El refugio urbano de Arecibo, ubicado en la escuela María Cadilla de Martínez, tiene severos problemas de higiene al punto que el excremento en los inodoros está a punto de desbordar al piso que ya está inundado de orines, debido a la falta de agua para bajar los baños.

Ese refugio alberga a 115 refugiados, entre ellos personas encamadas, ancianos con senilidad mental y niños, cuyas residencias sufrieron graves daños ya fuera por los vientos o las inundaciones.

El diésel que permitía operar la generadora de electricidad se acabó y no hay agua para que los servicios sanitarios ni las duchas funcionen. A los refugiados se les está sirviendo agua a través de oasis.

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“Vienen a suplirnos de diésel hoy (ayer)”, señaló la voluntaria encargada del refugio, Luz Rodríguez, quien desde el martes trabaja ininterrumpidamente junto con otros voluntarios de CERT.

La falta de energía o de hielo también tenía sumamente preocupada a una joven madre que se identificó solo con su nombre de pila Yahaira porque no podía mantener refrigerada la insulina que requerían sus hijos de 5 y 11 años.

El refugio en la María Cadilla de Martínez tiene dos pisos que parecen mundos distintos. El primer piso es un caos en higiene. Mientras que el segundo piso tenía los baños limpios al igual que los salones donde duermen los albergados. Los refugiados ubicados en esta segunda planta estaban satisfechos con el servicio que han recibido.

La encargada del refugio señaló que los amparados de la segunda planta se han encargado de limpiar los baños y mantener el orden. De hecho, el refugiado José Millet Rivera tenía llaves de ese baño para controlar el uso del mismo.

Rodríguez argumentó que algunas de las personas que ubican en el primer piso han sido responsables del mal estado del baño, mientras que quienes están en la primera planta dicen que no pueden hacer nada si no tienen agua.

Es irrefutable es que no hay agua para bajar los baños y que, de alguna manera, los que pernoctan en la segunda planta han tenido acceso a agua para bajar los baños. Una de las refugiadas, de nombre Eva, dijo que ella duerme en el mismo salón de los ancianos de la égida municipal y que no habían ido a bañarlos ni a buscarlos para devolverlos a sus apartamentos.

Maribel Colón, funcionaria del Departamento de Educación encargada de los refugios en Arecibo, dijo que una compañía de nombre Pierluisi estaba encargada de la operación de ese refugio, aunque Educación ponía los alimentos y a las empleadas de comedores escolares para que confeccionarlos.

Colón dijo que iría a inspeccionar el refugio y que si la compañía no solucionaba el problema que impide operar la cisterna, el Departamento se encargaría directamente del asunto.

No obstante, según explicó Rodríguez el refugio es atendido por un grupo de voluntarios que se rotan en turnos de trabajo, pero se quedan a dormir en la misma escuela debido a la dificultad de acceder a sus hogares debido a los daños en las carreteras ocasionados por el huracán María.

Los alimentos han llegado a la escuela, coincidieron los refugiados. El miércoles debido al azote del huracán las empleadas del comedor escolar no pudieron llegar al refugio a cocinar, pero Rodríguez aseguró que finalmente ella y los demás voluntarios prepararon la comida para los albergados. 

Por otro lado, Dalila Rivera, una maestra retirada, insistió en que a ella y a su hermana las retenían en contra de su voluntad y que ellas querían regresar a su hogar en el centro urbano. Rodríguez le explicó a la anciana que su residencia en el centro urbano de Arecibo no era habitable porque el río la inundó y que resultaría imposible para ellas dos solas limpiarla.

“Vine de manera voluntaria, pagué $20 para que me trajeran, a mí nadie del gobierno me fue a buscar porque me van a retener ahora”, decía entre sollozos la anciana.

Asimismo, Francisco Feo Hernández informó que tenía familiares con quien quedarse en Hatillo, pero que necesitaba transportación o que sus familiares supieran que estaban en el refugio para que pasen a buscarla.