Ser madre de atleta es ser guía. Es ser sacrificada y recompensada.

... es saber lo que le conviene a sus hijos y guiarlos por el deporte para que la disciplina sea una ruta de diversión, de desarrollo, de crecimiento, de salud y, si todo va bien, una plataforma para vivir.

... es estar aquí y allá, en donde quiera que su hijo atleta necesite estar. Es salir de la casa a las cinco de la mañana y regresar a la media noche, ya sea en su propio carro, en pon o guagua.

... es inscribir y facilitar a los hijos en los deportes que quieran jugar.

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... es, para lograr todo lo anterior, no abandonar el cuido del hogar, al mismo tiempo que es dejar de ir a esa tienda por departamento que tanto le gusta ir para, en su lugar, ir a comprar uniformes deportivos. Es dejar de quedarse en el sofá para ver la Casa de los Famosos para emprender calle a una cancha o un parque.

Ser madre de un atleta también tiene sus recompensas. Es, luego de tanta guía y sacrificio, lograr que el hijo-atleta consiga una beca universitaria, una firma profesional, una carrera en el deporte, un premio de MVP, una clasificación olímpica o, en el caso de que el deporte no resulte, es hacer de los hijos hombres de bien a través del deporte.

Ser madre de atleta es un oficio que todos los domingos del Día de las Madres se celebra, se reconoce. Para este Día de las Madres, Primera Hora contactó a varias madres que hicieron el sacrificio y consiguieron su recompensa para que, por medio de su testimonio, las madres que viven hoy en día en ese gran sacrificio se mantengan enfocadas en la meta.

Adelante, varias de esas historias.

Marta Mora, madre del exjugador de la NBA, José Juan Barea

“Tuve tres hijos y los tres jugaron. Fui voleibolista y tenista, y coach de tenis. Mi esposo (Jaime Barea) fue nadador. Mis hijos jugaron voleibol, baloncesto, tenis. Nadaron. Hicieron de todo y eso les ayudó en su formación y les ayudo a decidir. Todo deporte se transfiere al otro. Los limitábamos a un equipo y no le decíamos de pequeños que tienen que ser profesionales. Lo que necesitan es disfrutarlo. Eran buenos y mucha gente los buscaban para su equipos. Pero decidimos que se quedaban en Mayagüez porque tenerlos en dos o tres equipos les traía muchos estrés, además de que estaban en la escuela. Y nuestros hijos disfrutaron el deporte. Jason, el mayor, sigue jugando voleibol playero a los 45 años. Jaime Javier, que es doctor, juega baloncesto también con sus pares. Y José Juan no sabe en donde meterse luego de dejar de jugar; va a jugar golf, pickleball. Y ese es el testimonio de que disfrutaron el deporte. Nos encontramos con nuestras amistades que sus hijos estuvieron en el deporte y vemos a esos hijos hechos hombres de bien. Y ahora ellos están haciendo lo mismo con sus hijos a mayor o menor grado. No cambiaría todo eso por nada”.

María Camacho junto a su hija Jasmine Camacho-Quinn, cuando competía en la NCAA.
María Camacho junto a su hija Jasmine Camacho-Quinn, cuando competía en la NCAA. (Suministrada)

María Camacho, madre de la campeona olímpica Jasmine Camacho Quinn y de Robert Quinn, jugador de la NFL en el Super Bowl 2022

“Yo apoyaba a mis hijos en lo que quisieran jugar. Jasmine comenzó en la gimnasia y ahí estuvo hasta los 11 años. Después quiso el voleibol. Y después del voleibol quería el atletismo, en donde finalmente se quedó y tuvo éxito. Hay que estar en donde ellos quieren estar y asegurarse de que quieren estar ahí para no hacerle perder el tiempo y el sacrificio a uno. Roberto estuvo en baloncesto, en lucha y finalmente se quedó en el football. Con las cosas como están hoy día es mejor que estén haciendo un deporte y uno tiene que estar ahí, hombro con hombro, con ellos, dándoles agua, comida, lo que necesiten para mantenerlos seguro”.

La MVP del Voleibol Superior Femenino, Karla Santos posa aquí con su familia y su madre Norma Pérez, quien carretió a su hija hasta recoger los frutos.
La MVP del Voleibol Superior Femenino, Karla Santos posa aquí con su familia y su madre Norma Pérez, quien carretió a su hija hasta recoger los frutos. (Suministrada)

Norma Pérez, madre de la voleibolista nacional Karla Santos y MVP de la LVSF 2024, y de Juan Santos, pelotero, y ahora electricista

“Karla comenzó jugando voleibol en Morovis a los 11 años. Nosotros somos de Manatí. Luego logró una beca en Christian Military Acedemy y luego en el Colegio Puertorriqueño de Niñas en Guaynabo, lo que fue un verdadero reto. Como somos de Manatí, la llevábamos en carro por las mañana a Guaynabo y regresábamos a Manatí. Le hacíamos comida y regresábamos a buscarla a la escuela en la tarde para que comiera antes de practicar en la escuela o en la Selección Nacional, que a veces entrenaba en el Albergue Olímpico. Las veces que entrenábamos en el Albergue regresábamos a Manatí a la media noche para volver a lo mismo al otro día. Igual con Juan, mi hijo mayor que jugaba pelota y estuvo en Doble A y ahora es electricista. En un momento dejé mi trabajo para dedicarme a ella. Cuando Karla llegó a su último año de universidad fue una cosa increíble la sensación de satisfacción y cuando fue la MVP dije: “Dios, gracias que nos has ayuda hasta llegar aquí”. No es fácil. Es difícil. Es cuesta-arriba. Pero se puede lograr. Lo que le digo a las madres es que los frutos los van a recoger luego”.

Doña Andrea y Xiomara Molero fueron inseparables en las canchas de Voleibol Superior. Doña Andrea falleció en el 2022 y su hija la recuerda con amores.
Doña Andrea y Xiomara Molero fueron inseparables en las canchas de Voleibol Superior. Doña Andrea falleció en el 2022 y su hija la recuerda con amores. (Suministrada)

Andrea Jiménez de Molero (QDEP), madre de Xiomara Molero, una de las mejores voleibolistas y técnicos de Puerto Rico

(Testimonio de Xiomara) “Mami era la que me alimentaba a la hora de la verdad. Mami no guiaba y hacía lo que fuera para que llegara a la cancha. Me conseguía pon y se montaba en el pon. Me enviaba en la guagua. Para mami no había excusas. Papi trabajaba y no me podía llevar. Y, si mami no conseguía llevarme, llamaba a papi 20 veces al trabajo. Mami era la que coordinaba detrás del guía, pero no guiaba. Y yo siempre llegué. Era mi fanática número 1. La primera vez que viajé a jugar fue a Guatemala y mami hizo que papi la llevara a Guatemala. La primera vez que me acuartelé fue en Caguas y ella fue a ver el cuarto en donde me iba a quedar. Esa era mami. La enseñanza fue que, si se hace un compromiso, el compromiso lo hace el adulto y que hay que hacer cumplir ese compromiso porque esa es la mejor enseñanza que le puedes dejar a un hijo”.