Adjuntas.- Luz Nereida González es paciente de cáncer. Ya ha perdido cuatro citas médicas y su comunidad, en el barrio Vegas Arriba, sector Las Minas de Adjuntas, quedó incomunicada desde el azote del huracán María sobre Puerto Rico.

Para llegar hasta el lugar del derrumbe, donde ya se estaba trabajando con equipo pesado, nos tardamos en auto -desde el pueblo- unos 50 minutos. Luego, para accesar la humilde residencia de doña Luz, fueron 40 minutos cruzando charcos de fango, derrumbes, barrancos, árboles y postes caídos, cables del tendido eléctrico en el suelo y varios manantiales de agua fresca y limpia.

El alcalde de Adjuntas, Jaime Barlucea, fue al rescate con un equipo que incluía miembros de la Guardia Nacional, de la Policía municipal y estatal, y paramédicos, entre otros.

Relacionadas

Nos recibió Luis Soto, de 75 años y cuñado de doña Luz, que a preguntas del alcalde le dijo que se sentía un poquito mejor. Es que fue sometido recientemente a un intervención. 

“Yo estoy un poquito mejorcito porque me hicieron un raspe. Estoy bien. Tenía una cita (pero la perdió”, le comentó al ejecutivo municicipal.

Ante la pregunta de si tenía alimentos, contestó: “Hay a veces algo, sí”.

Precisamente la visita de Barlucea era para coordinar ayuda para la comunidad, donde todos los que viven son familia. Estos recibirían en la tarde de ayer alimentos y agua, y de ser necesario serían sacados  del lugar para ser atendidos. Esto último no fue necesario.

Sobre su cuñada de 75 años dijo que “ella tiene cáncer. Ahora tenía cita de seguimiento”.

Don Luis, quien dijo que no se iría de su hogar, nos llevó hasta la casa de su cuñada, que está al frente, y donde un rico olor a sofrito impregnaba el ambiente. 

Allí estaba una mujer humilde, de un sonrisa afable y quien, pese a las vicisitudes, estaba tranquila. Prepara “una sopita de vegetales con guineitos” con los productos que le da la tierra.

La próxima comida le quedará mejor porque el alcalde le prometió un nueva estufa de gas.

Esta pasó el  huracán María “en la casa de abajo”, cerca de la suya, y donde se albergaron su esposo, el hijo de ella y sus dos cuñados.

“Gracias a Dios que se quedó (la casa intacta). Se nos mojaron las cosas”, confesó sobre su vivienda.

Aunque en un momento pensó que iba a perder su hogar de hace 20 años, dijo que lo pasó tranquila durante el paso de María.

“Gracias a Dios no padezco mucho de los nervios”, aseguró. 

Siguió respondiendo lo que se le preguntaba. “Tengo un poquito (de comida), por ahí queda. De salud gracias a Dios me siento bien. Ya me dieron quimioterapia, radioterapia y  me operaron de un seno. Tengo cuatro citas atrasadas (en Manatí)”, explicó.

El alcalde tomaba nota para atender estos reclamos, incluyendo conseguirle algún medicamento que le hiciera falta en lo que abren el camino para que un vehículo pueda pasar.

Un paramédico le tomó los signos vitales a doña Luz y la encontró muy bien. 

En el caso de su esposo, Ángel Soto, de 70 años, la presión la tenía alta y no está medicado.

Este nos dijo que perdió todos los guineos y plátanos que tenía sembrados en doce cuerdas de terreno.

Pero por lo menos está vivo, porque aseguró que pasó tremendo susto cuando “se metió el viento ese al revés. Me puse a abrir la puerta y eso no abría, y cuando abro la puerta viene el viento y me la tira encima, y me da un cantazo y me tira al piso. Pero en eso viene otro viento más fuerte y le dio a la casa y ví que la casa se viró de un la’o para otro y me tiré pa’ bajo (donde se estaba quedando). Y venía el viento a to’ lo que daba y llegué allá abajo… casi muerto”, recordó. 

Con el matrimonio estaba uno de sus tres hijos, que también vive en el área. Este, Jose Luis Soto, nos  encontró de camino a su casa mientras subía con un envase a buscar agua de manantial. Esta sí que nunca le falta.

En el sector Las Minas están ahora estas tres familias o siete personas. Hay otras 20, que antes del huracán se fueron a casa de sus otros familiares.

Poco antes en el camino nos encontramos con Juan Manuel López, quien ha estado pendiente de sus vecinos y se ha dedicado a “picar palos” y tratar de despejar el camino. Aunque su casa sufrió pocos daños, sí perdió los platanos, guineos y café que tenía en la finca. 

Fue en el barrio Saltillo que nos encontramos con Daisy Avilés, de 76 años, que perdió todo.

Su casa de madera, en la que vivía hace como 30 años “y que estaba muy buena” quedó destrozada. 

Aunque pasó el huracán en un refugio ya regreso a los escombros donde quedó un cuarto, en muy mal estado, en el que se queda con su hijo. Allí también estaba una hija. Al lado están montando unas tablas y maderas para hacer un “cuartito en lo que me hacen la casa, porque Fema (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) me dijo que me iba a hacer la casa”, sostuvo.

Pese a la adversidad, doña Daisy reía sin parar y es que que coge “las cosas con calma (porque) somos cristianos”.

Mientras, se queda allí donde “a veces caen unas gotas de agua”. Hoy en la tarde cayó un aguacero. Ojalá y no se hayan colado muchas gotas de agua.

Precisamente en la parte de abajo de esa vivienda el alcalde le está construyendo una casa de madera, que aguantó el embate de María, a una hija de doña Daisy. 

Otra que lloró amargamente cuando se encontró con el alcalde fue Daisy Malavé quien también lo perdió todo.

“Tenía mi casa con sacrificios de años. Aquí crié a todos mis hijos. Perdí todo. Tenía unos materiales que se perdieron. El huracán no se llevó el techo, la explotó”, dijo compungida mientras sacaba cosas de los escombros.

La mujer que trabajó toda la vida en servicios de salud no pasó el huracán allí.

El alcalde le dijo que ya entregó la solicitud de Fema y que le llevaría comida y agua a donde se encuentra, en casa de su madre de más de 90 años. 

Aún en Utuado hay 121 personas refugiadas en este Municipio, aunque el alcalde dice que hay muchos otros que están en casa de sus familiares porque perdieron sus viviendas.

Como parte de los esfuerzos que se realizan, el alcalde repartirá comida y cajas de aguas a todas las comunidades.

En nuestro recorrido por el pueblo vimos muchas casas que se quedaron sin techo y otras que los perdieron a medias. Sin embargo, había acceso a las principales vías. Esta tarde trabajaban en un derrumbe en el barrio Capáez, donde pondrían piedras en el camino para lograr que la gente tenga acceso en auto.