El perfil de los cuidadores de adultos mayores en Puerto Rico está caracterizado en un 82% por féminas con una edad promedio de 47 años que trabaja a tiempo completo y que, además, tienen a su cargo la crianza de, al menos, un hijo.

Se trata de mujeres que a consecuencia de sus roles presentan niveles, entre moderado a severo, de depresión, ansiedad y sobrecarga que ameritan ser atendidas con inmediatez para prevenir que se conviertan en pacientes ocultos.

Esta fue parte de la información que trascendió en el conversatorio “Aliados para Cuidar” que se llevó a cabo gracias al esfuerzo multisectorial de organizaciones como AARP, Denmentia Friends, Fundación Triple S, Proyecto Plenitud Inc y la gerontóloga Mildred Rivera Marrero, quien sirvió de moderadora en la discusión, que busca visibilizar el rol de los cuidadores informales en Puerto Rico y atender sus necesidades mediante el impulso de políticas públicas que ayuden a sensibilizar sobre el tema.

Los datos alusivos al perfil del cuidador del adulto mayor los ofreció Ángel Muñoz, catedrático auxiliar y director de la Escuela para Cuidadores de Adultos Mayores de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, quien explicó que la información es parte de los hallazgos de un estudio que se realizó en conjunto con otras universidades de latinoamérica que se publicó este año y que incluyó la participación de 1,177 cuidadores de Puerto Rico, México y Colombia.

El análisis tuvo como propósito describir las características sociodemográficas del grupo de cuidadores, a la vez que se identificaban los niveles de ansiedad, depresión y estado de sobrecarga de los participantes.

Muñoz explicó que se hizo un estudio similar en el 2019 y una de las cosas que más asombró fue corroborar que la edad promedio de las cuidadoras bajó de 51 años a 47 años en un periodo de tres años.

“Ese hallazgo nos sorprendió porque cuando se habla de cuidadoras tenemos la idea que es una fémina que no trabaja, que no se casó o tuvo hijos. Pero es lo contrario, son mujeres que, en su mayoría, trabajan a tiempo completo y que ocupan sobre 17 horas de la semana a cuidar a este adulto mayor. Y a eso se le añade que tiene un hijo o nieto que cuidar. Son mujeres en edades productivas, con trabajos ‘full time’ cuidando a dos generaciones a la vez”, indicó.

Otro asunto que impactó es el estado de sobrecarga que tienen estas cuidadoras al no poder hacer balance entre todos sus roles.

“Estamos hablando de mujeres que tienen síntomas de irritabilidad y dificultad para concentrarse, entre otros factores... y tenemos que ser sensibles con ellas por que la cantidad de pérdidas que tienen en estos procesos es grande. Algunas pierden su empleo o la oportunidad de ascensos en sus trabajos pues no las consideran para promociones. También tienen pérdidas económicas porque tienen que invertir parte de sus salarios en tareas de cuidado”, acotó Muñoz al instar a buscar más información sobre los resultados del estudio en http://www.pucpr.edu

La Organización Mundial de la Salud pronostica que un 20% de las personas mayores de 60 años necesitará algún tipo de apoyo o cuidados prolongados para poder realizar las actividades o tareas diarias. En Puerto Rico, para el 2021, la isla fue el séptimo país con el mayor número de personas de 65 años o más, según destacó Naciones Unidas. Mientras, datos del censo poblacional indican que de los 3.2 habitantes de Puerto Rico, hay 665,233 que son adultos mayores, un grupo demográfico que supera al de personas de 20 años o menos. Esto demuestra la tendencia y cambios sociodemográficos de la isla influenciados por factores como la disminución en la natalidad y la migración, entre otras variables. De hecho, se estima que en 2030 el 40% de la población en la isla será de adultos mayores. Esto significa que cuatro de 10 personas pertenecerán a este grupo demográfico.

La presidenta de la Asociación de Psicología, Patricia Landers, enfatizó en la importancia de que los cuidadores busquen a tiempo ayuda profesional para manejar sus emociones. Además, hizo hincapié en lo imperativo que es liberarse de sentimientos de culpa en aquellos momentos en que se sientan agobiados, frustrados, tristes e, incluso, con coraje.

