He podido vivir los resultados que surgen de cambiar pensamientos y palabras negativas, a mensajes productivos y positivos en una misma situación. Verdaderamente cuando se practica, funciona. A veces es muy fácil enredarse en conversaciones negativas que cargan energía muy pesada, esto incluye, quejas, chismes o juicios. Tenemos la responsabilidad de cuidar lo que hablamos, valorando el poder que la palabra tiene y cuando no lo hacemos, simplemente volver a intentarlo hasta que cada vez sea más natural.

La acción verbal está subestimada. Cuando estamos involucrados en nuestras emociones se nos puede pasar evaluar lo que decimos, la fuerza y poder que tiene todo lo que se pronuncia con la lengua y la palabra, que de hecho se origina con un pensamiento. Con la lengua y el pensamiento podemos amar, construir, sanar, crear, dar oportunidad, bendecir, besar, acariciar y alagar. También, condenar, insultar, maldecir y maltratar. Es el arma que tenemos para crear nuestra historia. Con ella mentimos, manipulamos situaciones como también podemos darle un comando de nuestro “yo superior” y que pronuncie sólo lo que desde ahí surge.

¿Cuántas veces ha pasado que nos arrepentimos de decir lo que ya hemos dicho? Si conocemos el efecto que tiene cuidar nuestra boca, lo intentaríamos más a menudo. Esta semana, ¡cuida lo que dices!

Sugerencias:

  1. Edúcate con palabras positivas para utilizar en tus comunicaciones.
  2. Si sientes la urgencia de insultar, dítelo a ti primero, siente cómo se sentiría si te lo dicen a ti o escríbelo primero. Luego comunica la molestia con sinceridad pero sin el insulto.
  3. Revisa las palabras que hay en tu mente para expresarte sobre ti mismo.
  4. Asegúrate de expresar observaciones positivas con todo el que interactúes.
  5. Acostúmbrate a hablar sobre las cosas buenas que ves alrededor, que vives o que otros te comparten.
  6. Evita la crítica que se da desde el ego.