Imagínense que un grupo de personas se encuentra de frente una montaña. Unos se enfocan en sus piedras, otros en sus caminos, otros en el follaje. Entonces cada cual empieza a defender lo que ve, lo que entiende.

Vienen otros y se acercan, pero de cada esquina de la montaña se escuchan diferentes mensajes, invitándolos a que los sigan en la idea de que lo importante de la montaña es lo que ellos ven. Y entonces, se comienzan a separar. Crean conflictos por defender con fuerza lo que creen, y se les escapa en el proceso que la montaña es una, y que la comenzaron a ver como si estuviera fragmentada.

Así nos pasa. “Según el cristal con el que se mire”, con esa frase repetida y correcta se desarrolló la hermosa transformación de un cliente en la sesión de coaching de esta semana. Se le hacía difícil entender a su esposa cuando no reaccionaba como él esperaba en la intimidad. ¿Lo has visto desde otra perspectiva? Cuando le pregunté se inspiró a hacer el ejercicio y todo cambió. Pudo entenderla, sonrió, se sonrojó y se comprometió a hablarle diferente, porque, ya la entendía.

Suponemos demasiado, y nos limitamos a nosotros mismos cuando vemos todo desde un solo punto de vista, cuando luchamos por tener la razón, y nos estamos separando.

Juzgamos sin conocer las intenciones, hacemos conclusiones inmediatas separándonos del bien común, del aprendizaje. Recordemos que estamos todos en la misma montaña.

¿Y si atendemos con clemencia todas las posibilidades en vez de juzgar? ¡Inténtalo!

Sugerencias:

1. Reconoce cuando estás viendo las cosas solamente desde tu limitada perspectiva.

2. Permite que los resultados de tus acciones te sorprendan.

3. Sé flexible en las comunicaciones interpersonales.

4. Abre tu mente a pensar que las personas te quieren y quieren el bien para ti.

5. Mantén una actitud positiva y creativa ante la vida.

6. Respeta tu proceso y el de los demás.

7. Abre tus brazos al bien que hay disponible.