Naguabo. Este pueblo se puede dar golpes en el pecho; cinco hijos suyos le representarán en el Clásico Mundial de Béisbol, el evento deportivo que nuevamente debe llamar toda la atención de Puerto Rico.

Tres de esos hijos de Naguabo estarán en el terreno de juego, los hermanos relevistas de Daguao, Edwin y Alexis Díaz, y el receptor del residencial Villa Esperanza, Martín ‘Machete’ Maldonado. Los otros dos son el coach de bateo Víctor Rodríguez y el federativo Efraín Williams.

Dos de ellos, Alexis Díaz y Maldonado, son egresado de la escuela superior Juan Maunez Pimentel, la escuela que organizó ayer miércoles una actividad, en la que también participó Edwin, para utilizar sus éxitos profesionales y sus relaciones familiares como ejemplo para los 379 estudiantes del plantel - que de hecho, necesita arreglos como pintura y soldadura de una viga que parece peligrosas.

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“A mí no me sorprendió el éxito que han tenido. Martín siempre estuvo enfocado en sus metas, a parte de que era un estudiante de Grupo 1. De Alexis tampoco me sorprende porque estaba enfocado en el deporte”, dijo la maestra de ciencias en el plantel, Elianid Espinoza Díaz.

La actividad se celebró en la cancha -en donde está la viga averiada marcada por un perímetro. Los estudiantes se sentaron en las gradas. Por la forma de hablar y de vestir, se podría decir que los Díaz y Maldonado eran años atrás cualquiera de esos muchachos de undécimo y duodécimo grado de la escuela que ayer escucharon sus consejos.

Ninguno es perfecto, como los de las gradas. Tampoco eran santos, como muchos de los estudiantes de hoy. Serían enamorados, como todos los demás. Tenían un talento, como seguramente lo descubrirán los chicos de hoy. Todos explotaron ese talento, pese a los obstáculos, como los enfrentarán los que estaban en las gradas.

“A mi me preguntaban, como dudando ¿tú eres de Villla y estás en Grupo 1?. Y yo utilizaba eso de motivación para demostrarles que era de Villa y que podía ser buen estudiante”, dijo Maldonado, quien es hoy día uno de los receptores más inteligentes y de mejor brazo en las Grandes Ligas.

El residencial Villa de Esperanza de donde es oriundo Maldonado era conocido en Naguabo como uno de los sitios más calientes durante la crianza del receptor, que hoy día tiene 36 años.

Junto con los Díaz y Maldonado andaban en la actividad sus padres. Andan con ellos todavía, como lo hicieron cuando sus hijos eran pequeños y había que llevaros a los parques a jugar y practicar. También estaban hermanas, esposas, cuñadas y cuñados, el equipo completo detrás del éxito de los muchachos.

Contó Edwin que en su niñez a veces él se iba en carro con su papá Edwin, mientras Alexis se iba en motora con su mamá Breatriz Laboy, o viceversa. Se dividían para llegar a diferentes parques a la misma hora para que ninguno perdiera un juego.

Dijo Janet Valdez, la madre de Machete, que su hijo no podía llegar a la casa con la queja de que le había faltado el respeto a una maestra. Y su padre Martín, que fue pelotero, entre otros oficios deportivos, supo que Machete tenía un talento y le ayudó a desarrollarlo día a día, llevando y trayendo.

Los muchachos en las gradas necesitan ese mismo apoyo, que, como dijo Edwin padre, es obligación con los hijos. Y vale la pena repetir que la familia Díaz y los Maldonado tampoco deben ser perfectos.

“A mí me preguntan por los sacrificios que hicimos con los muchachos. Y yo les contesto que solamente fuimos responsables, que hicimos lo que nos tocaba hacer. Yo les digo que sacrificio es dejar de hacer algo para ayudar a otros. Pero con los hijos no hay sacrificios, es lo que nos toca hacer”, dijo.

No todos en los estudiantes en las gradas van a salir peloteros o voleibolistas y gimnastas. No todos tienen habilidades deportivas, pero tienen talento para las artes, ciencias, entre otras áreas que también han distinguido a Naguabo, desde famosos como el fenecido comediante Ramón Rivero, Diplo, a los comunes pescadores que le han dado buen nombre a la gastronomía del barrio Húcares de Naguabo.

El maestro de ceremonia de la actividad, por ejemplo, no salió pelotero, pero fue reportero, editor de El Nuevo Día, comentarista radial, sobreviviente de cáncer, padre, esposo y abuelo. Y salió del residencial Morales Dávila de Naguabo. Es es Raymond Pérez, quien animó magistralmente la actividad.

Naguabo tiró con todo en la actividad, a la que llegaron otros orgullos del pueblo, como el retirado lanzador que ganó sobre 100 juegos en la Doble A, Víctor Aponte, y el profesor Héctor Maldonado, así como el mencionado Williams de la distinguida familia de deportistas naguabeños.

Una característica tienen en común todos ellos: la competitividad de querer ser alguien. Edwin se lo dijo sin tapujos a los estudiantes ‘yo soy mejor que el bateador al que me enfrento. Así pienso’. Machete también se lo pronuncio: ‘A mí me gusta ganar. A mí no me gusta que me digan que no puedo porque soy de Villa’. Y Alexis les dijo que aprendió inglés siendo presentado al meterse en las conversaciones de los estadounidenses “hasta que nos entendiéramos unos a otros”.

Naguabo dio cátedra y emanó orgullo.

“Si algo se le queda a ustedes en la mente de lo que he dicho aquí es que hay que luchar por lo que uno quiere y hacer orgullosos a sus padres”, dijo Maldonado.