En la primera hora del sábado 23 de diciembre de 1972, específicamente a las 12:35 a.m., las ondas expansivas de un movimiento telúrico de magnitud 6.2 en la escala de Richter sacudieron durante 30 segundos la capital de Nicaragua, Managua. Fue breve, pero esos 30 segundos provocaron heridas en sobre 20,000 personas y sobre 19,000 perdieron la vida, aunque el número final de muertos nunca se sabrá pues hubo cuerpos que no pudieron ser rescatados.

Horas más tarde de ese día, en la noche, el laureado pelotero boricua Roberto Clemente y su esposa, Vera Zabala, asistieron al Festival Codazos, donde se entregaban los Premios Agueybaná, en el hotel San Jerónimo Hilton, luego conocido como el Condado Plaza.

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Allí y a partir de entonces, la historia de Clemente, de la pelota boricua y de Puerto Rico, cambió para siempre.

Según recordó el historiador, investigador y escritor Jorge Colón Delgado, aquella noche dos grandes figuras de la televisión boricua, Luis Vigoreaux, padre, y Ruth Fernández, se acercaron a Clemente para crear un grupo de trabajo para recolectar artículos de primera necesidad para extenderle una mano al devastado país, en el que Clemente había estado apenas semanas antes como dirigente de Puerto Rico en el Mundial de Béisbol del 1972.

Clemente ya estaba al tanto del macabro evento de la naturaleza, según contó la viuda de Clemente al periodista y escritor David Maraniss, quien en el 2006 publicó el libro ‘Clemente, The Passion and Grace of Baseball’s Last Hero’.

Logo Roberto Clemente Nuestro Orgullo (Orlando Campero)
Logo Roberto Clemente Nuestro Orgullo (Orlando Campero) (Primera Hora)

“Tan pronto supimos sobre el terremoto temprano esa mañana nos perturbó mucho porque habíamos conocido a mucha gente buena cuando estuvimos allá y nos sentimos como que habíamos perdido a alguien cercano, un familiar o algo. Nos sentimos muy involucrados (en ayudar)”, contó la esposa de Roberto al autor.

El 21 incluso ya había hecho diversas gestiones durante el día para comunicarse con Nicaragua, las cuales resultaron infructuosas debido a la devastación en el país. Se enteró de detalles, finalmente, cuando un radioaficionado nicaragüense que tenía una unidad en un vehículo recorrió las zonas afectadas y dio una descripción detalles de la situación.

1972 | El 31 de diciembre, Roberto Clemente falleció a sus 38 años cuando el avión en el que viajaba rumbo a Nicaragua se estrelló poco después de despegar de San Juan. (Gary Williams)
El 31 de diciembre de 1972, Roberto Clemente falleció, a sus 38 años, cuando el avión en el que viajaba rumbo a Nicaragua se estrelló poco después de despegar en Carolina. (Gary Williams)

Así que al encontrarse con Vigoreaux y Fernández, básicamente se formalizó el Comité Roberto Clemente Pro Ayuda para Nicaragua con un Clemente decidido a hacer algo de inmediato, y al día siguiente comenzaron en el estadio Hiram Bithorn los trabajos de recolección de mercancía.

Clemente pasó el día de Navidad en el estacionamiento del Bithorn recogiendo ayudas con el apoyo de estudiantes y jóvenes voluntarios entre los que, según Colón Delgado, se encontraba un joven Avelino Muñoz Stevenson, el hoy fenecido cronista deportivo.

“Yo he visto fotos de Vigoreaux, Fernández y dicen que Mirta Silva estuvo (ayudando). Al menos en las fotos de los periódicos de la época, no se ven peloteros”, indicó Colón Delgado. Según Maraniss, esa noche Clemente fue al Canal 4 con Fernández a promover la recolección en el programa ‘Sube, Nene, Sube’, que animaba Vigoreaux.

Al día siguiente, el 26 de diciembre, el esfuerzo se trasladó a Plaza Las Américas, al otro lado de la Avenida Roosevelt, y ya los recaudos eran suficientes para dar más de un viaje a Nicaragua. Y según Maraniss, en ese punto el comité logró un acuerdo con una compañía de Miami para realizar tres viajes por un costo de $3,700 cada uno.

En el primer vuelo, en el que viajó el Mayor Raúl Pelligrina, de la Guardia Nacional de Puerto Rico y quien era amigo del entonces presidente de la Federación de Béisbol de Puerto Rico, Osvaldo Gil, se envió una máquina de Rayos X y tanto Clemente como Vera fueron al aeropuerto a despedir el vuelo en la madrugada.

