Las palabras que crees que están mal… pero están bien
Muchas veces, lo que creemos que es un error es simplemente algo que no nos suena familiar.

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Hay palabras que suenan tan raras que uno las escucha y lo primero que piensa es: “¡Eso está mal dicho!” Y sin embargo… están bien. Sí, el español tiene sus sorpresas. Hoy te invito a descubrir algunas de esas palabras que muchos consideran incorrectas, pero que cuentan con su aprobación oficial.
Empecemos con las más controvertidas: freído, imprimido y proveído. ¿Te suenan mal? A mucha gente también. Pero si las buscas en el Diccionario de la lengua española, allí están, con todas sus letras y sin ninguna advertencia de incorrección.
Estas palabras son participios válidos, al igual que frito, impreso y provisto. Eso quiere decir que puedes decir perfectamente:
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- El huevo está freído (aunque suene raro) o frito.
- El documento está imprimido o impreso.
- La información fue proveída por la gerencia o provista.
Ambas formas existen y son correctas. Algunas son más comunes en ciertos contextos o regiones, pero todas cuentan con el respaldo normativo. Así que si alguien dice que el folleto “estaba imprimido” antes del evento, no hay razón para corregirlo ni, mucho menos, para burlarse. Aunque te suene a error, el error sería pensar que lo es.
Otro clásico: alguien dice murciégalo y, de inmediato, saltan los correctores espontáneos con cara de escándalo. Pero lo cierto es que murciégalo es una forma antigua registrada en el diccionario y, de hecho, tiene más lógica que murciélago, porque viene de mur (ratón) y ciego. ¡Ratón ciego! Con el paso del tiempo, el orden de las sílabas cambió y quedó la forma que usamos hoy. Pero murciégalo no es una barbaridad: es una reliquia de nuestro lenguaje.
Hay quien se ríe del que dice vagamundo, pensando que es una deformación de vagabundo. Pero sorpresa: vagamundo es la forma original. Así se decía hace siglos y, con el tiempo, se fue transformando. Incluso el Quijote la recoge. Hoy en día casi no se usa, pero no por ello es incorrecta. Es simplemente una palabra que se nos quedó rezagada.
Estas sí que son polémicas. Naide y haiga existen desde hace siglos. Aunque hoy las consideramos formas incorrectas, se consideran arcaísmos o vulgarismos. En otras palabras, no son aceptadas en contextos formales, pero no por ello son invención de “gente que no sabe hablar”. De hecho, haiga fue muy usada en los siglos pasados y hoy sobrevive como vestigio lingüístico en algunos países. Tanto así que en España se les llama haigas a los carros grandes y ostentosos, principalmente de origen norteamericano. Hay una historia detrás de esa expresión que algún día te contaré.
Muchas veces, lo que creemos que está mal es simplemente algo que no nos suena familiar. Y de ese desconocimiento nace el juicio rápido, la corrección innecesaria… o, peor aún, la burla. El buen uso del idioma no debe convertirse en excusa para humillar al otro. Más bien debería ser una oportunidad para aprender y entender cómo evoluciona nuestra lengua.
El español no es un sistema rígido de reglas eternas: es un organismo vivo, con historia, matices y cambios. Por eso, cuando algo “suena raro”, tal vez lo raro sea que no lo conocieras, no que esté mal dicho.
Así que la próxima vez que escuches que alguien dijo freído, imprimido o proveído, no frunzas el ceño: afina el oído. Porque en nuestro idioma, como en la vida, no todo lo que suena raro está mal.
A veces, esas palabras que te sorprenden son puertas que te invitan a conocer mejor tu lengua. Y en vez de reírte o corregir, lo mejor que puedes hacer es lo que hace todo buen hablante: aprender, preguntar y disfrutar del español en toda su riqueza.
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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