Cayey. El rescate de un plantel que llevaba más de 15 años en desuso, para convertirlo en un taller de esperanza para su gente, a través de varios proyectos que persiguen erradicar la inseguridad alimentaria en la comunidad integrada por 18 sectores, ha rendido frutos. Esto fue lo que lograron los vecinos del barrio Las Vegas, en Cayey.

Se trata de la Comuna Cajey, una organización sin fines de lucro, establecida en 2014, por un grupo de voluntarios que se dio a la tarea de identificar y atender las necesidades más apremiantes de la población, integrada mayormente por envejecientes.

Allí crearon una lavandería comunitaria para paliar la incertidumbre con los servicios de agua y luz, sin dejar a un lado la capacitación de jóvenes que, eventualmente integrarán una empresa social dedicada a la confección de productos típicos, tales como pasteles, guanimes, empanadas y alcapurrias, entre otras delicias culinarias.

Esto con el interés de brindar oportunidades en el mundo laboral, a residentes entre los 16 a 26 años, además de fortalecer la cultura gastronómica tradicional de Puerto Rico y sustentar financieramente los programas que han implementado.

Allí le enseñan a los voluntarios a confeccionar los productos a la vez que se desarrollan como ciudadanos responsables.
Allí le enseñan a los voluntarios a confeccionar los productos a la vez que se desarrollan como ciudadanos responsables. (Facebook)

De acuerdo con Carmen Rosa Rosado Sánchez, conocida como “Rosita”, “desde el 2014, nos hemos identificado como líderes comunitarios que brindan diferentes servicios: administrando instalaciones recreativas, identificando necesidades de los envejecientes, encamados, enfermedades crónicas y canalizando todo tipo de ayudas que lleguen a nuestra comunidad”.

Una de las iniciativas es el Fogón de Cajey, “que brinda alimentos a la comunidad y erradica la inseguridad alimentaria en nuestro barrio. Por eso nos hemos dedicado a dar alimentos calientes a los envejecientes. Nosotros confeccionamos los almuerzos y se los llevamos directamente”.

La joven madre de 35 años estudió artes culinarias en la Escuela Vocacional de Cayey y, la Universidad del Este, y participó de un negocio familiar dedicado a la venta de productos tradicionales.

“Me di cuenta de que es un producto que tiene salida, es un producto cultural que es lo que me identifica como persona para mantener la tradición del arte culinario de nuestros abuelos; de esa comida que nos sostuvo durante generaciones, que son los pasteles y los guanimes”, reveló.

“Entonces, decidí que, mientras iba desarrollando propuestas e iniciativas para la comunidad; habilitar un espacio de cocina para establecer una empresa donde podamos confeccionar este tipo de alimento y dar oportunidad de empleo a personas que tienen poca o ninguna oportunidad de adquirir un empleo digno”, acotó.

El programa -apadrinado por la Bravo Family Foundation- adiestra a jóvenes en la confección de alimentos, mientras aprenden destrezas de liderazgo y desarrollo personal.

“No solamente le enseñamos a confeccionar los productos, sino al desarrollo personal para que sean ciudadanos responsables, gente de bien; hacer sus comidas diarias, lo que se come cotidianamente en los hogares para que ellos sean más independientes y puedan desarrollarse mejor como personas”, detalló sobre el proyecto iniciado en agosto pasado.

Igualmente, confesó la intención de ampliar el proyecto a través de la implementación de fincas familiares.

La organización sin fines de lucro fue establecida en 2014, por un grupo de voluntarios.
La organización sin fines de lucro fue establecida en 2014, por un grupo de voluntarios. (Suministrada)

“Estamos tratando de formar una empresa de la base, que rescata la cultura, que da oportunidad a la gente del barrio de desarrollarse, no solamente en el ámbito culinario, sino también estamos despertando el desarrollo agrícola, porque todos los productos que utilizamos aquí son de materia prima agrícola”, resaltó.

“El próximo año vamos a comenzar las siembras de fincas familiares, que es la producción de los guineos que utilizamos para los pasteles; yautías, calabaza, recao, y hacer siembras que puedan sustentar la producción de nuestros productos, así que los jóvenes van a estar capacitándose en el área agrícola”, agregó.

Para Leslian Otero Fanqui, de 23 años, “esta experiencia ha sido de mucho aprendizaje, conocimiento y, se siente bien porque estamos ayudando a muchas personas. Y ese agradecimiento llena”.

Mientras que Keishla Vélez Cartagena, quien tiene 22 años, aseguró que “desde el primer día me pusieron a hacer pasteles y guanimes. Es una experiencia increíble y de mucho aprendizaje”.

En camino a la certificación

Por su parte, Fernando Silva Caraballo, director del programa Líderes Comunitarios Excepcionales de la Bravo Family Foundation, explicó que, el proceso para que la Comuna cumpla con todos los requerimientos de ley y pueda ser reconocida oficialmente como empresa social, se completaría aproximadamente en agosto de 2023.

“Es una empresa social en desarrollo relacionada a la gastronomía tradicional puertorriqueña. La parte de producción y elaboración de esos productos viene dándose de manera informal desde hace varios años. Hasta el momento, ellos han estado intercambiando productos por donaciones que la gente hace. Una vez que estén listos y cumplan con todos los requisitos que debe cumplir una empresa social, se va a hacer un lanzamiento”, manifestó.

Fernando Silva Caraballo. director del programa Líderes Comunitarios Excepcionales de la Bravo Family Foundation.
Fernando Silva Caraballo. director del programa Líderes Comunitarios Excepcionales de la Bravo Family Foundation. (Suministrada)

“En ese momento, habrán cumplido con todos los permisos necesarios para operar como empresa. Eso no quiere decir que nuestro acompañamiento va a terminar ahí, al contrario, tenemos que asegurarnos de acompañarlos un año o dos más, dependiendo cómo vayan engranando los procesos de administración”, confirmó.

De hecho, la fundación donó dos lavadoras y dos secadoras para el establecimiento de la lavandería comunitaria.

Entretanto, la facilitadora del programa, Marisol Quiñones, expuso que “les enseñamos todo tipo de destrezas que necesiten para trabajar en la cocina de la Comuna, pero también en el entorno del desarrollo personal. Todo lo que necesitan para convertirse en esas mujeres y hombres del futuro, balanceados, felices y que logren sus metas”, resaltó.

Para más detalles, puede llamar al (939) 213-9554.

Así luce ahora la escuela que rescataron para el proyecto comunitario.
Así luce ahora la escuela que rescataron para el proyecto comunitario. (Facebook)