“Señora, por favor, enséñeme su tarjeta de vacunación”.

“De los 25 fallecidos, 15 no estaban vacunados”.

“El 80% de la población ya tiene la segunda vacuna”.

“Mañana me iré a vacunar”.

“¿Y tú, ya te vacunaste?”

Vacuna, VACUNA, ¡VACUNA!

Esa es la palabra del año 2021.

Y no lo digo yo, lo estableció la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), entidad asesorada por la Real Academia Española y la Agencia EFE.

Cada año, la FundéuRAE escoge la palabra que más repercusión ha tenido en el mundo hispanoparlante, que hoy cuenta con casi 600 millones de personas alrededor del planeta.

La selección de la palabra ‘vacuna’ no sorprende, si pensamos que fue en el 2021 que las primeras personas comenzaron a ponerse la inyección y a lo largo del año muchos de nosotros lo hicimos por tres ocasiones.

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Además, la FundéuRAE considera la relevancia de la palabra en términos de su etimología. Sin duda, el término ‘vacuna’ tiene un origen interesante.

¿A qué te suena? ¿A vacuno? ¿A vaca?

Pues por ahí es que viene la historia…

¿Que tienen que ver las vacas con las vacunas? Mucho, sigue leyendo…

Resulta que, en el pasado, la viruela llegó a convertirse en una epidemia devastadora, sobre todo en el siglo XVIII. En aquella época, era común que las mujeres encargadas de ordeñar las vacas se contagiaran con una versión menos grave del virus de la viruela, también conocida como el virus de la vaca o viruela vacuna. El contagio se producía cuando las manos de estas ganaderas entraban en contacto con unas ampollas infectadas con el virus que se encontraban en las ubres del ganado. Como en aquella época no había buena higiene y el jabón no abundaba, pues las manos de las ordeñadoras infectadas con el virus pasaban a contaminarlo todo y a contagiar a las demás personas a su alrededor.

Médicos de la época en Inglaterra observaban que estas mujeres que ordeñaban las vacas y que estaban en constante contacto con la viruela vacuna se volvían inmunes a la enfermedad y jamás la padecían. Ante esto, en 1796, un médico llamado Edward Jenner tuvo la idea de tomar un poco de secreción de una granjera que se había infectado con una vaca que tenía viruela vacuna y se la inyectó en el cuerpo de un niño de ocho años llamado James Philips. El niño nunca enfermó ni murió de viruela. A partir de ahí, se comenzó a inyectar o ‘vacunar’ a más personas en Europa y se pudo observar que el procedimiento era efectivo para evitar que las personas mostraran los síntomas de la enfermedad. El propio Jenner vacunó de forma gratuita a los pobres de su pueblo de Berkeley y salvó muchas vidas.

Este virus contagioso de la viruela provocaba fiebre y la aparición de ampollas de pus en la piel. Aquellos que no morían, quedaban por siempre con las cicatrices de las ampollas. Ya hoy día no se escucha hablar de esta enfermedad, luego de que en el 1980 se declarara su erradicación gracias a las intensas campañas de vacunación.

Así que, podemos darles las gracias a las vacas por todo lo que le han dado a la humanidad: carne, cuero, leche, derivados de la leche y… la vacuna que nos salva vidas. Así que, cuando pasemos por un prado lleno de vacas, bajemos la cabeza hacia ellas en señal de respeto y agradecimiento por todo lo que han hecho por nosotros.

Por ahora, celebremos la ‘vacuna’… ¡la palabra del momento!