El invierno ha llegado, y con él, la oportunidad de aprovechar el silencio y como la naturaleza, soltar, abriendo espacio para florecer. Es la estación más fría del año, la que tiene días más cortos y noches más largas, la temporada en la que la naturaleza parecería dormir, como si hiciera una pausa con el propósito de acumular la energía necesaria para resurgir y renacer con todo su esplendor durante la primavera.

Es la estación que marca el fin del año y el inicio de uno nuevo. Tiempo que invita a compartir, a recuperar alegría, paz y descanso. Es cuando las plantas y los árboles que perdieron sus hojas en el otoño permanecen así durante el invierno, mientras que los animales hibernan para conservar su energía.

Así como los árboles sueltan sus hojas, de la misma manera estamos invitados en esta época a dejar ir y continuar nuestro proceso natural en preparación para dejar nacer “nuevas hojas”. En nosotros, nuevas actitudes, nuevos hábitos, nuevas metas. Debemos dejar ir o reciclar, todo lo que no queremos o nos funciona, como abre camino hacia lo nuevo, comenzando desde nuestro interior, nuestra mente y emociones.

Como todo comienza ahí, es recomendable dirigir el proceso hacia atender las emociones, los ciclos y patrones que repetimos que ya no nos funcionan.

Hábitos, costumbres, creencias, ideas o perspectivas, deben ser revisados con consciencia, con claridad y compasión. Desechemos actitudes que al eliminarlas o transformarlas nos acerca a nuestra mejor versión diaria, a vivir la vida que todos añoramos reconociendo que no es perfecta.

Ahora en invierno, seamos honestos con nosotros mismos al observarnos y comprendernos, para crear un saludable espacio interior y dejar crecer nuestras nuevas “hojas”.