“Ya no confío, porque por confiar, es que estoy aquí.”

Con estas palabras compartidas por un confinado, culminó el taller de ese día pautado para la una de la tarde. No fue sino hasta la próxima semana que revisamos el tema con más tiempo y profundidad, responder en aquel momento empujada por la prisa, hubiera sido un acto insensato.

¿Dejamos de confiar porque nos programamos o porque nos surge naturalmente? Juntos, comentamos las impresiones de cada cual y fue obvio que nos expresábamos desde los resultados de las experiencias personales.

Nos olvidamos de nuestra capacidad y potencial de comenzar cada día desde cero. Para poder volver a confiar, será imprescindible dejar la experiencia atrás y quedarse solo con la lección, sin resentimientos, sin pena, sin auto compasión, ni idea de castigo. Las cosas que escuchamos desde niños, las expresiones con las que nos protegen, nos enseñan a temer, aunque no sea lógico. A veces hasta el punto de que no se puede confiar en nosotros mismos.

La confianza es esencial para poder fluir en una sociedad saludablemente y relacionarnos con los demás. Mientras que la desconfianza arruina las posibilidades de la interrelación. Por el contrario, si tú confías en mí, yo crezco y me desarrollo y viceversa. La confianza genera respeto, que es el juicio de aceptación del otro como un ser diferente de mí. Implica la aceptación de la diferencia y la disposición a concederle al otro un espacio.

Se puede decir, que la confianza es una capacidad emocional (como el amor) de actuar con los otros. Con esta nacemos y se deteriora con las experiencias si no gestionamos las experiencias de manera saludable y organizada.

Esa tarde pudimos crear una lista de acciones que aquí comparto:

Acciones que generan confianza:

Ser auténtico.

Actuar de manera ética y con respeto.

Felicitar, agradecer activamente y explícitamente a quien cumple sus promesas y su palabra.

Avisar con respeto, a quien que no cumpla su palabra, así se le ayuda a crear responsabilidad y carácter.

Crecer y participar en un camino de desarrollo espiritual.

Hablar contigo mismo de forma crudamente honesta.

Acciones que mantienen la confianza

Comprometerse y cumplir las promesas, las que te hagas a ti y a los otros, aunque no lo hagan contigo.

Pedir disculpas cuando no se cumpla una promesa y hacerlo lo antes posible.

Aprender a perdonar.

Guardar las lecciones aprendidas de las experiencias, pero desechar las memorias que causen dolor o culpa.

Repetir escenarios que recuerdes donde han confiado en ti, o has confiado en otros. Recordar las relaciones saludables.

Acciones que restauran la confianza

Si se ha perdido la confianza, buscar abrir nuevos diálogos para volver a generarla.

Hacer explícita tu verdad desde el principio (por ejemplo: me pasó esto antes, pero estoy dispuesto a confiar otra vez).

Recordar que por ser todos seres humanos cometeremos errores. Aprendamos a ser compasivos.

Qué mucho hay para aprender y qué hermoso poderlo hacer en grupo. Porque no importa lo que te hayan hecho o hayas hecho tú, siempre se puede volver a confiar. ¡Inténtalo!