“Estos cuidadores pasan por procesos de duelo... algunos pierden a sus parejas, sus empleos, dejan a un lado su vida social, sus amistades”, explicó al resaltar que muchos cuidadores no se atreven a expresar sus sentimientos porque sienten que serán juzgados socialmente por otros pues culturalmente hay una concepción de que los hijos tienen que cuidar, sin excusas, a sus padres y madres.

Se estima que hay unos 500,000 cuidadores informales o familiares en Puerto Rico, un número que se estaría confirmando a través del Registro de Cuidadores que impulsa la recién creada Ley 82, la cual busca el establecimiento de una política pública que reconozca y defina el cuidado informal y el rol de las personas que cuidan de forma no remunerada a familiares o conocidos. Este estatuto creó a su vez la Carta de Derechos del Cuidador Informal. También da paso a que los cuidadores puedan solicitar a sus patronos cambios de itinerario en sus centros de empleo, aun cuando trabajan menos de 30 horas semanales y no hayan cumplido un año en el empleo.

El rol de los patronos es importante cuando se habla de buscar soluciones viables para mejorar las necesidades de los cuidadores de adultos mayores, considerando el hecho de que muchos trabajan.

Ilia Rodríguez, presidenta entrante de la Sociedad para la Gerencia de Recursos Humanos y principal oficial de talento y administración de Triple S, destacó el hecho de que tres cuartas partes de la membresía en la fuerza laboral son mujeres.

“El reto que tenemos como patrono es identificar quiénes son cuidadoras y cuáles son los retos que enfrentan. Hay que concienciar o evaluar las políticas de las compañías y ver cómo se pueden ayudar a esta población.... ser facilitadores en esas circunstancias que vive esa persona. Hay que hablar del tema en las empresas”, dijo Rodríguez.

¿Qué más se puede hacer?

Los profesionales que participaron del conversatorio proponen que se aúnen esfuerzos multisectoriales que incluyan campañas educativas para orientar a las personas a autoidentificarse como cuidadores informales o familiares; que los gobiernos establezcan un censo de este tipo de personas para visibilizar con estadísticas la situación y hacer visible los derechos de los cuidadores a través de políticas públicas.

También es esencial que haya un enfoque comunitario para que crear un sentido de solidaridad en la ciudadanía y en los patronos e ir considerando alivios contributivos e incentivos que ayuden económicamente a estos cuidadores, quienes muchas veces ven afectadas sus economías por los gastos imprevistos que demanda el cuidado de un adulto mayor, en particular si tiene condiciones de salud crónicas.

El enfoque académico también debe destacarse en el panorama con el desarrollo de currículos o cursos, como el que ofrece la Universidad Católica de Ponce. Además, como explicó el profesor Muñoz, deben ampliarse las investigaciones para tener datos más concretos que incluyas, pero no se limiten, a conocer la relación entre la sobrecarga de cuidadores, las barreras arquitectónicas que se enfrentan los hogares con estas familias y el desplazamiento laboral que pudieran generarse entre las personas que tienen que asumir el rol de cuidar a sus familiares o conocidos.

Sería prudente también fortalecer los programas de amas de llaves o auxiliares del hogar, las que cada vez son más escasas. Actualmente, los municipios son los que asumen un rol importante en este servicio, como ocurre en Loíza.

Según la alcaldesa de este pueblo costero, Julia Nazario, en su municipio se han asignado 900 amas de llaves en los últimos tres años. Se trata de auxiliares que trabajan cuatro a seis horas de lunes a viernes.

“Este programa de cuidadores pretende darle un respiro a ese cuidador informal porque la realidad es que se agotan”, subrayó Nazario sobre el programa que también otorga pañales, pads desechables y otros artículos de primera necesidad a los participantes.

Aseveró que el efecto “quemazón” se ve también en las amas de llaves, a quienes se les dan adiestramientos y se les hace partícipes de actividades de asueto como giras.

En cambio, reconoció que los esfuerzos que se hacen desde el ayuntamiento se quedan cortos para atajar las necesidades de las familias.

“Nos falta gente por identificar. Ciertamente, es una cantidad que ya los municipios no vamos a poder manejar. Tiene que haber un proyecto de país para trabajar con esta condición y seguir levantando la voz para que el gobierno se inserte en esta situación”, manifestó la alcaldesa.