Hace dos semanas, la noticia del terremoto en Turquía y Siria conmovió al mundo. Las imágenes desgarradoras de la devastación, la búsqueda desesperada de sobrevivientes y el dolor de los que viven para contarlo me entristece hoy como el primer día. Los rescatistas han encontrado algunos milagros debajo de los escombros; tres personas fueron halladas sepultadas vivas, trece días después de la tragedia. Pero estas son ahora incidencias raras, ya casi no les quedan esperanzas. La cantidad de fallecidos sobrepasa los 44,000.

El joven puertorriqueño Pedro Nieves, quien vive en la ciudad turca de Gaziantep, pudo salir a tiempo y poner a salvo su vida. Narró cómo logró salir del edificio de apartamentos, que aunque sufrió daños, se mantuvo en pie. Es una estructura que está ubicada justo en el epicentro de los terremotos del 6 de febrero. Por ser una zona sísmica, con toda probabilidad el edificio se construyó siguiendo los códigos contra terremotos. Aclaro que yo no sé nada de ingeniería, así que solo me refiero a lo que he leído y conversado al respecto con expertos. Lo que me han informado es que estos códigos no pretenden que la estructura quede intacta, puede sufrir daños y pueden ser, incluso, severos. El objetivo es que resista, que no se derrumbe y que los habitantes de ese lugar no mueran sepultados por los escombros. Por eso hoy Pedro puede contar lo que vivió.

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La tragedia sobre la tragedia es que, a excepción de los edificios más antiguos, las edificaciones más recientes en Turquía debieron ser construidas siguiendo los códigos sismo resistentes, pero al parecer no fue así. Hoy el pueblo turco busca a los responsables que obviaron los protocolos para obtener más ganancias. Lo peor es que ha trascendido que el Gobierno les firmó un decreto de inmunidad, para que pudiesen avanzar en el desarrollo de proyectos, sin tener necesariamente que cumplir con las especificaciones del código contra terremotos.

Se habla en Turquía de enjuiciar a esos contratistas que exhibieron un nivel de negligencia criminal, pues a sabiendas de los peligros en la región, construyeron burlando la reglamentación. Uno de ellos, de hecho, fue arrestado en un aeropuerto, tratando de salir del país.

Mi llamado al Gobierno puertorriqueño es que se mire en ese espejo. Que es permitido aprender por cabeza ajena. En Puerto Rico se construye demasiadas veces ignorando los estándares de planificación y cualquiera de estos días otro desastre nos va a pasar factura. Los códigos de construcción antisísmica existen por una razón, las zonas marítimo terrestres existen por una razón. No hay más que darse una vueltita por Rincón o por Ocean Park para entenderlo. Es cierto que algunas comunidades existen hace mucho tiempo y que hay cosas que ya no tienen vuelta atrás. Pero con el conocimiento que existe a estas alturas del siglo, insistir en construir en una playa, ignorar los mapas de zonas inundables, ignorar los códigos antiterremotos, los usos aprobados para el suelo, raya en un acto criminal.

Y los desarrolladores van a insistir… porque todo el mundo quiere la vista más bonita, construir al menor costo posible y sacarle mucho dinero al proyecto. Y del otro lado de la ecuación, hay gente que lo quiere o lo necesita, o sea, un mercado. También habrá algún funcionario que no le importe o que ignore los reglamentos. Quisiera equivocarme, pero estoy segura de que hay quien recibe una buena propinita para aprobar lo que no debe. Y claro, la codicia antes que la seguridad. El asunto es que esas inadvertencias, que no lo son, cuestan vidas. No se trata de estar en contra del desarrollo; es un sentido básico y primitivo, de tratar de preservar la vida. Estamos a tiempo para comenzar a hacer lo correcto y evitar otra tragedia mayor.