicatrices cósmicas

Otro estudio, basado en observaciones del telescopio espacial James Webb, sugiere que la superficie del 3I/ATLAS ha sido alterada por rayos cósmicos durante miles de millones de años.

Según el científico Romain Maggiolo, del Real Instituto Belga de Aeronomía Espacial, esos rayos habrían transformado el monóxido de carbono en dióxido de carbono hasta una profundidad de 20 metros.

Esto implicaría que el cometa ya no conserva su material original, sino que muestra las huellas químicas de su largo viaje galáctico.

Lo que falta por descubrir

El 3I/ATLAS viaja actualmente a más de 210,000 kilómetros por hora siguiendo una trayectoria casi recta y muy plana. Según los cálculos de los astrónomos, el cometa podría ser uno de los más antiguos que se han visto, formado incluso miles de millones de años antes de que naciera nuestro sistema solar.

Ahora que volvió a aparecer tras pasar detrás del Sol, los telescopios desde la Tierra podrán seguirle la pista entre noviembre y diciembre. Al mismo tiempo, la misión JUICE de la Agencia Espacial Europea que viaja rumbo a Júpiter, aprovechará su trayectoria para observarlo desde el espacio. El punto más cercano será el 4 de noviembre, cuando la sonda esté a unos 64 millones de kilómetros del cometa.

Los resultados de esa observación no se conocerán sino hasta febrero de 2026, debido a la baja velocidad de transmisión de datos. Hasta entonces, el 3I/ATLAS seguirá siendo un enigma.