La práctica del sexting no es una novedad, como tampoco la realidad de que se ha convertido en una dinámica realizada por muchos. 

El envío de mensajes, fotos o vídeos de contenido sexual a través de mensajería instantánea, correos electrónicos y otras herramientas tecnológicas, suena divertido para muchas personas. Incluso, la excitación que les provoca los lleva a pasar por alto los riesgos de practicarla, como la posibilidad de que lo que envíen sea compartido sin su autorización o, simplemente, que sean descubiertos por quien no desean. 

“A mí me pasó al enviar una foto por (la aplicación móvil) Snapchat a alguien con quien andaba coqueteando por un tiempo. Mi esposo me descubrió”, recuerda Ariana, quien prefirió ocultar su nombre real.

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Según explica, “yo le envié al chico una foto de mí, semidesnuda, acabando de terminar de bañarme. Al enviarla, la programé para que una vez él abriera el mensaje y la viera, la imagen se borrara al minuto de verla. Y luego me acosté a dormir, con el celular casi sin carga. En la mañana, cuando mi esposo se levanta, como favor, tomó mi celular para conectarlo para que cargara. Ahí fue que la pantalla del celular se iluminó, y él vio la imagen que había enviado porque se me olvidó cerrar la página”, detalla Ariana, quien aclara que como parte de las funciones de la aplicación, para que la imagen se borre, “la otra persona la tiene que ver”. De lo contrario, permanece en su canasta. 

“Cuando mi esposo me reclamó, fue horrible porque no sabía qué excusa darle. La evidencia estaba ahí. Casi me cuesta el divorcio, y eso, que solo vio ese mensaje, si llega a ver los otros que le había enviado… Pero fue un esfuerzo el que me diera la oportunidad de seguir con él”. 

Uno de los acuerdos de la pareja, con 6 años de matrimonio, fue el que Ariana no volviera a usar la aplicación. Pero lo cierto es que el mal rato no la ha motivado a apartarse de la práctica de coquetear con nuevas conquistas mediante el sexting. “Te confieso que lo sigo haciendo a escondidas. No lo hago por el hecho de que no ame a mi marido, ni que me sienta aburrida de la relación”, asegura, “sino porque me divierte”. 

Nada es seguro

En la convención de la American Psychological Association de 2015 se compartieron datos del estudio “Reframing Sexting as a Positive Relationship Behavior” en Estados Unidos que revelaron que un 88% de los encuestados lo practicó en el último año; 75% de los heterosexuales encuestados entre las edades de 18 a 82 dijo que intercambia contenido “de alto voltaje” con su pareja formal; y 43% dijo que lo hacía entre relaciones ocasionales.

Durante el ejercicio de esta dinámica, uno de los anhelos mayores es la garantía de jamás ser descubierto. Teniendo en cuenta los avances tecnológicos, ¿existe el sexting seguro? 

“No, no existe”, responde con énfasis el experto en tecnología Wilton Vargas. “Lo cierto es que tú no tienes control de lo haga la otra persona con la información una vez la recibe. Pueden haber mil promesas de que no la va a pasar a nadie, pero no hay garantías. Siempre hay que asumir la posibilidad de que alguien pueda tener acceso a nuestra información, así que lo mejor es no comprometernos de manera innecesaria”. 

Lo que sí existen son apps dirigidos a cuidar más el acceso a la información. Entre las alternativas, “puedes optar por usar aplicaciones que entre sus funciones permitan que los mensajes que se envían se autodestruyan en un periodo determinado por el usuario, como por ejemplo, Snapchat, que es la más utilizada y la puedes programar a un minuto, 5 minutos, el tiempo que quiera la persona”, explica el también editor de Tecnetico.com. 

Sin embargo, “eso no impide que yo pueda sacar una captura de pantalla” antes de que se borre la imagen, aclara Vargas, quien adelanta que WhatsApp “está por implementar este tipo de mensaje que se autodestruya después de un tiempo determinado”. 

Otras alternativas son las aplicaciones de mensajería -como KYMS y KeepSafe- en que la información “se almacena en un área donde solamente yo puedo tener acceso mediante un password (contraseña) o con la huella dactilar”. Sin embargo, esto controla lo que está en tu unidad móvil, no en el de otra persona. “El control es una ilusión. La realidad es que si me quiero quedar con la información de alguien, las herramientas están ahí”, insiste Vargas. 

¿Buena idea? 

Para Ana, quien también optó por reservarse su nombre real, la experiencia del sexting la hizo pasar “una de las vergüenzas más grandes de mi vida”. Según compartió, “en una ocasión, le envié un mensaje ‘calientito’ a un amiguito para el encuentro íntimo que tendríamos esa noche. Yo trabajo en servicio al cliente, así que por equivocación se lo envié al último con el que había hablado ese día para discutir unos proyectos. No me di cuenta hasta que él mismo me contestó por texto que era un hombre casado, que se sentía incómodo con mis insinuaciones… Fue horrible. Le pedí mil disculpas, pero todavía cada vez que nos encontramos en reuniones ejecutivas, se me cae la cara de vergüenza”.

Al tomar en consideración las posibles consecuencias de esta práctica, ¿vale la pena el riesgo para añadir chispa a la relación de pareja? 

La especialista en sexualidad humana Ivelisse Cintrón responde enfática con un “no, bajo ningún concepto”. 

La doctora alerta que “en muchas ocasiones entendemos que esta pareja o esta persona con la estamos compartiendo el sexting va ser pareja nuestra para toda la vida, cuando la realidad es que no podemos determinar nunca que eso va a ser así”. Además, “si esa relación no terminó bajo condiciones estables o cordiales, estas grabaciones que muchas veces se hacen con el sexting pueden utilizarse para hacernos daño mediante las redes sociales” y otros recursos. 

La también terapista de pareja advierte que “esto puede comenzar como una cosa sencilla y terminar incluso como un bullying, y he sabido de casos que terminan en suicidio”. 

Cintrón advierte que esta dinámica “no es una práctica saludable emocionalmente”, tanto a nivel individual, como de pareja. “En muchas ocasiones no estamos preparados para las consecuencias a largo plazo, tenemos la plena confianza en que la persona no va a cruzar los límites, no va a ir más allá de violentar la privacidad que esto conlleva”. Pero no siempre ocurre así. 

Para la doctora, la dinámica del sexting no es la mejor opción ni siquiera en personas con relación de pareja a larga distancia. “Antes de la partida de uno de los dos, hay que establecer los momentos en que nos vamos a estar visitando para compartir esta complementación física de pareja, porque incluso a larga distancia el sexting jamás va sustituir el contacto físico en una relación, la complementación y compenetración de pareja, eso jamás”. 

Piénsalo bien

La sexóloga Ivelisse Cintrón menciona los riesgos de esta dinámica sexual: 

 Tanto a corto como a largo plazo, el sexting puede tener consecuencias dañinas. “En muchas ocasiones estamos viendo el fenómeno de que estas personas utilizan la supuesta confianza hacia las personas que están haciendo el sexting y realmente lo que están haciendo es una grabación para posteriormente compartirla”, advierte.

Fomenta que se pierda el contacto físico en la relación. “Es bien importante que las parejas entiendan y puedan determinar a conciencia que no hay nada mejor ni más saludable para una pareja que tener este tipo de contacto”.

Cuando se practica con desconocidos, se expone a depredadores sexuales.

 En el caso de los menores, la práctica suele comenzar a los 13 o 14 años de edad. “Nuestros jóvenes se están convirtiendo en adictos sexuales mediante el sexting”, advierte Cintrón, quien insta a los padres a estar más pendientes a cómo sus hijos utilizan la tecnología.