Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
PUBLICIDAD
Estoy leyendo un libro sumamente interesante que trata sobre la forma casi automática en la cual nuestros cerebros responden a diferentes situaciones. El autor de “Blink” explica a través de diferentes anécdotas, estudios científicos y observaciones, cómo nuestra intuición es mucho más poderosa de lo que la mayoría de nosotros podemos reconocer, y cuán fuerte puede ser la influencia de las palabras e imágenes que nos rodean.
Uno de los estudios que cita Malcolm Gladwell describe cómo se sometió a estudiantes voluntarios a un ejercicio en el cual se les entregaban diez grupos de palabras todas mezcladas para que con cada grupo ellos formaran una oración coherente. Deberían completar el ejercicio lo más rápido posible. Lo curioso es que lo que se estaba midiendo aquí no era la rapidez con la cual completarían las oraciones, sino cómo algunas de estas palabras podrían afectar su comportamiento. Resulta que en cada una de las oraciones había por lo menos una palabra relacionada directamente con el proceso de envejecimiento o la “tercera edad.”
Entre las palabras presentes en las diferentes oraciones estaban “arrugas”, “viejo”, “gris” y “bingo”. Aunque los jóvenes que estaban participando en la prueba jamás se percataron conscientemente de la relación entre las palabras y el proceso de vejez, su mente subconsciente sí parece haber grabado esa conexión. El resultado fue que todos los sujetos, sin excepción, salieron del salón de examen caminando más lentamente de lo que entraron. Era como si la computadora cerebral hubiese captado las palabras y, de alguna forma, los llevó a comportarse como si fueran un poco más viejitos.
De esta prueba, desarrollada por un psicólogo norteamericano, se han hecho cientos de variantes. Cuando se utilizan palabras relacionadas con la agresividad, por ejemplo, la gente sale actuando de forma más impaciente y agresiva. Cuando las palabras en la prueba hacen referencia a la consideración y la tolerancia, los sujetos demuestran mucha más paciencia y armonía.
Las palabras, ya sean habladas, leídas o pensadas, cargan una energía que consciente o inconscientemente nos afecta. De la misma forma en que a los jóvenes que tomaron esa prueba las palabras relacionadas con la vejez les afectaron el ritmo al caminar, las palabras que leemos nos pueden hundir en la negatividad o elevar nuestro sentido de esperanza; nos pueden robar la paz o empujarnos a aspirar a lo más elevado; nos pueden ayudar a creer en la humanidad o enterrar nuestras esperanzas.
Estamos viviendo un momento difícil, de grandes cambios y retos tanto a nivel local como mundial. Los diarios y los noticiarios no pueden tapar el cielo con la mano. Las noticias, en términos generales, tienden a ser altamente negativas. Tratemos de no hacer las cosas peores. Conéctate con palabras que te inspiren. Busca soluciones en vez de seguir hablando de los problemas. En vez de criticar a aquellos que dirigen nuestros destinos y los del resto del planeta, pide luz para sus mentes y sus corazones. No permitas que las palabras y frases negativas te empujen al cinismo, la agresividad y la desconfianza.
Lucha con todo lo que puedas por agarrarte de aquello que construya en vez de pegarte a las palabras y actitudes que destruyen. Estamos todos en el mismo bote. Es hora de “colaborar” en vez de “competir”. Es hora de “aportar” en vez de “atacar”. Es hora de crecer. ¿Cuáles son las palabras que vas a escoger como tu “mantra” o frase poderosa de vida en este momento? Piénsalo bien, porque esas palabras no se las va a llevar el viento.