Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
PUBLICIDAD
Recientemente le estaba dejando saber a una amiga que próximamente se estará reponiendo una obra de teatro en la cual estuve participando hace unos meses. “Va a ser una función benéfica,” le expliqué. “Todos estamos donando nuestro trabajo para recaudar fondos para unos compañeros de los medios que necesitan ayuda.” Ella me miró como extrañada y me preguntó “¿Y qué tú ganas con eso?”
Les confieso que su reacción me confundió tanto que no supe ni qué contestarle. ¿Cómo explicarle a una persona el significado de un “acto de caridad”? Que conste, que esta amiga es un buen ser humano de muy buenos sentimientos. No sé si en ese momento, como a muchos les ocurre en tiempos de crisis, esos “buenos sentimientos” se nublaron bajo el manto de “las cosas están malas, así que busca cómo vas a ganar algo siempre.”
Por eso, porque me parece que lo necesitamos hoy más que nunca, es que quería darle un repasito a lo que “ganamos” cuando hacemos de la compasión y el servicio parte de nuestra vida. Para comenzar, al hacerlo estamos creando consciencia del dolor y la necesidad de otros, y por lo tanto, nos alejamos de nuestros dramas personales. Nuestros problemas se hacen menos cuando comenzamos a aliviarle la respiración a otros.
Por otra parte, dar sin esperar nada a cambio es el mejor ejercicio para fortalecer la autoestima. La satisfacción que sientes cuando haces la diferencia en una vida te recuerda el potencial de amor incondicional que llevas por dentro. El saber que tienes esa cuenta de ahorros llena de compasión esperando a que alguien la necesite siempre te hace sentir orgulloso (a) de lo que eres capaz. Y lo último que te queda en un sentido de tranquilidad increíble, porque sabes que si tú puedes hacerlo, entonces tiene que haber muchos como tú, también dispuestos a servir. Y este hecho cambia tu visión de la humanidad. ¿Qué ganas tú con dar? Lo ganas todo. No pierdas las oportunidades que se te presenten hoy.