La nostalgia invade a quienes visitan la Hacienda Don Benito en el municipio de Florida, al encontrarse de frente con una serie de antigüedades que evocan el Puerto Rico del siglo 19 en distintas dimensiones.

Allí se juntan interesantes colecciones que entrelazan los recuerdos de sus visitantes, que muchas veces lloran al ver los utensilios y equipos con los que fueron creciendo en sus respectivos hogares y pueblos.

El museo cobra vida en una estructura construida en madera y zinc, ubicada en el sector La Ceiba en la “Tierra del Río Encantado”, a donde se respiran las añoranzas de aquellos que se conectan con un pasado envuelto en piraguas, hamacas e instrumentos musicales.

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Su creador es Jaime Soto Pérez, un coleccionista de memorias, que quiso compartir su tesoro con familiares y amigos quienes se emocionaban al entrar en contacto con decenas de objetos que luego fueron dispuestos para el deleite de otros visitantes.

Según el hombre de 75 años, don Benito Mendoza Rivera era su suegro, “un terrateniente, filántropo y educador. Le decían el ingeniero, porque inventaba cosas y tenía una mente privilegiada”.

“Esto era una finca, aquí se sembraban tres cosas: tabaco, caña y frutos menores. Toda esta finca era de don Benito, mi suegro; yo me casé con su hija menor. Entonces, ella heredó parte de las tierras a donde yo desarrollé este concepto”, relató el hijo de Pelegrín Soto Saavedra y Bernardina Pérez Figueroa.

Jaime Soto es el propietario del mágico lugar.
Jaime Soto es el propietario del mágico lugar. (Isabel Ferre Sadurni Photography)

Su pasión por las antigüedades viene desde hace muchos años, aunque comenzó a recibir gente en su hacienda desde el 2010.

He sigo coleccionista toda mi vida, me encantan las antigüedades porque narran un pasado hermoso. La gente dice que, los tiempos de antes eran difíciles y, sí, eran difíciles, pero yo no los cambio. Algo tenían de bueno aquellos tiempos, porque había compañerismo, respeto, solidaridad y lo poco o lo mucho se compartía”, resaltó el exdirector ejecutivo de la Cooperativa de Florida.

“Comencé con esta área porque a mi hijo le gusta el deporte de los gallos y los tenía aquí. Cuando se quitó, le dije que iba a arreglar la estructura para reuniones familiares. Entonces, cuando él se fue, comencé a traer las antigüedades y cuando las amistades venían, les gustaba el concepto. Entonces, seguí expandiendo la estructura”, sostuvo el educador.

La hacienda conquista los corazones de muchas familias que quedan prendadas desde que acceden a la antigua casona.

“Lo primero que se ve es el rótulo: ‘Cada familia tiene su historia, bienvenidos a la nuestra’. En la entrada hay un carrito de piraguas para recordar a los piragüeros que antes estaban en los pueblos. Uno les cogía cariño porque siempre iban por las comunidades. Los siropes eran hechos acá, porque había mucha fruta”, apuntó.

“Luego los pasamos para que vean cómo eran las casas antiguas y cómo eran con muebles de pajilla. Luego van a ver los instrumentos autóctonos que se desarrollaron aquí, que es el cuatro, el triple y la bordonúa. Igual pueden ver el güiro y la maraca como representación de la herencia taína”, mostró.

Uno de los espacios recrea el antiguo colmado de Don Clemente González en el sector Pajonal. Mientras que en otro espacio se recrea la barbería de Vidal Santiago Díaz.

“Vidal Santiago nació en Aguas Buenas y era el barbero de Don Pedro Albizu Campos. Se hizo famoso porque en la Revuelta de 1950, él estaba en su barbería y fueron 50 guardias nacionales y la policía insular a retar a un solo hombre a tiro limpio”, explicó.

Entre los artículos, hay una caja registradora que data de 1928.
Entre los artículos, hay una caja registradora que data de 1928. (Isabel Ferre Sadurni Photography)

Entretanto, otras colecciones presentan cámaras, radios, relojes y teléfonos antiguos, “otra de quinqués, reyes magos, nacimientos, quijotes, máquinas de coser antiguas y maquinillas antiguas”.

Al recrear una vivienda de mediados del siglo 19, el coleccionista florideño expuso que “nunca en los hogares de Puerto Rico podía faltar el sagrado corazón de Jesús”.

“Tampoco podía faltar un lebrillo, que es el instrumento que se usaba porque las casas no tenían baño, todo era la famosa letrina. Con el lebrillo y la jarra de agua se lavaban la cara. Estos son abanicos antiguos que datan de los años 30. Así era que se vivía”, esbozó al mostrar una cama de hierro de finales del siglo 18, propiedad de sus abuelos.

“Tenemos una colección de planchas que vienen desde la rudimentaria, que era la que se calentaba en el anafre con carbón, luego vino la plancha de carbón, otra de bencina -que es un combustible- y después llegaron las eléctricas”, sostuvo.

Asimismo, señaló un yugo, que era el instrumento utilizado por los campesinos para arar la tierra con bueyes. Además de una vitrola de manigueta y un vitral que “recrea la pesca milagrosa y cuando el Señor reprendió el viento y las olas en el mar”.

“Aquí tenemos quinqués de diferentes épocas, una vellonera antigua y una colección de radios antiguos de los años 20, 30, así como televisores antiguos y sombreros”, acotó.

De otra parte, hay un espacio que nombró “La cocina de mama Chín”, que “era la esposa de Don Benito. Aquí se cocina. Allá está el fogón y una estufita de una hornilla”.

“Tenemos también ‘La cantina de Chuíto’, que es mi hermano”, expresó al señalar una caja registradora que data de 1928, hamacas por todo el balcón y una colección de bicicletas de distintas épocas.

Para más detalles, llame al (787) 375-3959.

Los visitantes a la Hacienda Don Benito, localizada en el pueblo de Florida, comparten sus memorias en el museo que muestra diferentes artículos que usaban nuestros abuelos