El compartir de este fin de semana con uno de mis ahijados, me confirma que en los asuntos de relaciones amorosas muchos nos podemos sentir identificados. Resulta que en el mismo fin de semana una de mis amigas de hace muchos años, también vivía un momento revuelto en su relación de pareja. Porque cuando hay amor, interés e inversión de tiempo y emociones, lo que nos afecta a todos es exactamente lo mismo.

En este cuerpo que trae sangre y el corazón palpita, también será inevitable a veces confundir entre los intereses del ego, que se fundamentan en el miedo, y la capacidad innata, natural de ser y actuar desde el amor. Tengo la convicción -porque decido inclinarme al optimismo- de que en las nuestras relaciones cercanas están todas las oportunidades para pulir nuestro diamante. Es el mejor terreno para crecer, desenmascararnos, sacudirnos las inseguridades y así acercarnos a sentir la libertad real y única que ofrece el amor, y la oportunidad de compartir transparentemente con alguien.

Pero aquí estamos, tentados a impresionarnos con el ego y dejarnos a veces llevar por el temor al rechazo, por las experiencias del pasado, o por el miedo a la soledad, a ser rechazados, a fallar, entre otros temores que se impulsan para ganar la batalla. Cuando eso pasa ya le habremos dado el poder al ego y la inseguridad podría dominar, si así lo permitimos.

Siento que es muy riguroso cuando concluimos y nos etiquetamos como “maduros”, “inmaduros”, “inseguros” o “seguros”, entre otros, cuando cada uno de nosotros pasamos por momentos de inseguridad, de sentirnos certeros, de actuar con sabiduría y también de tener espacios de ignorancia donde la posibilidad de aprender es el gran regalo.

Mi ahijado necesitaba saber en dónde estaba parado con la chica con la que hace unos seis meses salía, mientras que ella, sin estar lista para definir del todo la relación con una etiqueta o nombre, le pide tiempo para conocerse mejor y para vivir lo que hasta ahora tienen construido. Conversamos un rato y me puse en los zapatos de ambos, y qué fácil fue entenderlos a los dos. Al final, la conclusión fue, hacer lo que le hiciera sentir menos tensión, “porque el amor es libre, no hay de otra”, pude decirle.

Entonces, la sonrisa que la chica le ofreció cuando determinadamente él abrió la comunicación sin más exigencias, sino en calma y confianza, fueron su resultado y confirmación. De lo que no hay duda, es que crecieron en las cosas del amor y hoy siguen juntos.

Cada pareja es un mundo, como lo es cada persona. Podemos conocer intelectualmente toda la información, ejercicios y teorías necesarios sobre cómo construir una relación saludable. Sin embargo, para que crezca algo verdadero basado en amor, será necesario desprendernos de la muralla, sacudirse el orgullo, lavar el miedo y ser valientes.

Sugerencias:

1. No juzgues los procesos en las relaciones de los demás ni los tuyos. No hay reglas, somos seres humanos y cada historia es un proceso.

2. Busca en qué áreas de ti mismo puedes crecer dentro de una relación.

3. Intenta evolucionar de la mano de tu pareja y viceversa.

4. Entiéndete, así podrás entender mejor a los demás.

5. Escucha y escúchate.

6. Elige el amor y no el miedo cada vez que puedas.

7. Sé consciente de tus fortalezas y de tus inseguridades.

8. Usa la honestidad como virtud para el desarrollo positivo de una relación.

9. No olvides que estamos en evolución constante.

10. Da lo mejor de ti.