Santa Claus no mea en la calle ni asusta a los niños” no es el título de una película de terror navideña que esté a punto de ser estrenada, sino dos de las principales normas del conocido “SantaCon”, un evento que cada año convoca a varios miles de personas disfrazadas de Papá Noel con el objetivo de emborracharse por las calles del centro de Nueva York.

El pistoletazo de salida de la vigesimoprimera edición fue dado por el maestro de ceremonias de la organización a las 11:00 de la mañana, encaramado en un destartalado autobús ataviado para la ocasión con una barba blanca y un capirote rojo.

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El SantaCon, un evento que celebra el espíritu navideño de una manera ireverente, comenzó en el año 2001.
El SantaCon, un evento que celebra el espíritu navideño de una manera ireverente, comenzó en el año 2001. (Agencia EFE)

“Llevamos 21 años manteniendo la tradición de un Santa rarito” aseguró el organizador antes de invitar al millar de personas congregadas junto a Times Square a desperdigarse por los 64 bares del centro de Manhattan que participan en el evento, guiándose por un duende y un Papá Noel hinchables, el autobús de la organización o el mapa que la organización ha difundido en la web santacon.nyc.

Todo tipo de disfraces

“Este es mi primer año en el SantaCon. Realmente me gusta mucho. Me gusta todo el colorido con el que la gente se viste. Todos van de rojo, todo el mundo está vestido de verde, pero yo no, yo estoy vestido de rosa, estoy vestido como un gran conejito rosa”, asegura a Efe Jody, cuyo plan para hoy es “andorrear, beber cerveza, fumar un poco de marihuana” y pasárselo bien.

Y es que, aunque el disfraz de Santa Claus es el más abundante, entre la concurrida asistencia también se encuentran duendes, renos, diablos, hadas, elfos, al menos un ornitorrinco y, por supuesto, conejitos rosas como Jody.

Dada la latitud y tradiciones, bastantes Papa Noeles han sustituido también el gorro terminado en un pompón blanco por un sombrero vaquero, evidentemente, colorado.

Para Makeda, Maddy y Sarah, ortodoxamente disfrazadas, aunque prescindiendo de la barba, también es su primer Santacon. Las tres residen en Florida y han venido a Nueva York a visitar a su amiga Natalie. Han aprovechado su estancia en la ciudad, sede de eventos como el día sin pantalones, el campeonato de ingesta de perritos calientes o el desfile de las sirenas, para unirse a la SantaCon.

“Me voy a dejar llevar por la corriente, ir a los bares y divertirme con mis amigas”, asegura Natalie. Un sentimiento que comparten sus compañeras, aunque Maddy teme que el peregrinaje por los locales irá acompañado de largas colas para entrada, dada la cantidad de participantes deseosos de libar los brebajes de los bares.

Evitando los excesos

Para evitar, en la medida de lo posible, que los efluvios del alcohol entorpezcan en demasía el entendimiento de los Santa Claus, la organización no se ha recordado de recordar, una y otra vez, los cinco mandamientos del evento: No asustar a los niños, no crear problemas con la policía ni con los camareros, no orinar ni tirar basura en la calle y donar dinero a la organización.

La red de metro y autobuses de la ciudad, en previsión de esta concentración prenavideña, anunció que redoblará sus esfuerzos para mantener la prohibición de beber alcohol en sus instalaciones.

No muy lejos de la concentración, la policía de Nueva York se esforzaba ya por detener a varios Papa Noeles para comprobar su fecha de nacimiento, dado que la edad mínima para consumir bebidas espiritosas son los 21 años y, además, está prohibido consumirlas en la vía pública.

A diferencia otros de los participantes que este año se lanzan por primera vez a la aventura de emborracharse disfrazados del simpático anciano del Polo de Norte, Jason es un veterano de Santacon.

Es la sexta vez que acude a la convocatoria, dice, antes de explicar que la primera acudió con sus tíos.

Cuenta a este medio que repite por el “espíritu de fiesta” porque “todo el mundo se sintoniza y normalmente la gente es realmente amigable, como una gran familia feliz”, dice, aunque reconoce que a veces las cosas “se les van de las manos” a algunas personas.

“Ya sabes, a veces la gente hace cosas que no debería hacer”, dice antes de recordar las cinco reglas de la organización y zanjar bromeando: “Si haces las coas bien, te vas a divertir; si las haces mal, vas ir a la cárcel”.