Liliana Santiago lleva cuatro años trabajando en las cantinas de las galleras de Puerto Rico y, si por ella fuera, estaría trabajando ahí por muchos años más.

“Este es el mejor trabajo. Me gano más que en un trabajo por ahí de ocho horas y encerrada”, dijo Santiago.

La  sanjuanera, quien se desempeña como bartender en las galleras, estaba trabajando ayer en el club Gallístico de Hatillo, en donde hizo cerca de $200 por seis horas de trabajo. La ganancia la logra consistentemente en las diferentes galleras en la que la invitan a trabajar. Pero es fija y gana más aún en el club Gallístico de Isla Verde, conocido por ser el más oneroso en Puerto Rico.

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Con ella había otra bartender y una mesera atendiendo la jugada de ayer en Hatillo,  a la cual asistieron alrededor de 500 personas. Santiago dijo que, como ella, hay decenas de chicas trabajando las cantinas de galleras. La próxima por ser firmada nueva regulación federal que prohibirá las peleas de gallos les supondrá perder sus empleos y sustento.

“Me tendré que ir a buscar un trabajo por ahí, y aquí no hay”, dijo Santiago.

El ejemplo de Santiago  es solamente representativo de un sector de los empleos que se generan alrededor de las galleras y la Industria Gallística de Puerto Rico. Durante la visita de Primera Hora a la jugada celebrada en Hatillo el miércoles, se constató que otros empleos activos en la jornada incluían los jueces de valla, el armador de gallos, el juez de inscripción, el cazador de gallos, la taquillera, y los administradores del estacionamiento que recibió a cerca de 300 autos a $2 cada uno.

El juez de inscripción, Santos Adorno Pérez, trabajó ese día en Hatillo. Él es además cuidador y cazador de gallos. En fin, es gallero de profesión, luego de haber encontrado en este juego un nicho para sanar su espíritu tras la pérdida de un pulmón.

Adorno Pérez contó que tiene a dos hijos universitarios que mantiene con su trabajo con los gallos y no quieren pensar qué sería de ellos si la ley antipeleas de gallos prospera sobre la mesa del presidente Donald Trump.

“No sé qué voy a hacer sin este trabajo. Este es mi trabajo”, dijo Adorno Pérez.

En total, contando a Santiago y a Adorno Pérez, el club Gallístico de Hatillo emplea a 15 personas para poder dar un día de jugada. El club organiza jugadas cuatro veces al mes durante el año.

Su presidente Daniel Rodríguez Martínez dijo que paga en nómina de unos $3,000 por jugada, eso sin contar los permisos gubernamentales que necesita para poder abrir las puertas de la gallera, como patente o permisos de usos para las máquinas tragamonedas que hay en el lugar.

Rodríguez Martínez calculó que mantiene a muchas familias en base de sus número.

“Son $200,000 al año entre nóminas y gastos de permisos y suplidores”, calculó.

Como cuestión de hechos, las galleras tienen que entrar en gastos de equipo para armar y limpiar los gallos, así como los productos que se consumen en la cantina, que incluye cocina.

Para obtener un panorama más amplio de cuántos empleos y dinero se perdería en Puerto Rico si prospera la ley, habría que multiplicar las estadísticas del club Gallístico de Hatillo por 82, el número de galleras legales que operan en Puerto Rico según el cálculo del Departamento de Recreación y Deportes que supervisa el juego de galló.

Ese cálculo se traduce a más de 1,230 empleos y a $16,400,000 millones en salarios. El cálculo no incluye otro dinero aún mayor en la venta de alimentos, medicamentos y productos de cuidado usualmente vendidos en agro centros, así como empleos de cuidadores y criadores de gallos.

“Se ha hablado que esto es una industria de $18 millones, pero la gente no sabe lo que esto genera”, dijo Rodríguez Martínez.