Hoy Toño Laboy Meléndez se levantó a las 5:00 de la madrugada –como cada día– a “bregar” con alrededor de 250 gallos que cría y prepara para la venta, pero se encontró con la terrible noticia de que se prohibirían las peleas de gallos en Puerto Rico.  

Esta determinación le cayó como un balde de agua fría, ya que no solo se trata del deporte predilecto de su familia, sino de un estilo de vida, una forma de ganarse el sustento y una tradición familiar que ha sido inculcada y venerada en todas sus generaciones.

“¡De esto vivo yo, bendito sea Dios! He estado toda mi vida en galleras desde que tengo 11 años. Los crío, los preparo, los curo y los vendo”, expresó el gallero, quien lleva 37 años de sus 48 ligado a los gallos. 

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Para el cuidador, la determinación de prohibir las peleas en Puerto Rico es incorrecta, ya que según estableció, el instinto de estos animales es pelear y nacen dispuestos a eso, por lo que asegura que no se trata de maltrato.

“Ellos (miembros del Congreso estadounidense) no saben cómo es esto, no es crueldad. Esos animalitos desde que tienen un mes hay que tenerlos separados en jaulitas individuales, porque si los dejas juntos se acaban. Ellos nacen impuestos a pelear”, explicó el hombre que tiene su rancho de 55’x40’ en el barrio Daguao en Naguabo.

Igual de sorprendido está uno de sus hijos, Joel Laboy Burgos, quien dice que esta prohibición del deporte es un golpe duro para su familia, ya que ha crecido en este mundo y no conoce la vida sin estar ligado a los gallos.

“Esa decisión nos mató un deporte y una cultura que viene desde mi tatarabuelo, bisabuelo, abuelo, mi ‘pai’ y él nos enseñó a mí y a mis hermanos.  Es algo que conozco desde que nací. No pensábamos que eso (prohibición) pasaría. Nos quitan un deporte de caballeros que no tiene nada malo, porque los gallos nacen para pelear, no se incitan a eso”, lamentó Laboy, quien también ayuda a su padre con la preparación de los ejemplares y recorre todas las galleras de la Isla detrás de su pasión.

Inesperado golpe para las galleras

Según el Departamento de Recreación y Deportes (DRD), de 82 galleras que hay en la Isla, unas 54 habían pagado sus permisos para operar, mientras que las 28 restantes estaban en ese proceso.  

Una de las galleras que está próxima a abrir era el Club Gallístico de Naguabo - ubicado en el barrio Mariana- que sufrió severos daños tras el paso del huracán María.

Uno de sus propietarios, Ángel  “Kiko” Gómez dice estar “devastado”, al igual que el resto de sus socios por esta decisión del gobierno estadounidense, ya que habían invertido unos $35,000 en la reconstrucción de la gallera.  

“No es fácil esta noticia. Somos siete socios y tuvimos que invertir $5,000 cada uno para iniciar las labores de reconstrucción y estábamos por abrir entre el 22 de diciembre y el 1 enero; y ahora nos salen con que nos dan un año para eliminarla por completo. En un año no sacaremos lo que invertimos”, dijo sumamente desmotivado el comerciante.

Igual  de afectado se encuentra Orlando González, quien es propietario desde hace 21 años de La Nueva Gallera Sin Nombre en Las Piedras. Para él, la noticia fue totalmente inesperada y representa un impacto mayor debido a que también había invertido en la remodelación de su local recientemente.

“Me cogió de sorpresa.  Estoy pasando este trago tan difícil porque tras que esto es una tradición, habíamos remodelado este año y la gallera está bien bonita. Es triste que pase esto”, sostuvo González.

Ambos propietarios coinciden en que el impacto de este cambio no solo es para los dueños de galleras, los galleros, cuidadores, castadores y la industria agrícola, sino para el país entero, ya que se trata de un sector que aporta entre $16 y $18 millones a la economía y que genera unos 20 mil empleos directos.

“La economía que está mala y ahora se afectará por completo.  Esto es un problema para todo el país. Van a estar las personas desempleadas por montones.  Se afecta la industria agrícola, la de medicamentos, es un impacto bien grande”, aseguró Gómez, quien también es propietario de Mickey’s Restaurant en el Malecón de Naguabo.

“Uno depende de esto y muchas familias y gente conocida también. Va a ser un golpe bien duro para todos por igual y eso entristece”, añadió González.

Igual de preocupado se mostró Freixedo I. Díaz, castador y cuidador de gallos, no solo por su modo de sustento, sino por las implicaciones que tendrá esta decisión para la economía local.

“Esto es realmente un impacto para todo Puerto Rico tanto para los galleros, como para los cuidadores, los castadores, las empresas privadas de comida y bebida, supermercados, los guardias de seguridad, el gobierno porque se pagan patentas y permisos para vender bebidas. Será un impacto alarmante”, auguró Díaz.

Abre las puertas al clandestinaje

Sin embargo, los entrevistados dudan que esta medida logre erradicar un deporte con tanto arraigo y tradición en la Isla, por lo que auguran que el movimiento gallístico -en su mayoría- permanecerá vivo en el clandestinaje, aunque algunos reconocen que esta prohibición marca su despedida de este negocio.

“Se eliminará legalmente, pero puede que siga de manera clandestina. Pero yo no, yo engancho los guantes”, confirmó Gómez, del Club Gallístico de Naguabo, quien espera reabrir su gallera pronto y tratar de capitalizar el año que le resta para poder recuperar algo de lo invertido en la remodelación.

Mientras que  hay quienes auguran que el remedio de eliminar el deporte será peor que la enfermedad, ya que traerá secuelas para el gobierno, además de las económicas.

“Van a tener que hacer más cárceles, porque no creo que la gente deje las peleas de gallos. Eso será otro problema para el gobierno”, comentó Laboy Meléndez, cuidador quien aun no sabe qué será de su futuro.

“Por mi parte no me gustaría, no estoy en esas (clandestinaje). Me gustan las cosas bien hechas.  Pero sin duda eso va a ser terrible porque va a haber más problema en la calle.  Da paso a más delincuencia, mucha gente que va con niños estarán expuestos porque se prestará para tragedias.  Entonces, la seguridad se afectaría y tendrían que tener más policías vigilando esas galleras clandestinas y si ahora mismo no hay policías ni dinero para contratarlos, ¿cómo hará el gobierno?”, cuestionó González.

El presidente del Club Gallístico de San Juan, Miguel Ortiz, también lamentó las repercusiones que tendrá esta determinación en la economía de quienes dependen de la industria. 

“Es difícil para más de 27,000 personas que se quedan sin empleos por una simple aprobación de una medida que no escuchó la opinión de los afectados. Serán 27,000 que vivirán de Estado queriendo trabajar en lo que saben hacer. Además, va contra la cultura e idiosincrasia de nuestro pueblo”, indicó.