Desde que empezó esta pandemia no había podido irme de retiro, aprender más de conversaciones nuevas y de todas las enseñanzas que trae el silencio para seguir compartiéndoles. Había ofrecido un retiro el año pasado, pero no me había ido a uno que no tuviera que ver con mi trabajo, en el rol de estudiante. Y qué falta me hacía.

Me di cuenta de cómo nos contamina el ruido. Es impresionante, como nos diluimos a diario entre opiniones, redes sociales, televisores prendidos, vídeos, fotos, tráfico, música de todo tipo, noticias… nos vamos contaminando hasta pasearnos en el camino de la ansiedad y el estrés como si fuera parte de nuestras vidas, como algo normal, cuando no lo es. No lo es.

La solución podría ser tan sencilla como integrar el hábito diario de buscar y disfrutar el total silencio que después de un rato de incomodidad, puede traer enormes beneficios como; volver a pensar claramente, evitar reacciones indeseadas o sentir otra vez la valiosa calma interna que nos pertenece, independientemente de lo que sigue pasando en el mundo.

A dos semanas de cumplir años, surgió una oportunidad que no busqué pero que hoy reconozco fue dada en un orden perfecto, como reloj suizo, orden en el que creo, aunque a veces recaigo en duda cuando me enredo demasiado en los asuntos mundanos de la vida.

Estuve cuatro días en silencio. Mis cortas conversaciones se daban solamente con un maestro ecuatoriano que vive con transparencia su ministerio. Su filosofía va más o menos así: La luz de Dios, Creador, Amor, Jesucristo, o como les fluya mejor llamarle, está en cada uno de nosotros. Ya está todo dado, nos corresponde Ser y todo cae en su sitio como toca. Que los desafíos y el dolor están haciendo su trabajo para empujarnos hacia volver a esa luz interna (buscar la ayuda necesaria, ser valientes en la evolución) y volver a ser, lo que realmente somos. Sin máscaras, sin disfraces, y, sobre todo, sin miedo. Él insiste que, al miedo falso o supuesto, hay que dejarlo a un lado.

¿A qué le tienes miedo? Fue una de sus únicas preguntas. Cuando somos sinceros y no hay por donde retar el tema o huir, pues lo único que hay alrededor es un lago enorme y pinos en puro bosque, entonces, no hay distracciones para evitar desdoblarnos en la verdad humana de que tenemos los mismos miedos. Lo aceptemos o no, es un trabajo constante. Miedo a ser rechazados, al abandono, a no ser suficiente, son algunos.

“Sigue respirando.” Me dijo el señor que inspiraba confianza porque mantenía la mirada y tenía una voz dulce, que parecía que abrazaba. Su firmeza me recordó a papi.

Seguí respirando, fue inevitable asociar a todas las personas con las que he trabajado por los pasado doce años, quiero que nunca se me olvide lo mucho que nos parecemos todos. Que insistencia en buscar razones para separarnos, pelearnos, aportar a conflictos, señalarnos, hasta por un simple error. Nos une que todos tenemos sentimientos, capacidad de amar, somos imperfectos y estamos en la escuela de la vida que no dejará de enseñarnos, aunque andemos “ciegos”.

Cuando hay emociones de rechazo o abandono ha sido porque alguien decidió diferente a como uno hubiera querido. Entonces, no tiene nada que ver con tu valor, con nuestro valor. Nada es personal cuando nos damos cuenta de que cada cual hace y dice desde donde está y con lo que tiene o no en ese momento, y también es impermanente.

Cuando somos, estamos llenos. No hay nada que buscar fuera de nosotros, sino recibir lo que llega y dar de lo que tenemos. Las aprobaciones dejan de ser necesarias y el miedo va haciéndose cada vez más invisible.

Ser uno mismo trae temor al rechazo cuando la comparación y la necesidad de pertenecer nos han dominado. El miedo que no nos avisa un peligro real, nos duerme en el ruido hasta olvidarnos de todo aquello que nos hace únicos y que es hermoso, se acepte o no, se entienda o no.

Hoy estoy de vuelta con tantas ganas de ver a mis clientes, compartirles lo mejor, recordarles que dentro del proceso de crecer no se olviden de que lo tienen todo que no hay más que buscar, sino para dar y vivir. Antes, los clientes incluían la meditación en su proceso según la necesidad. Ahora las meditaciones serán incluidas como parte de la estructura del coaching, por el regalo que sin duda ofrece esa conexión que se tiene con uno mismo en el silencio. Y cuando sientan temor, que se puedan preguntar, ¿quién dijo miedo?

Regreso llena de energía, con el cristal de los ojos más limpio y el del corazón también. Sané cosas pendientes, me reencontré conmigo, con la naturaleza y toda su sabiduría. Estoy lista para cumplir un año más, hacer lo que me toca, y ser. Sin miedo.