LAS PIEDRAS. - Luis Ernesto Rodríguez hizo todo lo que le correspondía para proteger su residencia ante la amenaza del huracán María. No vive con riesgo a inundaciones, porque su comunidad en la Urbanización Campo Real no es un área baja. Ni se suponía que tuviera peligro por fuertes vientos, pues tampoco reside en una zona alta.

Nadie, sin embargo, contaba con que el poderoso ciclón que tenía proyectado entrar entre Yabucoa y Humacao, atacaría tan fuerte en Las Piedras, llegándose a registrar, según información de la Oficina Municipal para el Manejo de Emergencias (OMME), ráfagas de hasta 205 millas por hora.

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"Nosotros pensamos que no íbamos a salir de esta. Ella me miraba así como, '¿que tú crees?' Todas las puertas de nuestros cuartos, moviéndose, moviéndose y moviéndose", dijo Rodríguez, quien junto a su esposa Marisol Matos y el hijo de ambos de siete años de edad, vivieron horas de angustia tras sentir un estruendo en medio del azote de María la madrugada del pasado miércoles. Y a pesar de que las puertas y ventanas de su casa se estremecían por el viento recio, y agua comenzó a entrar copiosamente por el techo, no fue hasta que pudo salir de su residencia más de ocho horas después, que se percataron de la magnitud de lo que había ocurrido por afuera.

El techo de la cancha de la Escuela Santiago Torres, en Las Piedras, voló en una sola pieza como una mole gigantesca cuando el Huracán María entró a la zona, y viajó un par de calles de la urbanización hasta chocar con la parte frontal de la casa B1. Tras golpear esa estructura, cayó encima y al frente de la B28, propiedad del matrimonio.

Una enorme viga de acero perforó el techo de la residencia, y los Rodríguez Matos quedaron expuestos a la copiosa lluvia y los fuertes vientos toda la madrugrada, justo cuando lo más fuerte de María continuaba atacando el este de Puerto Rico.

“Eso que está ahí que no tiene pared, es el ‘master bedroom’, y estábamos los tres allí, durmiendo, cuando de momento escuchamos un cantazo, pero luego vino otro cantazo. Entonces, cuando estamos moviendo la cama (para separarla de la ventana) ahí fue que vino el azote bien fuerte, que  yo pensaba que había sido un tanque de gas que explotó en esa pared”, dijo Rodríguez sobre la habitación en el segundo nivel de su hogar.

“Salimos corriendo porque eso voló cantos y cuando salimos por la puerta (del cuarto) lo dejamos así sellado. Ni habíamos visto lo que había pasado, hasta par de horas después que vimos que la cosa calmó y entramos. No nos habíamos dado cuenta de que el baño  tiene un boquete en la parte de arriba... la puerta, la ventana completa, y la columna que está ahí en el medio”.

Los tres miembros de la familia pasaron el resto del huracán en el pasillo del segundo nivel.

Todavía absorto al observar el frente de su casa con una montaña de chatarra encima, Rodríguez dijo que en su casa tenía todo listo para el huracán. Por cierto, la residencia posee ventanas se seguridad resistente a los vientos. En fin, que no tenía por qué pensar en marcharse a un refugio previo al paso del fenómeno.

“La realidad es que todo lo que hicimos en la casa para asegurarnos, funcionó", agregó Rodríguez.

Su esposa, por otro lado, recordó que poco antes de que esa masa de metales cayera en su residencia, habían decidido mover la cama para separarla de la pared y la ventana frontal.

“Cuando entramos al cuarto a buscar las pertenencias, ahí mismo eso (el techo de la cancha) nos dio”, relató Matos.

Su casa y otra aledaña en la que no vive nadie, fueron las más afectadas por la cantidad de chatarra que cayó encima, pero también el hogar de Edgardo López, vecino inmediato de Rodríguez y de Matos, recibió un azote que le desprendió parte del concreto de la parte superior de la estructura cuando venía bajando. López pensó lo peor acerca de sus vecinos cuando observó lo que ocurrió en la madrugada.

“Fue como de 2:30 a 3:00 de la mañana. Ya a las 6:00 cuando bajaron los vientos, en la calma, ahí fue que salí y me percaté de la destrucción. Yo ahí pensé que ellos habían fallecido porque luego salí y llamé a Marisol varias veces y no me escuchaban”.

Pero los Rodríguez Matos no solo movieron su cama a tiempo, sino que vivieron para contarlo.

"Gracias a Dios que nos dio break”, expresó Rodríguez.