La convivencia entre la dignidad y el humor
Uno puede vivir con seriedad, cumplir con el deber... y aún así saber reírse.

PUBLICIDAD
Mi papá fue condecorado por el presidente de Francia con la Legión de Honor. No es cualquier cosa. Es uno de los reconocimientos más importantes que se otorgan en ese país.
Se lo dieron por su vida de lucha y valentía: a los 17 años, se ofreció como voluntario para defender a Francia del ejército Nazi. Lo capturaron. Lo enviaron a un campo de concentración. Y logró escaparse. Luego, desde la resistencia, siguió luchando por la libertad de su país, con una entrega que le marcó la vida.
Años después, ya viviendo en Puerto Rico junto a mi mamá, fundó y presidió una asociación de antiguos combatientes. Desde ahí, mantuvo viva la memoria de esos tiempos difíciles, representando con dignidad a Francia y a sus compañeros de lucha. Le dedicó tiempo, energía y corazón a esa causa.
Relacionadas
Yo estaba allí, con apenas 12 años, cuando el cónsul de Francia en Puerto Rico le colocó la medalla en el pecho. Recuerdo el silencio solemne, los aplausos, y la emoción que se apoderó del momento. Me sentí tan orgulloso… Mi papá era un hombre de honor. Un verdadero ejemplo de valor, compromiso y respeto por la historia.
Pero lo curioso es que ese mismo papá, el héroe serio que luchó en la guerra, todos los años en Nochebuena se transformaba. Literalmente. Se vestía de bebé con pañal y todo, y entraba gateando a la sala frente a toda la familia.
En otra ocasión, apareció como un ángel con alas y aureola. En otra, como un cocinero alocado que nos hacía llorar de la risa. Planeaba su show por semanas. Escribía su libreto, ensayaba frases, preparaba sus disfraces. Y a las doce en punto, hacía su entrada triunfal.
Y yo, cada año, volvía a sentirme orgulloso.
Porque ahí, en medio de esas carcajadas, entendí algo grande: el honor y el humor no están peleados. Que uno puede vivir con seriedad, cumplir con el deber, tener una vida de compromiso… y aún así saber reírse. Hacer reír. Ser bufón con propósito.
Mi papá me enseñó que la dignidad no está reñida con la risa. Que el respeto no excluye el relajo. Que hay sabiduría también en hacer reír.
Y eso me hizo pensar en Einstein. Sí, el genio. Ese que un día, en lugar de posar para la cámara con una sonrisa, sacó la lengua y dejó una de las fotos más famosas del siglo. Ese gesto, tan sencillo y tan irreverente, nos recuerda que la inteligencia no necesita disfraz de seriedad. Que uno puede ser brillante y, al mismo tiempo, tener sentido del humor.
El humor conecta. Por eso se les recomienda a los oradores comenzar sus charlas con algo simpático, un comentario que rompa el hielo. Porque la risa abre puertas, baja defensas, nos pone en una mejor disposición para escuchar. Si logras que la gente se ría contigo, ya tienes medio camino recorrido.
Y eso también funciona en las ventas. Cuando sabemos que alguien quiere vendernos algo, nos ponemos a la defensiva. Pero si ese alguien nos hace reír, bajamos la guardia. Escuchamos. Conectamos. El humor genera confianza.
A veces pensamos que ser serios nos da más peso. Pero lo cierto es que uno recuerda más al que lo hizo sentir bien. Al que le sacó una sonrisa en un momento difícil. Al que se atrevió a reírse de sí mismo.
Mi papá lo sabía. Por eso no se conformó con recibir la medalla del honor; también se ganó la medalla de la alegría. Y esa, para mí, es la más valiosa de todas…
RELACIONADAS
Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
En buen español
Tu idioma guarda miles de historias y secretos. En la columna descubrirás las fascinantes curiosidades que esconden nuestras palabras y expresiones.