Pero el 27 de diciembre, Pelligrina regresó a Puerto Rico decepcionado y le comunicó a Clemente y al comité que los soldados del gobierno de Anastasio Somoza Debayle, presidente de Nicaragua, intentaron quedarse con todos los artículos y el dinero tan pronto el avión aterrizó en Managua, cosa que ya había sido denunciada por la Cruz Roja.

Piñones fue el el lugar donde cayó el avión que  transportaba a Roberto Clemente el 31 de diciembre del 1972. Pese a varios días de búsqueda, el cuerpo del pelotero boricua nunca pudo ser recuperado.
Piñones fue el el lugar donde cayó el avión que transportaba a Roberto Clemente el 31 de diciembre del 1972. Pese a varios días de búsqueda, el cuerpo del pelotero boricua nunca pudo ser recuperado. (Archivo)

Fue en ese momento en que el astro carolinense, con coraje y rabia, decidió que si debía ir en persona para que la ayuda llegara a la gente, eso haría.

De acuerdo con Maraniss, el fotógrafo Les Banos, Orlando ‘Peruchín’ Cepeda, Gil, Manny Sanguillén y otras personas fueron invitadas por Clemente a acompañarle en el viaje. Pero por lo complicado de la fecha y por los compromisos de cada uno, cada cual por su razón, no pudieron decirle que sí a Clemente, quien decidió ir solo.

El sábado 30 de diciembre, con las cajas de suministros llegando en flujo continuo y con más de $100,000 en dinero recaudado, Clemente se enteró que otro vuelo de Puerto Rico confrontó problemas al llegar a Managua. Y mientras ayudaba a cargar otro, el tercero, fue que Clemente conoció a Arthur S. Rivera, de 26 años, propietario de American Air Express Leasing y del DC-7 en el que ambos perecieron un día después.

Luego de subir a la nave y mirar el interior mientras escuchaba la oferta de Rivera, Clemente aceptó contratar los servicios de Rivera por $4,000 con un apretón de manos. Luego el jardinero fue con su esposa a los muelles del Viejo San Juan, donde la embarcación San Expedito, de bandera panameña, zarparía rumbo a Masaya, Nicaragua, con 210 toneladas de ropa y 36 toneladas de comida, según los relatos periodísticos de la época.

Según Colón Delgado, Vigoreaux, Fernández y su hermano, Justino ‘Matino’ Clemente, intentaron convencer al astro que no hiciera el viaje. “Pero ya el hombre tenía en su mente ir”.

El DC-7 de Rivera había tenido un incidente en el aeropuerto hacía menos de un mes. En ese, la nave quedó al borde de una zanja al tener problemas mecánicos. Había decenas de señalamientos contra Rivera, quien contrató al piloto Jerry Hill. Contra la nave también existían banderas y señalamientos.

Según Maraniss y su libro, la sobrecarga era tanta que la rueda frontal de la aeronave se veía casi en el aire. Las gomas del avión resistían tanto peso que parecían vacías y los aros raspaban contra el concreto de la pista.

El recordado Cristobal ‘Caguitas’ Colón, quien laboraba para la empresa Goya Food Products, la que había ayudado en los esfuerzos fue a casa de Clemente el 31 de diciembre y al enterarse del viaje, insistió en llevar a Clemente y a su esposa al aeropuerto, y una vez allí, al ver el estado del avión a plena luz del día, le advirtió a Clemente que el avión no era seguro y que la carga había sido subida de manera incorrecta. Estaba sin amarrar y mal distribuida.

Colón tenía esperanzas de que Clemente tomara un vuelo comercial a Miami y de allí viajara a Nicaragua. Según Vera le dijo a Maraniss, “Roberto le dijo que no se preocupara. Que ellos sabían lo que hacían”.

A las 5:30 p.m. el avión con la matrícula N500AE solicitó permiso e instrucciones para colocarse en posición de despegue en la pista 7, pero luego de llegar a la posición, el avión estuvo allí durante 21 minutos antes de pedir regresar al terminal por problemas con las bujías de uno de sus motores. El mecánico Francisco Matías encontró que la mayoría de las bujías de todos los motores tenían problemas.

Luego de tres horas y media de mecánica, a las 9:00 p.m., el avión con Jerry Hill como piloto, Rivera como su copiloto, Matías, el camionero Ángel Lozano y Clemente a bordo, solicitó un nuevo permiso para las maniobras de despegue.

A las 9:20 p.m. la nave recibió la autorización, un minuto más tarde comenzó a elevarse con dificultad y con sonidos de falla en los motores, según describieron testigos. A las 9:23 p.m. El avión desapareció de las pantallas de la torre de control del aeropuerto.

“Roberto tenía 38 años. Era adulto, pero era joven. Lo que lo movió con esa fuerza fue su lado humanitario, que se impuso ante el juicio. Debió haber pospuesto ese viaje. Eran muchas las banderas y señales”, finalizó Colón Delgado.