Sabemos que comer saludable es, sin duda, una práctica necesaria para contar con un organismo en óptimas condiciones. 

De primera intención, suena como un consejo fácil de cumplir. Sin embargo, en una época en que se habla cada vez más sobre los alimentos genéticamente modificados, del uso de pesticidas en las plantas, y de hormonas en animales para acelerar su crecimiento, entre otros, pareciera que se trata de un objetivo difícil de concretar a cabalidad. 

En la intención por lograrlo, hay quienes se orientan en la medida posible para lograr un balance en su dieta consumiendo alimentos de la mejor calidad. Pero, ¿qué pasa cuando el afán por esta meta llega al extremo? 

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La psicóloga clínica Myralys Calaf explica que la ortorexia nerviosa se refiere a cuando la persona se obsesiona “con relación a lo que la persona interpreta como comer saludablemente o ‘correctamente’. El foco es mantener la dieta ‘perfecta’, no en mantener un peso ideal. La persona se obsesiona con comer alimentos que le hacen sentir saludable”, así como “con la calidad o pureza de lo que ingieren”. 

Para estas personas, desviarse de sus reglas les causa gran ansiedad y otras consecuencias emocionales. Entre estas figuran “el autocastigarse cuando tienen ‘deslices’ en sus patrones alimentarios. La autoestima de la persona comienza a centrarse alrededor de su alimentación, incluyendo el sentirse hasta superior a otros por la ‘calidad’ de la comida ingerida”, explica la doctora. 

Irónicamente, con el tiempo, ocurre que “la alimentación se vuelve tan restrictiva que la salud de la persona, que originalmente buscaba ser más saludable, comienza a ponerse en peligro: la salud física por la restricción, y la psicológica por la obsesión con el asunto”. Es entonces cuando “se cruza una línea entre llevar una dieta saludable y llegar al extremo en que la relación de la persona con dicha dieta comienza a impactar el resto de su vida. Se vuelve el centro del universo de la persona y ya pierde el sentido original de buscar salud”, alerta Calaf.

Una de las señales es “la preocupación obsesiva con que la alimentación puede afectar condiciones de salud como asma, problemas gastroenterológicos, alergias y estado de ánimo, entre otros”, señala la experta en conducta humana. “También, evitar comidas progresivamente por alergias a alimentos sin esto haber sido prescrito por un médico. Además, aumentar drásticamente la ingesta de suplementos, probióticos, o remedios naturales; reducir drásticamente las opciones de alimentos ‘aceptables’; y preocupación irracional con las técnicas de preparación de los alimentos”.

Pero las consecuencias no quedan ahí. La preocupación por todo esto lleva a “evitar alimentos preparados por otros, distanciarse de amistades y familiares que no comparten sus visiones alimentarias, y miedo a que comer fuera de la casa le imposibilite cumplir con sus reglas dietéticas”. A esto se añaden pensamientos críticos acerca de quienes no siguen dichas reglas, “invertir mucho tiempo en pensar acerca de comida y en su preparación y planificación, y sentido de culpabilidad al romper las dietas”. 

Fijación arriesgada

Las personas con ortorexia pueden evitar un sinnúmero de comidas, incluyendo aquellas que contienen colores y /o sabores artificiales, preservativos, pesticidas, modificaciones genéticas, grasa, azúcar, sal, productos animales, productos lácteos, o cualquier otro ingrediente que consideren no saludable, según especifica la psicóloga. Y aunque está bien estar atento a lo que ingerimos, en el caso de estos pacientes “la restricción en alimentación puede resultar en deficiencias nutricionales específicas, dependiendo del tipo de restricción que la persona esté siguiendo”. 

Por otro lado, el tiempo que pueden las personas dedicar a asuntos relacionados a su alimentación (planificando su menú, preparando alimentos, comprando alimentos, buscando información sobre alimentos, comiendo.) “puede llegar a ser realmente patológico. Esto incluye tiempo pensando en comida, preparando sus planes nutricionales, buscando información relevante a comida, etc”.

La doctora advierte que una consecuencia de este y de los trastornos alimentarios “formalmente diagnosticables tiende a ser que las personas pierden la habilidad de comer ‘normalmente’ o intuitivamente, al igual que la habilidad de saber distinguir cuando tienen hambre o están llenos”. Por fortuna, se trata de algo que puede recobrarse luego de que la persona se recupera de su obsesión con su alimentación. 

Mucho cuidado

El seguir una dieta saludable no necesariamente significa que padezcas de ortorexia. “El problema está cuando el seguir una dieta en particular comienza a convertirse en una obsesión que empieza a tomar control de tu vida. Cuando las personas empiezan a reemplazar actividades que solían disfrutar, incluyendo el relacionarse con otras personas a cambio de pasar tiempo en actividades que revuelven alrededor de su patrón alimentario. También, cuando desviarnos de esa dieta nos hace sentir culpables, con asco u odio hacia nosotros, podemos pensar que existe un problema”, enumera la doctora. 

Calaf reitera que “una dieta saludable no debe convertirse en un propósito de vida a nivel tan extremo que excluya otras actividades o personas”. 

¿Lo padeces?

Según la Asociación Nacional de Trastornos Alimentarios (NEDA por sus siglas en inglés), el contestar con un “sí” a varias de estas preguntas pudiera alertar sobre un potencial problema de ortorexia:

¿Quisieras ocasionalmente poder, simplemente comer, y no estar preocupado por la calidad de la comida que ingieres?

¿Desearías pasar menos tiempo en asuntos relacionados con comida, y más tiempo viviendo y amando?

¿Estás constantemente buscando formas en que ciertos alimentos no son saludables para ti?

¿El amor, la alegría, el juego y la creatividad pasan a segundo plano después de la “dieta perfecta”?

¿Te sientes culpable o con asco contigo mismo cuando te desvías de tu dieta?

¿Te sientes en control cuando logras mantenerte siguiendo tu dieta “correcta”?

¿Te visualizas en un pedestal nutricional y te has preguntado cómo es que otros pueden comer los alimentos poco nutritivos que ingieren? 

En balance

La licenciada Zelma Cortés, quien se desempeña como nutricionista/dietista, aclara que “la idea de comer 100% saludable hoy día no es real por la forma en que se producen muchos alimentos. Algunos son genéticamente modificados, otros están cargados de pesticidas, aunque sean frutas y vegetales, muchos productos en el mercado cuentan con preservativos, o dicen que son naturales pero tienen azúcar añadida”.

Sin embargo, la clave es centrarse en una alimentación “lo más limpia posible”, sin que esto implique evitar hacer una excepción en la dieta de vez en cuando. Cortés aconseja lo siguiente con miras a una alimentación sana dentro de lo realista:

Opta por alimentos frescos locales. Asiste a ferias de agricultura y busca los productos orgánicos.

Si vas a consumir alimentos del extranjero, asegúrate que no sean genéticamente modificados (non-GMO). Procura que sean orgánicos. 

Al elegir alimentos empacados, evita al máximo los que tienen preservativos. 

Las frutas y los vegetales frescos son la primera opción. En segundo lugar, los congelados.

Si te agradan los berries (arándanos, frambuesas), “debes optar por las congeladas a menos que sean orgánicas, ya que están cargadas de pesticidas”, advierte. 

Consume granos, verduras, cereales cocidos y todo tipo de nuez. 

Selecciona pollo que sea libre de hormonas y antibióticos. 

La carne de res debe ser 100% “grass fed” (ganado alimentado con hierba). 

Las grasas de buena calidad son importantes, como la mantequilla y el aceite de aguacate, coco, oliva y almendras.