Recuerdo que vivía en Los Ángeles y para ese tiempo me hospedaba en la casa de una familia hispana, que de hecho hasta el día de hoy así los considero, familia. Nos juntábamos a menudo en el patio, lo tenían bien cuidado, la temperatura era ideal para salir a compartir, conversar. Hablábamos, sobre todo, era tan cálido el ambiente hogareño que en poco tiempo se fortaleció el vínculo. Entonces me sentía tranquila expresándome como soy y permitirme dejar salir lágrimas de tristeza, alegría o emoción. Una tarde me sorprendí cuando desde la misma honestidad recibí el lo siguiente: “Usted es demasiado sensible.”

Todavía no sé si fue una observación o una crítica, pero sé que antes de defenderme, porque nada saco con discutir lo que es una opinión, preferí invitarle a la reflexión; le pregunté y todavía pregunto: ¿A caso no lo somos todos?

Las personas a quienes tengo la apreciada oportunidad de escuchar y servir, llegan vulnerables, abiertos a expresar sentimientos, listos a entenderse mejor. Lo feliz que me hace ver la gente expresándose tal cual se sienten en el momento, claro, con respeto, porque resulta ser el primer paso a mirarse, adelantarse a su evolución a conocerse mejor. Además, no hay compartir más bello que el que es genuino.

La vulnerabilidad es nuestra fortaleza. Es muy diferente a sentirnos víctimas de la vida, sin reconocer la oportunidad que tenemos de hacer las cosas diferentes y responsabilizarnos de cada acción. Ya sea para construir, perdonar, soltar, cerrar ciclos o cambiarlos, que finalmente en lo que concluye es en alcanzar metas y vivir la vida con más fluidez, y menos cargas.

Sin embargo, podemos preferir y hasta entrenarnos a esconder nuestra sensibilidad o levantar una muralla, justo antes de permitirnos sentir, expresarnos o compartir nuestra realidad desde el alma, obviamente, sin dañar a nadie.

Tenemos la oportunidad diaria de abrirnos, y que bien se siente dejarnos conocer tal cual somos. Comparto que desde que veo esto en los demás, vivo en mucha más armonía, reconociendo en todos y en todo lo positivo, el potencial, en este tiempo que a menudo nos reta la percepción del bien. ¡No olvidemos ser sensibles!

Sugerencias:

1. Haz posturas de Yoga que trabajen la apertura del área del corazón.

2. Usa la respiración continua y profunda para no estancar emociones o pensamientos.

3. Fluye en el día incluyendo pausas para observar la belleza del alrededor, la tuya y de la gente.

4. Mueve el cuerpo, observa la mente.

5. Evita el juicio a ti y a los demás.

6. Sonríe a menudo.

7. Sé sensible a los asuntos, vida, opiniones, y criterios de todos.

8. Vive un día a la vez.

9. Celebra tu sensibilidad.

10. Da lo mejor de ti.