¿Cuántos chavos ha generado la residencia de Bad Bunny para Puerto Rico?
Miles de turistas viajan a la Isla para sus conciertos.

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Vega Baja. Los turistas se enfundaron chalecos de poliéster rojo prestados del supermercado de Puerto Rico donde Bad Bunny trabajó en su día y sonreían mientras posaban para las fotos con el antiguo uniforme de la superestrella.
Escucharon atentamente mientras su antigua jefa recordaba lo mucho que le gustaban las canciones clásica de salsa. “Le gustaba estar en el estacionamiento recogiendo los carritos, porque ahí como que él parece que se libraba y cantaba”, dijo Delza Vélez, jefa de recursos humanos de Econo, el supermercado.
En 2016, Benito Antonio Martínez Ocasio dejó ese trabajo dejándole una nota a Vélez. Dos años después, lanzó su primer álbum, y el cantante conocido como Bad Bunny saltó al estrellato.
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Este verano, miles de personas viajaron a Puerto Rico, donde la residencia de conciertos del cantante en San Juan —desde mediados de junio hasta mediados de septiembre— ha impulsado por sí sola la frágil economía de la isla. El prodigioso hijo ha elevado el perfil global del territorio estadounidense, cantando sobre la agitación y su identidad.

Los visitantes vienen no solo a verlo, sino para explorar su isla. Miles han hecho fila durante días o han esperado horas online para conseguir un boleto para el espectáculo del cantante de reggaetón y rapero, uno de los artistas más escuchados del mundo.
Un padre y un hijo con el mismo nombre, Eddie Villanueva, viajaron desde Suiza para vivir la experiencia Bad Bunny al completo con un presupuesto de 5,000 dólares, incluyendo boletos de 40 para un recorrido por la ciudad natal de la estrella, Vega Baja.
“Encantado. Increíble”, dijo el Villanueva más joven, de 23 años.

“Nadie nos la puede robar”
Casi tres docenas de hoteles participan en los paquetes de Bad Bunny, que incluyen el concierto y han generado casi 200 millones de dólares, según Discover Puerto Rico, una organización que promueve la isla.
Se han reservado más de 48,000 noches de hotel en una época del año en que las visitas disminuyen antes del pico de la temporada de huracanes del Atlántico. Los organizadores del concierto dicen que se vendieron 25,000 paquetes en un solo día.
Las reservas de hotel aumentaron un 10% el 27 de julio, en comparación con la misma fecha del año pasado. Los alquileres a corto plazo se incrementaron un 42% este mes, con respecto al pasado agosto, y un 61% más para septiembre. Con boletos que pueden alcanzar cientos de dólares, se espera que el espectáculo atraiga a unas 600,000 personas.
Entre julio y septiembre se reservaron casi un 7% más de vuelos desde el territorio continental de Estados Unidos al principal aeropuerto internacional de Puerto Rico, que durante el mismo período de 2024, según la compañía de análisis de aviación Cirium.
Esta bonanza llega en un momento en que los promotores se centran más en la cultura de Puerto Rico que en sus playas.
“Podemos argumentar que son las más bonitas, pero son playas. Lo que nos hace únicos es la cultura. Nadie nos la puede robar”, afirmó Ricardo Cortés Chico, vocero de Discover Puerto Rico.
Haciendo las cosas bien
En la ciudad natal de Bad Bunny, los turistas visitan su antigua escuela secundaria, el supermercado donde trabajó e incluso la iglesia donde sirvió como monaguillo.
Una mañana reciente, los Villanueva posaron frente a un mural de Bad Bunny en una tienda de suministros agrícolas que vende arneses para caballos y pienso para gallos de pelea. Por 20 dólares, compraron dos gorras con las letras “PR” de Puerto Rico, lo que provocó la amplia sonrisa de la cajera.

