Diversos estudios neurocientíficos han comprobado que la actividad física nos ayuda a mantener claridad mental, tener acceso fácil a nuestros recuerdos y poseer mayor resiliencia frente a eventos que nos causan estrés. Tu sistema nervioso y tus músculos están conectados directamente. En promedio, los niños que practican actividad física regularmente tienen mejor rendimiento académico en la escuela que sus compañeros sedentarios. Lo mismo aplica para personas adultas físicamente activas: retienen mejor la información, aprenden más rápido y retrasan el deterioro neurocognitivo.

¿Sabías que el ejercicio físico causa la liberación de químicos, llamados moléculas de la esperanza, que modifican tu cerebro? Cuando nos ejercitamos se libera miosina de los músculos. En el cerebro, esta proteína permite la comunicación eficiente entre neuronas y ofrece protección contra sustancias tóxicas que podrían afectarlo. Además, esta modificación neuroquímica induce un estado de ánimo positivo, reduce la ansiedad, mejorar la memoria y aumenta nuestra capacidad de aprendizaje a mediano y largo plazo.

Sabemos también que el factor neurotrófico derivado del cerebro se libera cuando nos ejercitamos y funciona como abono para tus neuronas. Esta molécula promueve, no solamente el crecimiento de sinapsis, sino la generación de neuronas nuevas en el hipocampo. Esta región es clave para la formación y el acceso a nuestras memorias. Es decir, que moverse, caminar, correr, nadar, bailar y ejecutar otras actividades físicas inducen neurogénesis y cambian nuestra psiquis. Poéticamente, es como plantar flores bellas hechas de neuronas en tu cerebro en cada subida de escaleras.

La neurociencia también ha encontrado que el ejercicio y la actividad física causan la secreción de dopamina, serotonina y endorfinas. Estos neuromoduladores nos permiten experimentar la sensación de motivación, placer y relajación. De hecho, varias investigaciones clínicas muestran que el ejercicio físico puede utilizarse para tratar casos leves o moderados de depresión con una efectividad parecida al uso de medicamentos antidepresivos. Otros estudios recientes están midiendo cómo bailar salsa específicamente contribuye a retrasar el deterior neurocognitivo. ¡Esa es tremenda noticia para los boricuas salseros! Moverse y ejercitarse es útil para tener mejor salud física y capacidad mental.

Estar activos físicamente es otra razón para evitar el sedentarismo. Vivimos en una sociedad diseñada para que no te muevas: trabajo remoto frente a una computadora, entretenimiento por teléfono celular y comida entregada a la puerta de tu casa. Múltiples estudios científicos comprueban que permanecer demasiado tiempo sin ejercitarse, o sin tener actividad física, aumentan el riesgo de experimentar ansiedad, depresión, insomnio y de desarrollar enfermedades neurodegenerativas. No hay nada malo con dormir y estar relajados. El problema es cuando el ocio se convierte en una inercia crónica que impide que muevas tu esqueleto.

La buena noticia es que no necesitas correr un maratón mensual ni estar 2 horas diarias en un gimnasio para tener un cerebro saludable. Entonces ¿cómo añadimos el ejercicio o la actividad física a nuestra vida tan complicada? Aquí te incluyo 5 consejos basados en investigaciones neurocientíficas y en algunos principios de la psicología para incorporarlo a tu rutina diaria.

  1. Asócialo a otras actividades placenteras. Puedes escuchar tu podcast favorito mientras caminas 20 minutos. Igual puedes caminar con tu perro. La idea es mezclar elementos que mantengan tu motivación.
  2. Hazlo visible. Deja los tenis de correr o de hacer ejercicios en un lugar donde los veas todos los días. Es una señal visual que tu cerebro procesa y te hará más fácil crear esa rutina nueva.
  3. Adopta hábitos y retos personales. Comienza caminando 5 minutos y luego aumenta a 10 minutos diarios donde vives. Luego aumenta a 30 minutos en la pista o parque más cercano. Si ya tienes una rutina, aumenta la duración o la intensidad del ejercicio. Otra opción puede ser bailar dos canciones de salsa en la sala de tu casa todas las noches después de cenar. ¿Puedes?
  4. Hazlo con amistades y encuentra tu comunidad. Moverse en grupo genera compromiso y alegría porque estás interaccionando con otras personas que te felicitan, te apoyan y te animan. Porque se trata de un compromiso contigo y con las demás personas o amigos para ejercitarte y vivir más saludable.
  5. Cambia tu narrativa y tono mental. El primer paso depende de cómo estamos viendo ese compromiso. No digas “tengo que ejercitarme” ni pienses de antemano que es algo incómodo o pesado. Esa es la peor receta para comenzar. Es mejor pensar positivamente y decir “voy a darle salud a mi cerebro y a mi mente porque quiero sentirme saludable y porque quiero tener una buena memoria”. Repetirlo en voz alta muchas veces obliga a que tu cerebro lo aprenda.

En resumen, la evidencia desde la neurociencia indica que la actividad física y el ejercicio regular ayudan a prevenir o retrasar múltiples enfermedades físicas y condiciones neurológicas. Puedes ejercitarte corriendo, practicando yoga o haciendo tareas de jardinería en tu patio. La clave es tener fuerza de voluntad, una estrategia, una rutina y mucha consistencia.

El movimiento corporal nos ayuda a reducir el estrés, tener mejor calidad de sueño, elevar nuestra autoestima y tener mayor capacidad neurocognitiva. El movimiento es vida, así que, para vivir saludables tenemos que movernos todo el tiempo. Y recuerda: tener un cerebro sano es tener un “pensamiento elevado”.