Hitman: Agent 47
Considere invertir su tiempo en algo que no sea ver esta nueva e igualmente desastrosa adaptación del popular videojuego.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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Permítame postergar momentáneamente la crítica de Hitman: Agent 47 para hablar de mejores maneras de invertir su tiempo frente a una pantalla.
Usted podría, por ejemplo, jugar alguno de los videojuegos en los que se basa esta película, la segunda en menos de una década que intenta adaptarlos cinematográficamente (si no recuerda la otra del 2007 es porque aquella, también, fue un rotundo fracaso). Ninguno de esos juegos es particularmente memorable, pero al menos el personaje digital del Agente 47 –un asesino a sueldo genéticamente alterado para ser más letal- tiene una excusa para su robótica y artificial actuación, algo con lo que el protagonista del estreno de hoy, Rupert Friend, no cuenta. La realidad es que ningún actor pudo haber hecho algo decente con este papel, pero Friend apenas aparenta ser de carne y hueso, incluso en las escenas en las que no es recreado por un pésimo doble digital.
¿Acaso ha visto John Wick? El divertido estreno del 2014 -que ya está disponible para la venta y alquiler- también trata acerca de un experimentado matón y su argumento no es más ni menos risible que el de de Hitman: “mafiosos matan al perrito de un asesino y este procede a vengar a su mascota”. Pocas premisas suenan más absurdas, pero los novatos directores Chad Stahelski y David Leitch la hicieron funcionar espectacularmente. ¿Cómo? A través de unas coherentes y expertamente coreografiadas secuencias de acción y la intrigante elaboración de una mitología detrás del protagonista que se mantiene en el trasfondo, proveyendo información acerca de la realidad alterada en la que habitan estos personajes sin jamás recurrir a verbalizarlo todo.
Hitman: Agent 47, por el contrario, posiciona su descabellado argumento en primer plano, obligándonos a seguir los pasos del mencionado agente mientras intenta detener los planes de una corporación que confabula para crear a otros como él. El constante vómito de rebuscada exposición –provista por los guionistas detrás de otras “joyas” como A Good Day to Die Hard y X-Men Origins: Wolverine- se ve interrumpido ocasionalmente por extensos tiroteos y persecuciones contaminadas con el uso excesivo de efectos computarizados bajo la dirección –casualmente- de otro novato: Aleksander Bach, quien parece haber visto demasiadas películas de John Woo pero… ¡ay sí! ¡John Woo! Mejor hablemos de The Killer.
El clásico hongkonés de 1989 es una clase maestra del cine de acción, una que usted podría estudiar ahora mismo en Netflix en la mayoría de los aparatos digitales. Woo entiende el ritmo de la acción, sabe dónde posicionar la cámara y cómo moverla para mejor transmitir la intensidad de sus secuencias. En sus manos, el lento intercambio de disparos se transforma en un seductor bolero, mientras que Bach rápidamente aburre con su desenfrenado “mosh” de erráticos tiros que carecen de un sentido de dirección, tanto cinematográfica como geográfica.
Si los videojuegos y las películas mencionadas no son lo suyo, ¿qué tal un libro? Descargue en su tableta la muestra de The Martian -cuya adaptación fílmica se avecina y luce bastante prometedora- y con toda probabilidad termine comprando la novela completa. La emocionante historia de supervivencia de un astronauta en Marte apenas sobrepasa las 300 páginas. Podría empezarla y acabarla este mismo fin de semana y le aseguro que se sentirá más corta que ver los 96 minutos del susodicho estreno de hoy.
Usted podría ir a ver Hitman: Agent 47 –quién sabe, incluso podría gustarle- o seguir cualquiera de las recomendaciones anteriores. Están las tontas películas de acción y entonces están las películas de acción puramente tontas. La gran diferencia es que la primera suele saber que es tonta, mientras que la segunda ignora este detalle. Crank es una tonta película de acción. La que llega hoy a las salas pertenece al segundo grupo.
Entonces, en cuanto a esa crítica que les prometí…