"Era muy estricta. Básicamente ingería jugos o batidos verdes por la mañana, y una ensalada por la noche. No podía salir con mis amigos, estaba tan débil que se me hacía difícil trabajar y después de la oficina no podía hacer nada más". Las palabras son de Deborah Copeland, una mujer estadounidense a quien le obsesionaba ingerir alimentos saludables y que recientemente entregó su testimonio a "HuffPost Live".

Copeland sufría de lo que se denomina ortorexia u obsesión por comer productos sanos, trastorno que -según dijo- comenzó cuando era una veinteañera. "Fue en unas vacaciones cuando todos comían pavo, mientras que yo me hacía un batido o una sopa verde (…) Pero nadie me decía nada porque yo tenía una excusa razonable: estaba comiendo saludablemente", relató.

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Sin embargo, su fijación comenzó a descontrolarse y ella se percató de eso en una visita al supermercado. "No sabía si era mejor acelga o col rizada para mi batido, porque no podía recordar bien la receta. Así que empecé a llorar, porque me parecía muy importante hacerlo bien", contó.

Copeland admitió que era tan perfeccionista, que comenzó a aislarse del resto de las personas, no tenía una relación amorosa con nadie y dejó de ver a sus amigos.

Y aunque reconoció que antes había experimentado con todo tipo de dietas, aseguró que lo que padecía no era anorexia o bulimia, sino "una obsesión por la comida que ponía en mi cuerpo".

Según la Organización Nacional de Desórdenes Alimenticios de EE.UU. (NEDA, por su sigla en inglés), la ortorexia no está oficialmente considerada como un trastorno -algo parecido a lo que ocurre con la permarexia u obsesión de contar calorías- pero es similar a otros sí reconocidos como la anorexia o la bulimia. La diferencia radica que en éstas la obsesión está en las calorías y el peso, mientras que en la ortorexia está en comer de manera saludable.

Ya en 2007 psicólogos y nutricionistas advirtieron sobre esta patología, y calificaron a quienes la sufren como "autistas alimentarios, abocados a la infelicidad", ya que ponen demasiada atención a lo que comen, evitan actos sociales para no "caer en la tentación" y se sienten culpables si no comen lo que "deben".

"Los ortoréxicos pueden ser socialmente aislados, generalmente porque planean su vida en torno a la comida. Pueden tener poco espacio en su vida para otra cosa que no sea pensar y planear lo que comerán", señala Karin Kratina, nutricionista especializada en problemas alimenticios, en la página web de NEDA. 

Una conducta riesgosa

El problema es que vivir pendiente de ingerir únicamente alimentos saludables no sólo puede afectar la personalidad, sino que también puede provocar exactamente lo contrario a lo que se busca, es decir, enfermar al cuerpo. Esto porque cuando la obsesión llega a límites "severos", la persona comienza a dejar afuera de su dieta ciertos alimentos básicos, lo que a largo plazo puede llevarla a sufrir desnutrición, anemia, pérdida de masa ósea, falta de vitaminas y minerales, debilidad y alto riesgo de infecciones.

Según los especialistas, los ortoréxicos se caracterizan por elegir productos funcionales y dejar de consumir otros que son básicos para su organismo. Pueden pasar horas en el supermercado leyendo la composición de los alimentos, para finalmente elegir sólo aquellos que son ecológicos, probióticos, dietéticos, integrales, sin aditivos y que garanticen que no contienen conservantes, pesticidas ni herbicidas.

¿Cómo determinar si una persona padece ortorexia? Karin Kratina recomienda considerar las siguientes preguntas:

1.- ¿Desearías de vez en cuando sólo comer y no preocuparte de la calidad de los alimentos que consumes?

2.- ¿Alguna vez has deseado pasar menos tiempo en la comida, y más tiempo viviendo y amando?

3.- ¿Está más allá de tu capacidad ingerir una comida que otra persona ha preparado con amor, sin intentar controlar lo que te sirven?

4.- ¿Estás constantemente buscando formas en que los alimentos no son saludables para ti?

5.- ¿Dejas al amor, la alegría, el juego y la creatividad en un segundo plano por seguir la dieta perfecta?

6.- ¿Sientes culpa o te odias a ti misma cuando te sales de tu régimen?

7.- ¿Te sientes en control cuando te mantienes en la dieta "correcta"?

8.- ¿Te has puesto a ti misma en un pedestal nutricional y te preguntas cómo las otras personas pueden comer los alimentos que consumen?

"Mientras más preguntas respondas con un 'sí', más probable es que estés lidiando con la ortorexia", afirma la nutricionista. Si ese es el caso, el primer paso que debe dar la persona -según la especialista- es admitir que tiene un problema, identificar qué le está causando la obsesión y, por supuesto, dejarse ayudar por un profesional experto en desórdenes alimenticios.

"Los ortoréxicos recuperados continuarán alimentándose saludablemente, pero tendrán una comprensión diferente de lo que la comida saludable es (…) Descubrirán que aunque la comida es importante, es un pequeño aspecto de la vida, y que frecuentemente otras cosas son más significativas", concluye Kratina.