Llegó a energizar la playa. Yuvel Merejildo se llevó hasta el generador de electricidad a la playa conocida como la pocita de Piñones, en Loíza, con la idea de encender el ambiente allí y salir un poco de lo que ha sido la rutina de su familia y la de la mayoría de los puertorriqueños desde el paso del poderoso huracán María.

La familia y amistades Merejildo, residente en Cupey, fueron de los pocos que hoy decidieron hacer una pausa de las filas en las gasolineras y restaurantes de comida rápida para pasar un domingo relajado en la playa.

“Vinimos a despejar la mente y a tratar de ver el lado positivo de la situación porque si nos quedamos en las casas y nos quedamos con la depresión, que si los nenes tienen calor, que si no hay agua, nos vamos a volver locos todos. El lado positivo es que nos pasamos los siete días trabajando y el domingo, el quedarte trancado en la casa te va a poner peor. Es horrible trabajando y va a ser peor quedándote en la casa trancado sin luz, sin agua, sin comida, sin nada para cocinar”, expresó.

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El sanjuanero explicó que se llevó la planta eléctrica con el objetivo de poner música allí para el disfrute suyo y de los demás bañistas.

También señaló que allí mismo, con una estufa de gas, prepararían los alimentos de hoy: “un arrocito” y unos “spaguetti” porque “es lo más fácil”.

Mientras, ellos disfrutaban el día bajo una de las pocas palmas que sobrevivió el embate del ciclón tropical, decenas de personas se bañaban en las aguas del mar aun turbias.

Un poco más adelante, los folclóricos kioscos y restaurantes de Piñones intentaban recobrar la normalidad.

En el establecimiento Sabor a Piñones, los tradicionales bacalaítos, piononos y alcapurrias eran los antojitos más solicitados por clientes, que además de buscar una alternativa para comer, querían dejar a un lado la aflicción que ha marcado la vida de los boricuas durante los pasados días.

“Vinimos a dar la vuelta, entretenernos y a distraernos un poquito. Sabíamos que aquí podíamos encontrar qué comer calientito. Salimos sin rumbo”, indicó Mónica Muñoz, vecina de Toa Alta.

“Yo esperaba que estuviera abierto porque el puertorriqueño rápido se anima y abre y se mueve”, añadió la fémina, quien estaba acompañado por su esposo y otros familiares.

A su lado, Ramona Morales, quien se desempeña como guardia de seguridad en el Centro de Diagnóstico y Tratamiento Lloréns Torres, en San Juan, esperaba una orden de bacalaítos para llevarle a sus compañeros de turno.

“Es que hoy es domingo, y allá está todo cerrado, las tiendas. Está todo cerrado. Aquí está nítido. Hay que echar pa’ alante. La gente está despejando la mente porque esta situación que estamos viviendo es bien difícil”, manifestó.

Javier Nieves y Vanessa Castro, por su parte, fueron parte de las decenas de clientes que llenaron hoy establecimiento Carmín Restaurant, en busca de una fritura, un buen plato de comida o una cerveza bien fría.

De hecho, en dicho negocio no quedaba agua embotellada para la venta, pero las cervezas no tardaban en llegar de la barra a las mesas.

La pareja recalcó que en medio de la crítica situación que atraviesa la Isla, era necesario al menos poder distraer a sus hijos.

“Ahora mismo, la rutina se ha vuelto levantarse supertemprano a hacer filas en los puestos (de gasolina), a buscar diésel, gasolina para (hacer) funcionar los carros o los negocios personales. Básicamente, toda la semana ha sido así. Desde las 5:00 a.m. levantados, buscando combustible, y el fin de semana, decidí no ir más para los puestos porque mentalmente se agota uno muchísimo”, afirmó.

La familia, según afirmó Nieves, salió hacia Piñones con la certeza de encontraría un negocio de comida abierto debido que la mayoría de los establecidos la popular zona funcionan con estufas de gas, pero se sorprendió al ver tanto flujo de personas.

El panorama en la playa Pine Grove, en Isla Verde, cerca de las 11:00 a.m. era uno distinto al de los domingos antes de María. Cuando lo normal allí a esa hora es la suerte de encontrar un lugar para estacionarse, la gente apenas comenzaba a llegar por filtraciones.

El público, cerca del mediodía, no superaba las 10 personas.

La venezolana Karol Landaeta, quien se encuentra de visita en Puerto Rico y vivió la experiencia de su primer huracán con María, recalcó la importancia de reconectarse con la naturaleza y con aquellas actividades que forman parte de la rutina de los boricuas para poder superar esta crisis.

A juicio suyo, la playa es esa inyección necesaria de buena energía.

“Todo contacto con la naturaleza nos hace vivir en armonía, y esto nos hace vivir en armonía”, indicó por su parte Faisel Iglesias, otro bañista residente en San Juan.

“Las personas se sienten recogidas porque han recibido un golpe. Todo golpe nos hace recogernos, pero ya hay personas que estamos viniendo porque sabemos que es necesario el contacto con la naturaleza porque esa es la única manera de volver al equilibrio”, agregó.

Iglesias se encontraba acompañado por su hijo y un amiguito del menor, mientras Landaeta estaba junto a su novio y suegro. Aunque los grupos no se conocían, la soledad en aquella playa motivó una conversación que los llevó a quedarse compartiendo como amigos.

En el balneario de Dorado, que como otras instalaciones operadas por el gobierno se mantiene cerrado, una familia logró colarse a través de un portón peatonal roto.

Sulayca Ávila, residente Toa Baja, llevaba siete años sin acudir a la mencionada playa. Hoy quiso darse la vuelta para que sus hijos se divirtieran y sus tres perros se relajaran corriendo y nadando.

“Vinimos para tranquilizar los perros y darles un bañito a ellos… Tenemos que liberarnos de lo negativo que nos dejó el huracán y retomar lo que es nuestro diario vivir, las rutinas, para el bienestar de nosotros a nivel físico y mental. Sí, tenemos limitaciones, pero se sobre pasan”, reiteró.