La deserción escolar en Puerto Rico tiene rostro de pobreza.

La mayoría son niños en los 14 años y medio, en los grados noveno o décimo, y cuya familia vive con un ingreso anual de $10,986.

No solo los problemas económicos empujaron a unos 33,704 estudiantes a dejar las escuelas entre los años fiscales 2015 al 2021, sino que los problemas de aprendizaje que enfrentaban y no fueron superados en el Programa de Educación Especial también los traicionó. Es que “las tasas de deserción más altas las tienen los estudiantes del salón contenido (como se le llama en el Departamento de Educación a los salones que atienden estudiantes con impedimentos mayores, como retraso mental) de escuela superior con 7.1% y de salón contenido de escuela intermedia de 3.4%”.

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Además de estos percances, el devastador paso del huracán María y la pandemia del COVID-19 también llevó a muchos de los estudiantes a abandonar su educación ante la inhabilidad gubernamental para tratar estas emergencias.

En resumen, estos fueron los hallazgos principales del estudio “Algunos determinantes de la deserción escolar en Puerto Rico”, realizado por el doctor José Caraballo Cueto y auspiciado por la Fundación Segarra Boerman.

El estudio fue realizado con data recopilada por el catedrático universitario del propio Departamento de Educación.

Según concluyó, “adolecer de problemas específicos de aprendizaje, pertenecer a la región de San Juan, obtener bajo aprovechamiento académico, ser varón, pobre y adolescente son factores que están relacionados con probabilidades mayores de desertar”.

El profesor y economista José Caraballo Cueto.
El profesor y economista José Caraballo Cueto. (Suministrada)
Serias consecuencias

Las repercusiones de este cuadro son graves para la sociedad, para Puerto Rico en general.

“Tiene consecuencias sobre la criminalidad, el mercado laboral. Tienes a un grupo de individuos que no tienen las destrezas más básicas, como lo es saber leer y escribir adecuadamente y tienes unas consecuencias sobre la pobreza”, afirmó Carabello Cueto en entrevista con Primera Hora.

Explicó que este grupo que ya sale de un sector pobre y no tiene las herramientas para recuperarse. Por ello, clamó por la “necesidad de romper ese ciclo de pobreza” para lograr superar estos problemas educativos.

El economista no indagó en si estos adolescentes desertores también provienen de padres que dejaron sus estudios a mitad de camino. Sin embargo, lamentó que su entorno esté marcado por un ambiente de violencia y criminalidad.

De hecho, el estudio afirma que “ser pobre puede aumentar la probabilidad de ser desertor hasta en un 0.05%. Por tanto, resulta indispensable combatir la pobreza que aqueja a gran parte del estudiantado para reducir efectivamente la deserción”.

También el estudio encontró que las zonas metropolitanas, principalmente San Juan, así como el área afectada por los sismos, la región de Ponce, tuvieron más incidencia de deserción escolar. Comerío y otros pueblos de la montaña, como Las Marías, Naranjito y San Sebastián, están en el grupo de menor abandono.

Caraballo Cueto aludió a que esta diferencia pueda estar marcada por la desigualdad entre la pobreza y riqueza que vivan los estudiantes en la urbe, así como su acercamiento a la violencia y la criminalidad.

El machismo también está implicado, dijo. Comentó que inculcarles a los niños que son de la calle y a las niñas que estudien ha llevado a que sean más los varones los que dejan la escuela.

Asimismo, explicó que la deserción se da menos en los colegios privados, ya que los padres suelen cambiarlos a las escuelas públicas antes de que terminen dejando los estudios o los ubican en instituciones privadas en las que puedan acelerar la obtención del diploma de escuela superior en alrededor de tres meses.

Culpa al Departamento de Educación

Ante este escenario, el profesor de la Universidad de Puerto Rico centró su estudio en el Departamento de Educación. Fue más allá al criticar que esta agencia “no ha sabido atender adecuadamente a estos estudiantes”.

El gobierno también parece que los abandonó. Caraballo Cueto llamó la atención sobre cómo la mala respuesta a los fenómenos naturales, principalmente a la devastación causada por el huracán María y los terremotos en el suroeste, así como dejar para lo último la reapertura de las escuelas en esta pandemia del COVID-19 empeoró el panorama para estos alumnos que se encontraban en el renglón con mayor prominencia para irse.

No haberse reparado las escuelas a más de cuatro años de María también agrava el panorama, dijo.

El catedrático, por ello, no dudó en criticar que las escuelas se utilicen como refugio o el mensaje que se llevó a la población de que abrir un centro comercial era más importante que la educación en esta pandemia. Pero, al final de cuentas, señaló que hay mucha responsabilidad compartida. Por ejemplo, se preguntó la razón por la que a la sociedad no le indigna que seis de cada 10 menores vivan en condiciones de pobreza en Puerto Rico.

También tronó contra “estas malas prácticas de enseñanza que no motivan. Han llevado al bajo aprovechamiento académico”.

“Tienes padres irresponsables que no buscan las notas de sus hijos, no van a asamblea de padres y la sociedad, que cuando hay desastre natural, poco o nada reclama que se priorice la educación pública y se ha ignorado el estado de la educación de cerca de 300,000 niños y niñas en Puerto Rico”, añadió.

Caraballo Cueto llamó a la acción. Entre sus recomendaciones, están que el gobierno no penalice a los padres trabajadores al quitarles beneficio, como los del Programa de Asistencia Nutricional (PAN), los vales para vivienda o la tarjeta de salud Vital.

El estudio, específicamente, detalla que “se recomienda, entonces, que el Departamento y las entidades ocupadas en el tema, desarrollen programas para atender cada uno de estos factores (que llevan a la deserción). Primero, la sociedad tiene que atender unos problemas sistémicos, como la pobreza y el machismo, que afectan el que la niñez pobre y los varones deserten a unas tasas más altas. Cambios en los programas de asistencia social para que los padres y tutores puedan trabajar más sin perder sus beneficios sociales y el crédito al trabajo pueden ayudar a reducir la pobreza infantil”.

Se pide que el ambiente escolar sea más atractivo y pertinente para los adolescentes. “Programas de creación y recreación pueden contribuir a este fin”, detalla.

Educación individualizada y unas escuelas adecuadas para impartir el pan de la enseñanza también fue requerido.

“El uso de los planteles escolares como refugios, el bajo mantenimiento a las instalaciones escolares, la falta de acceso y de servicios eléctricos en las escuelas debe minimizarse para poder garantizar que los venideros huracanes no exacerben la educación pública de Puerto Rico”, se estipuló.