Tras un ejercicio de introspección y reconocimiento de los errores que se cometieron en el pasado, en el Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) se proponen solicitar a mediados de verano la acreditación de un nuevo programa de entrenamiento de Neurocirugía con la esperanza de recibir al primer residente en julio de 2025.

Han transcurrido un poco más de dos años desde aquella gran sacudida para el campo académico y clínico de la salud en Puerto Rico tras anunciarse que el RCM había perdido la acreditación de su programa de residencia de Neurocirugía, tras unas deficiencias que no fueron corregidas y que habían sido señaladas por años por el Consejo Acreditador de Educación Médica Graduada (ACGME, en inglés). La residencia no superó dos procesos probatorios y, finalmente, dejó de existir en junio de 2022, tras más de 50 años en la oferta académica de la institución. En ese entonces, los residentes del programa tuvieron que reubicarse en Estados Unidos o Canadá. Cabe señalar que el entrenamiento en Neurocirugía se prolonga por siete años.

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Ahora, finalmente, las deficiencias parecen haber sido subsanadas y el RCM hará una solicitud de acreditación del nuevo programa de residencias durante el verano. La agencia acreditadora tendrá 90 días para responder y visitar la isla para evaluar y corroborar que se cumplan con los requisitos.

“Estamos bien esperanzados de que nos van a decir que sí”, sostuvo el neurocirujano Jorge Lastra, representante de rectoría en el proceso de acreditación de la residencia de neurocirugía.

Si las expectativas se cumplen, el primer residente del nuevo programa estaría ingresando el 1 de julio de 2025. Posteriormente, entraría un nuevo o nueva integrante para la misma fecha de cada año.

Según Lastra, hay varios candidatos para la oportunidad, pero el proceso de selección será establecido por la casa acreditadora. “Pero, sí, hay muchas personas muy buenas que están esperando para ser neurocirujanos”, puntualizó.

En cambio, el camino para llegar a este punto ha sido “arduo” y con un matiz de autoevaluación que involucró a personas internas y externas a la Escuela de Medicina.

“Se nos hizo difícil comprender que, aunque hacemos un servicio excelente a los pacientes y no tenemos duda que nuestros neurocirujanos estaban a la par de cualquier neurocirujano del mundo, vemos que las situaciones difíciles nos hacen volver a evaluar todo lo que hacemos, a crecer y a ser mejores”, sostuvo Lastra.

Agregó que para poder restablecer el programa de residencia se crearon múltiples grupos de trabajo dentro de la Escuela de Medicina, como con profesionales externos que incluyen a personas del Departamento de Salud y de la Administración de Servicios Médicos (ASEM) del Centro Médico.

“Nosotros hicimos lo que hace cualquier persona cuando tiene una situación difícil en la vida: una introspección, una autoevaluación de afuera hacia adentro. Y de ahí partimos a establecer un plan de trabajo”, agregó, al acotar que los 14 neurocirujanos de la Facultad de Neurocirugía, dirigida por el veterano médico Emil Pastrana, colaboran estrechamente en el proceso en el que también participan tres médicos especializados en cuidados críticos de neurociencia. De hecho, cuando cerró el programa solo habían ocho facultativos.

El doctor Samuel Estronza, director del Programa de Residencia de Neurocirugía explicó que poco a poco se atendieron los señalamientos que dieron paso al cierre del programa y se fueron trabajando puntualmente asuntos como aumentar de dos a tres las salas de operaciones, adquisición de nuevos equipos, se contrataron 30 “house staff” (médicos de apoyo que en su mayoría son egresados del RCM), un coordinador de neurocirugía que se encarga de toda la coordinación de los procesos quirúrgicos de los pacientes hasta su traslado a las salas de intensivo y un coordinador dentro de sala de operaciones. Asimismo, se creó un programa de guardias de neuro intensivistas.

“La inversión fue millonaria (no se precisó el monto) y el secretario de Salud, Carlos Mellado, así como el licenciado Jorge Matta de ASEM, han colaborado desde el principio en todo esto... pero no podemos decir que ya todo acabó, porque hay que someter la solicitud y hay unos estándares que hay que cumplir en unas fechas en específico”, acotó por su parte el doctor Orestes Quesada, vice-presidente de Asuntos Académicos e Investigación de la UPR.

A nivel académico también se hacen ajustes, incluyendo la integración de investigadores a la Facultad y extendiendo la experiencia de la residencia a otros hospitales de Puerto Rico y no, exclusivamente, a los del Centro Médico, en Río Piedras.

“El hospital Manatí Medical Center y el Menonita de Caguas ya están afiliados a la Escuela de Medicina... son hospitales donde ya hay servicios de neurocirugía establecidos y que tienen una cierta cantidad de casos en un periodo de un año. Estos hospitales tienen servicios de neurocirugía robustos que tienen otras experiencias y atienden a otro tipo de pacientes de comunidad”, explicó Estronza al añadir que la dinámica permitirá cumplir con los nuevos estándares para atender los temas de diversidad, equidad e inclusión que exige la Middle States Commission on Higher Education (MSCHE).

El RCM opera con un presupuesto engrosado con fondos externos de $142 millones. En cambio, la decana interina de la Escuela de Medicina, la pediatra Deborah Silva, explicó que esta Escuela opera con un presupuesto de $189 millones porque tiene un sistema diferente para manejar su presupuesto, dado que el 30% viene de la asignación persé del recinto y el restante 70% es de fondos externos, que incluyen la facturación de los servicios hospitalarios y a través de investigación.

El recinto cuenta con 37 programas de residencias que brindan un servicio indispensable para el Centro Médico y el sistema de salud del país, incluyendo 20 que ninguna otra institución académica ofrece en la isla. Cerca de 450 médicos residentes fortalecen el servicio al único hospital en el país y el Caribe que provee atención médica a un nivel supra terciario o a personas médico-indigentes, individuos con condiciones de salud críticas, de alto riesgo y pacientes que no pudieron tratar su condición en otras instituciones porque no cuentan con los recursos para recibir atención médica.