G8, una organización sin ánimo de lucro que ayuda a comunidades empobrecidas en la capital, San Juan, lanzó, por 25 dólares, un recorrido guiado en bicicleta llamado “Debí correr más bici”, un juego de palabras con el álbum más reciente de Bad Bunny, “Debí Tirar Más Fotos”.
Otra organización sin fines de lucro, Acción Valerosa, se asoció con el grupo musical Los Pleneros de la Cresta, que toca en los conciertos de Bad Bunny, para crear el tour “Café con Ron”, bautizado en honor de otra de las canciones del disco.
Llevan a los turistas a Ciales, un pueblo cafetero enclavado en las montañas del centro de la isla. El recorrido incluye un taller sobre la música tradicional puertorriqueña, y el dinero generado se utilizará para convertir un antiguo casino en un centro comunitario.
Incluso algunos estudiantes universitarios están sacando provecho de Bad Bunny.
Julietta Dasilva, que es fan del astro desde hace años, volará desde Denver para el concierto del 29 de agosto. Según dijo, reservó un recorrido de 45 dólares dirigido por un estudiante local en lugar de cualquiera de las visitas más comerciales.
“Quiero hacerlo bien”, manifestó.
Una bandera, un sapo y una caja registradora
El turismo tradicional en Puerto Rico consistía en una excursión al bosque tropical El Yunque, una visita al Viejo San Juan y un chapuzón en una playa cercana. Ahora, quienes llegan a la isla para los conciertos conducen hasta pueblos lejanos como Cabo Rojo, el punto más al sur de Puerto Rico, para vivir más la isla.
“Gracias a Bad Bunny, muchos de los atractivos que tenemos se han dado a conocer”, afirmó Ángel Rodríguez, propietario del hotel Boquemar, en Cabo Rojo.
El hotel, ubicado junto a un famoso muelle con una bandera de Puerto Rico que apareció en un video de Bad Bunny, ha tenido un 7% más de clientes este verano, añadió Rodríguez.
Los visitantes le han preguntado también dónde se puede ver el sapo concho puertorriqueño, la única especie de sapo autóctona de la isla que apareció en un video del último álbum del cantante. Rodríguez ha tenido que decepcionarlos: la criatura no es fácil de avistar.
Heidy Crespo, que dirige visitas guiadas por la ciudad natal de Bad Bunny, comentó que hay docenas de personas inscritas, y las autoridades señalan que han generado unos 1.000 dólares en ingresos.
“Jamás pensé que las personas iban a querer ver donde él trabajó”, dijo. “Pero me encanta. Me encanta ver a las personas cuando los ojos le brillan”.
Una experiencia completa
Vicky Galvez voló a San Juan desde Las Vegas con dos amigos a principios de agosto para la primera ronda de conciertos abiertos a los fanáticos de fuera de la isla. La estilista, de 39 años, dijo que el viaje fue mucho más que un evento musical y que se sintió bien con los aproximadamente 2.450 dólares que gastó.
En la ciudad, Galvez y sus amigos vieron murales del cantante y filas fuera de los restaurantes que se han hecho populares gracias a él. Comieron en el acogedor restaurante familiar La Casita Blanca, donde la espera de dos horas valió la pena para apoyar al local, señaló.
Su mesero les comentó que ha sido “una locura total” desde que Bad Bunny fue fotografiado comiendo allí. “Compré en tiendas locales y fue fantástico”, indicó Galvez.
Wilson Santiago Burgos, fundador de la plataforma de viajes “Mochileando”, dijo que dudaba que el gobierno se subiera al tren de Bad Bunny porque el artista ha criticado con dureza a los dos principales partidos políticos de la isla.
Pero ocurrió lo contrario: se lanzaron visitas guiadas, se rebautizaron comidas y bebidas en honor a las canciones de Bad Bunny, y las pequeñas empresas vendían ropa y otros productos artesanales buscados por los turistas.
“La gente está comenzando a consumir, a producir, cosas estrictamente de Puerto Rico”, comentó Santiago Burgos.
El mensaje es atractivo, añadió. Bad Bunny les dice a quienes vienen a verlo: “Esta es la patria que yo amo... te invito a que la conozcas”.