Así lo declaró hoy, lunes, el agente investigador Simón Rosa, durante el noveno día del desfile de prueba en la vista preliminar contra Rivera Seijo, imputado por el asesinato del niño de ocho años.

Dirigido por las preguntas del licenciado Mario Moczó González, de la Sociedad para la Asistencia Legal, el décimo testigo de cargo señaló que tampoco había sangre en las puertas o cerraduras de la residencia, ni en la hamaca o la bolsa plástica que apareció en el patio de la casa de la urbanización Dorado del Mar ese 9 de marzo.

La funda de plástica transparente contenía "denuncias con el nombre de Luis Gustavo Rivera Seijo", apuntó Rosa, segundo agente que investigó la muerte de Lorenzo. En los documentos tampoco aparecieron las huellas dactilares del hombre o su sangre.

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Rosa también afirmó que no se detectaron huellas digitales del imputado en un teléfono celular ocupado en una silla de mimbre en un cuarto de descanso o "family" de la casa que Ana Cacho compartía con sus tres hijos.

Acorde con su estrategia de enfilar sus cañones hacia la madre del menor y sus amigos, el abogado defensor, que comparte labores con los licenciados Lester Arroyo Crespo y Jesús Hernández Rivera, indagó sobre evidencia ocupada en la residencia que detectó ADN, de las personas inicialmente identificadas por las autoridades como sospechosas del crimen.

Ante el juez Carlos Salgado Schwarz, del Tribunal de Bayamón, Rosa apuntó que pruebas realizadas por el Instituto de Ciencias Forenses detectaron ADN (ácido desoxirribonucleico, que contiene la información genética de un ser vivo) de Cacho en una servilleta ensangrentada que se ocupó en su cuarto. 

También había ADN o trazos de material genético de William Marrero en una pipa y material genético de Arnaldo Colón en un pantalón. Ambos objetos fueron ocupados en la residencia.

Al inicio de la investigación criminal, las autoridades identificaron a Cacho y sus amigos Colón, Marrero y Jesús Jenaro Camacho como sospechosos del crimen. Pero conforme pasó el tiempo los descartaron porque la evidencia no los vinculó al crimen, declaró Rosa el viernes pasado.

Durante un breve turno de preguntas, Moczó también llevó al testigo a admitir que las cámaras de seguridad de la urbanización Dorado del Mar no funcionaban la madrugada del crimen y que ningún guardia seguridad vio a Rivera Seijo entrar o salir del lugar.

Moczó, además, trató de establecer que Rivera Sejo no era "muy diestro" porque había perdido su brazo izquierdo desde el 2008 y resaltó que las heridas de Lorenzo, algunas realizadas con un objeto cortante y otra con un objeto contundente, podían suponer la participación de más de una persona en el crimen. 

En un punto que no quedó claro, insistió en una línea de preguntas relacionada a la presencia de calzado deportivo en la sala de la residencia de Cacho.

Giro en sala

En un cambio de estrategia, la fiscal Aracelis Pérez Correa desistió de hacerle preguntas al agente Rosa relacionadas a las admisiones de Rivera Seijo como ocurrió en la vista del pasado viernes.

Después de que el juez Salgado Schwarz permitió al Ministerio Público, representado por Pérez Correa, Mario Rivera Géigel y Maricarmen Rodríguez Barea, enmendar su lista de testigos para incluir a los agentes federales que realizaron las advertencias o "Miranda Warnings" a El Manco, la fiscal limitó las preguntas al proceso de corroboración de las admisiones.

El viernes pasado, la defensa de Rivera Seijo objetó enérgicamente que durante el testimonio de Rosa se entrara en las admisiones porque el agente investigador no había sido la persona que tomó las admisiones, ni la persona que había realizado las advertencias.

Hoy, Rosa relató que luego de las entrevistas a Rivera Seijo, en las cuales estuvo presente, corroboró mediante fotografías que en la cocina de la casa había un bloque de cuchillos y que sobre el mostrador había envolturas de galletas dulces. 

También confirmó que las puertas que daban al patio de la residencia tenían las cerraduras defectuosas y abrían con presión.

Como parte de la investigación, Rosa contó que conversó con el patólogo Carlos Chávez y otros peritos para tratar de establecer la mano utilizada para agredir al niño y la posición de ese agresor en el cuarto, a través de los rastros de sangre en la pared.

"Esto lo ubica al lado izquierdo de la cama, el lado más cercano donde estaba el niño Lorenzo", explicó Rosa.

Apuntó también que pruebas realizadas con “Bluestar”, descrito como un químico que detecta sangre oculta, revelaron que no había sangre en otros lugares de la casa que no fuera en el cuarto que Lorenzo compartía con su hermana menor la madrugada del 9 de marzo de 2010.

Rosa, por otro lado, no estableció a quién pertenecía el teléfono celular ocupado en el sillón de mimbre.

La vista continúa mañana en la tarde con el testimonio del agente federal John Morales, quien tomó la primera confesión a Rivera Seijo, en agosto de 2010.