En las antiguas enseñanzas del Tibet se habla de un ave mística llamada garuda. Según la leyenda esta ave nace completamente lista para enfrentar la vida. Dentro del huevo ya tiene todo su plumaje desarrollado, pero obviamente no puede volar hasta que el huevo se rompe. Una vez esto ocurre, la garuda se eleva, demostrando su majestuosa belleza y su gran fuerza. Si la garuda en realidad existe o no, eso jamás lo sabremos. Lo que sí sé es que las enseñanzas budistas la utilizan como un símbolo de la verdadera naturaleza de cada ser humano, de esa perfección innata, esa capacidad natural de buscar siempre volar lo más alto posible. Si ésa es nuestra esencia, ¿por qué escogemos entonces quedarnos dentro del cascarón?

¿Qué nos impide ser garudas y reconocer que internamente tenemos todo lo que necesitamos para ser felices? Pienso que el cascarón no nos deja ver. Y ese cascarón está hecho de deseos y apegos que nos arrastran, miedos que nos atan, complejos y corajes que nos ciegan, y tantas otras emociones pesadas que no nos permiten reconocer quiénes somos en realidad. Alguien, por ejemplo, consigue algo que nosotros hubiésemos querido. En vez de conectarnos con nuestra capacidad natural de entender que lo que es verdaderamente nuestro nadie nos lo puede robar, nos agarramos del orgullo, del miedo a que nos “ganen” y seamos menos, y por ahí nos hundimos en el abismo del coraje y la amargura.

Sí, seguro que hay momentos en la vida que parecen injustos, y que es natural que nos sintamos dolidos cuando algo o alguien nos decepciona. Pero, ¿qué parte de ti está respondiendo a esa experiencia? ¿Es la garuda o es el cascarón? ¿Es ésa parte que se reconoce como perfecta y libre, o aquella que sólo busca separarte de tu paz para demostrar que tiene la razón?

Si no estás segura de quién exactamente está respondiendo, aquí tienes unas señales por las cuales puedes guiarte. Tu garuda está libre del cascarón cuando:

  • No lo tomas personal entendiendo que hay cosas que pasan, y punto.

  • Puedes ver más allá de este momento y reconocer que tienes las herramientas para superarlo.

  • Tienes la capacidad de ponerte en los zapatos de aquel que te ha herido u ofendido y sentir compasión por él o ella.

  • Puedes reconocer cuando una emoción negativa está despertando en ti y en vez de agarrarte de ella, la dejas ir.

  • Cuando sientes que tu paz es más importante que ganar o tener.

  • Cuando puedes ver a esa persona o esa situación como tu gran maestro en vez de tu gran enemigo.

  • Cuando no ves la humildad como algo que te hace débil, sino como tu mayor fortaleza.

    Aprender a reconocer que somos garudas, el recordar esa capacidad de amor incondicional que traemos de fábrica, es trabajo de una vida entera. Inténtalo y te prometo grandes ganancias. Tienes ya todo lo que necesitas, es cuestión de empezar a practicar.