“Estoy amargá,” me decía mi prima. “Y te explico por qué,” continuó en un momento de amplia apertura no muy común. Cuando compartió todas sus incomodidades y frustraciones, lo primero que pensé fue que se sentía como a todos nos pasa, o nos ha sucedido en momentos de nuestras vidas.

En la mayoría de los casos cuando estamos incómodos, amarga’os, aborrecidos o hartos, nos hemos dado el permiso de ser afectados por situaciones que no están bajo nuestro control. Nos afectamos por no tener lo que hemos querido, porque algo no surge como lo planificamos o porque las personas no son como nosotros queremos.

La tarea de inspirar a mi familiar a buscar un nuevo punto de vista, que la posicione en un lugar donde el control de sus emociones lo tenga ella misma, fue ardua y tomó tiempo. Ciertamente es necesario poder ser nosotros mismos y desahogarnos cuando sea necesario, somos seres emocionales y sentir es de humanos. Así mismo, debemos andar atentos a no dejarnos cegar por todo eso que no controlamos. Es ahí donde está la clave para minimizar los vaivenes internos según lo que esté sucediendo afuera.

Sí, es cierto que las condiciones a veces son pesadas, y encontrar fuerza de voluntad o control en uno mismo podría parecer otro imposible reto para atender. Pero si nos recordamos a menudo que la vida que tenemos es esta y que el momento presente es el único, - ¿quién nos asegura que mañana estaremos aquí? - será más fácil hacer lo necesario para no vernos tan afectados por lo externo, y acomodarnos en la felicidad.

Hace poco uno de mis clientes pasaba por una situación también inesperada, no le salieron las cosas como las había planificado con la chica que tenía todo su interés. En pocas palabras, lo dejó plantado. ¿Quién no se afecta por algo así? He visto personas que les toma menos tiempo o casi ninguno reponerse del rechazo, a otros les toma meses, años o no se reponen, pero el joven de diecinueve años me sorprendió cuando me compartió lo que hizo. Se sentó a meditar, me dijo que sintió rabia, celos, pero siguió respirando hasta calmarse pensando en las veces en que él hizo sentir a otros de la misma forma. Al final se dijo a sí mismo: “Hay que ser feliz sí o sí.”

“Yo siempre voy a estar bien”. Me dijo confiado. Obviamente no sabemos que le traerá el futuro, los desafíos que vendrán, algunos difíciles, otros no. Él ya está claro de hacer, con fuerza de voluntad, lo que sí está en su control para sentirse bien consigo mismo. Entendamos que no podemos cambiar los asuntos del mundo ni las personas, pero sí podemos cambiar cómo todo nos afecta. ¡Inténtalo!