Esta semana fue como un curso intensivo de crecimiento personal, siento que he evolucionado en paciencia y misericordia, sobre todo hacia mi misma, porque ahí comienza todo. Y no se puede dar, lo que no se tiene.

La diversidad de clientes con los que he tenido el honor de compartir sólo me confirma que nos parecemos más de lo que creemos y para bien, porque si andamos atentos nos podemos ver en el espejo en cada interacción, y si queremos, amablemente sacarle provecho al ejercicio. Personas de todas las edades están buscando conocerse mejor, atender sus sombras, sanar y aplicar nuevos hábitos. Este asunto exige reconocer que en lo simple está la verdad, y que como costumbre, quienes complicamos las cosas somos nosotros. De los ejercicios más reveladores, más productivos y que más resultados ha traído a todos ellos es preguntarse ¿Por qué lo hago? Y ¿Para qué lo hago? Antes de hacer cualquier acción, cualquier reacción, y hasta pensamiento.

Son muchos los cambios y tomas de decisiones que surgen desde este esta práctica. Nos pone en contacto con nuestra más transparente verdad, de la que no podemos escapar y no hay mejor estilo de vida que vivir en verdad, con uno mismo.

¿Sabemos para qué hacemos lo que hacemos? ¿Sabemos para qué decimos lo que decimos? ¿Sabemos para qué pensamos lo que pensamos?

Antes de llamar a alguien, antes de expresarte en redes, al hablar sobre un tema, al pensar sobre los planes, al actuar, al tomar decisiones, y hasta al ser espontáneos, ¿por qué? Y ¿para qué?, revisa las respuestas, ahí está la luz que va iluminando el camino. ¡Inténtalo!

Pasos y sugerencias:

· Ríe a menudo hasta de las cosas que no salen bien.

· Decide buscar algo positivo en cada situación, por simple que sea.

· Honra la voz de la conciencia que siempre está para guiarnos.

· Desecha los hábitos o formas de pensar que realmente no producen estados de ánimo positivos.

· Busca ayuda de ser necesario.

· Practica con decisión el hábito de preguntarte ¿por qué y ¿para qué?

· Da #lomejordeti