¿Se imagina acudir a la iglesia con el temor de ser víctima de un  robo? ¿Tener que tomar consigo su  cartera cada vez que va a comulgar?

¿O que, como congregación, tengan que tomar medidas de seguridad, formar grupos de ujieres  que velen  quién entra a la iglesia y  hasta recurrir a la contratación de guardia privada?

El deterioro social  que se vive en el País ha llegado a las iglesias. Y no estamos hablando de vándalos que ingresan en la noche a los recintos para robar,  sino de sujetos que acuden   a las misas   con intenciones muy diferentes a las de oír el sermón.

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Dos incidentes de  esta índole se registraron hace unas semanas  en la parroquia San Antonio, en Río Piedras, donde un individuo ingresó al templo y   mediante amenaza le solicitó dinero a los feligreses que estaban en el lugar.  

“Cuando yo voy a la farmacia y me bajo del carro  tengo que estar pendiente a mi alrededor. Yo no quiero que la gente esté aquí así porque imagínate tú, en la misa  tener que estar pendiente uno del que está atrás porque te puede robar. Eso es terrible”, expresó el sacerdote Roberto Martínez.

 “Lo que hacen es que como todo el mundo está orando y las señoras dejan las carteras...”,  añadió.

Martínez presenció los incidentes  suscitados el pasado 5 y 6 de enero.  Fueron momentos de tensión en los que se preocupó por la seguridad de los feligreses. Aunque  no pasó a mayores, el fraile no duda que el individuo  iba tras el dinero obtenido en el recogido de las ofrendas.

“Al final le dije a la gente que hay que estar pendiente. Las mujeres especialmente porque dejan las carteras y los celulares en el banco y la iglesia es un lugar al que uno no va con esa malicia”,  dijo.

Y, así ha sido desde el pasado 5 de enero: las mujeres van a recibir la comunión con sus carteras en mano.

“No se espera que en la iglesia pasen estas cosas, pero realmente están pasando situaciones así. Es duro y es difícil porque las personas, precisamente, vienen a la iglesia a recibir paz. Y  entonces si vamos a encontrarnos con este tipo de actividad, afecta”, señaló, por su parte, el cura Ramón Negrón Cruz. 

 El párroco Martínez recordó que los incidentes llegaron al punto en que el hombre amenazó a un grupo de damas con  inyectarlas con una jeringuilla si no les entregaban dinero.

  “Yo ni prediqué. Eso fue una vergüenza. Lo que tenía era una mezcla de temor, miedo y coraje... los dos guardias se le pararon al lado al hombre y se quedaron ahí hasta el final de la misa”, mencionó.

Un caso similar, aunque no ocurrió durante la celebración de la eucaristía, se reportó en la Iglesia San Agustín, en el Viejo San Juan.  Hasta allí llegó un hombre -conocido por parte de la feligresía- y se apropió de un radio y de dinero producto de las ventas del quiosco que  tiene la parroquia.

Problema recurrente

Negrón Cruz está seguro que se trata de una problemática que  está ocurriendo en  otras iglesias y denominaciones, especialmente aquellas que ubican en áreas  de alta criminalidad.

Indicaron que en las calles circundantes a su iglesia   se han reportado incidentes peligrosos. En una  ocasión hubo un carjacking y en otro momento le  rompieron  el cristal al carro de un feligrés para llevarle pertenencias.

A esto se suma la realidad social que enfrenta el País, que lleva a muchos a buscar el dinero fácil. “Tal vez lo sagrado antes era más protegido, pero el deterioro social conlleva que algunas personas pierdan ese valor de lo sagrado o ese respeto y traten de buscar ahí su beneficio. Lo sagrado, lo espiritual un poco se deterioran”, planteó Negrón Cruz.

Ambos religiosos le hicieron un llamado a la Policía a colaborar con la seguridad en el área, aunque sea a través de rondas preventivas.

Robos en las iglesias

-La campana (2009)

-Hostias, cálices y sagrario en una iglesia de Cayey.  (2008)

-100 Hostias consagradas: parroquia Monserrate, en Salinas (2009)

-Un pillo intentó robar una caja de plata   que contenía la llave del sagrario de la parroquia San Martín de Porres, en Yauco. El sacerdote enfrentó al delincuente, quien afrontó un proceso judicial por los hechos, los cuales reconoció.