Daba clases a sus muñecas y lleva 60 años en el salón: Ella es la maestra con más tiempo en la profesión
Gloria Portalatín Arocho ha dedicado seis décadas de su vida educando jóvenes.
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Florida. Gloria Portalatín Arocho es “madre” de cientos, quizás miles, de niños y niñas. Procreó tan solo cinco, pero ha sido el aula lo que le ha hecho madre una y otra vez.
Y es que la profesora de español de la escuela superior Juan Ponce de León, en Florida, se ha convertido en la docente del Departamento de Educación que más años se ha dedicado a la vocación, cumpliendo seis décadas este año académico 2025-2026.
Por 25 años, la floridense ha sido maestra de español avanzado, mientras que por los 60 ha ofrecido español regular. Comenzará este año “impartiendo a un grupo 12-1 español de nivel avanzado y a cuatro grupos de duodécimo grado el curso de español regular”.
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A sus 82 años de edad, Gloria se mantiene firme en su promesa de que no dejará a ningún estudiante huérfano.
“(Tengo) muchos hijos. Mis hijos me hacen bromas y me dicen: ‘mami, es mejor preguntar a quién no les has dado clases’”, confesó entre risas.
“Me casé con la profesión, pero mis hijos todos se hicieron profesionales. Esa era mi intención, que no hubiera ninguno perdido. También yo veo a los estudiantes como mis hijos y quiero que algo sean en sus vidas. A lo mejor si los oriento, (será) un criminal menos que vaya a la calle. Ese es mi pensamiento: tantos jóvenes que tú ves en las calles, veo los tenis tirados, es un choque tremendo. Dios mío, puede ser el hijo de uno que esté en esas (condiciones). Eso es lo que me motiva, rescatar la juventud de tanta perdición, porque qué mucho crimen hay ahora. Parecen de película de misterio. Terrible”, lamentó mientras reflexionaba en su escritorio del salón #31, el cual ha ocupado en el plantel desde el 1972.
Sus inicios
La férrea pasión que distingue a Portalatín Arocho es una que abraza desde niña. Sus muñequitas fueron sus primeras alumaos, que “aprendían” de su currículo “inventado” bajo la sombra de los árboles. En la iglesia evangélica, lugar al que acudía para acompañar a su madre, fue maestra de la escuela bíblica.
Por ende, y ya que sus hermanas Obdulia, Mercedita y Sonia también fueron pedagogas, Portalatín Arocho no dudó en cursar educación en el recinto riopedrense de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
“Me dedicaba a eso, a ayudar a los jóvenes también (en la iglesia). Fíjate, de todas maneras, siempre caía en ayudar a otros”, rememoró.
“Desde pequeña, ya practicaba ser maestra, me gustaba. Y, en realidad, cuando llegué a la universidad al auscultar la vocación también me gustaban todas las clases. Me dirigí al español, porque quería ayudar a los estudiantes. Yo tengo esa inspiración, lo veo como una misión del cielo. Entonces, los veo que agradecen”, reiteró.
Portalatín Arocho no tiene que hablar de su legado. Ejemplo vivo son sus alumnos, quienes no titubean para enaltecerla. Hablan de su récord intachable, pues en seis décadas nunca ha recibido una querella en su contra. Recuerdan los tiempos de antaño y las lecciones que impartía.
Cerca de 15 de sus exalumnos ahora son sus compañeros de trabajo, incluyendo la misma directora de la escuela, Johana Laboy. Confiesan que al sol de hoy, Portalatín Arocho les corrige el español.
Aunque la educadora recuerda cada estudiante que ha pasado por su salón, han calado dos de ellas.
Una le dedicó una carta, en la que confesó que la maestra la “moldeó de una manera que es irreconocible, de no saber hacer ensayos, de no saber escribir bien, de no saber muchas destrezas, ella me las enseñó”.
“Cada esfuerzo es sinónimo de admiración”, lee el escrito que la estudiante publicó en un compendio de historias al finalizar el año académico 2018-2019.
“Gracias a ella, he podido mejorar muchas destrezas, ya sea en mis estudios como en persona. Siempre se ha preocupado por mí. Siempre la vemos en su salón dando clases, porque a muchos maestros les apasiona enseñar, les apasiona aprender y ella es una. A pesar de la gente que esté en contra de ella, no ha dejado de luchar por lo que quiere”, continuó.
Hace dos años, una segunda estudiante tenía poco interés, cortaba clase y estaba “sin visión”. No fue hasta que Portalatín Arocho le propuso ser la “princesa de los cuentos de hadas” durante la casa abierta, que nació en ella disciplina y deseo de aprender.
“Después de eso, esa nena dio un cambio. Como que esa posición la elevó y esa nena empezó a responder (en la clase). Veo producción, veo resultados y le doy gracias a Dios por eso, porque digo ‘válgame, Dios me está complaciendo mi misión y me muestra que es verdad, que hay resultados, que ellos cambian”, relató.
Sin pensar en dejar el salón
No está ajena a escuchar la interrogante ¿cuándo te retiras? A esto, responde que su vocación es “hasta que la muerte nos separe”.
“Es que esto es lo que me gusta. No me he retirado, porque la escuela para mí es una motivación tremenda. Si me quedo en casa pasando el tiempo, pues uno se enferma. Por eso es que la mente se enferma y así (en el plantel) comparto con ellos (sus exalumnos)”, recalcó.
Su carrera
Portalatín Arocho nació el 19 de julio de 1943. Fue la tercera de cuatro hermanas, que formaban parte de una familia humilde y cuyos padres eran Emilio Portalatín y Geralda Arocho.
Su hermana mayor, Obdulia, fue maestra de economía doméstica y directora escolar. Falleció el pasado mes de febrero. Mercedita, quien partió en marzo de 2016, era maestra de escuela elemental. La hermana menor, Sonia, fue maestra de inglés y español. Está actualmente retirada.
“Siempre todas estudiamos mediante becas por nuestro origen humilde. Madre -ama de casa y costurera- y padre operador de equipo pesado. Yo nací en Florida y siempre, desde pequeña, amé ser maestra dando clases a mis muñecas”, recordó.
Fue en 1965, cuando oficialmente comenzó a trabajar como maestra del Departamento de Educación. Su primer año como docente fue en la antigua escuela Juan Ponce de León que ubicaba en el casco urbano, hasta que, durante unas fiestas patronales en 1967, se destruyó con un incendio. De ese momento, sin embargo, los recuerdos son escasos.
En ese mismo año, contrajo matrimonio y se mudó a la urbanización El Comandante, en Carolina. En ese tiempo, fue maestra por cuatro años en lo que fue la Escuela Segunda Unidad Rafael María de Labra, en San Juan. Fueron los únicos años que estuvo fuera de Florida, ya que desde el 1972, regresó a su pueblo natal y ha permanecido en la Escuela Superior Juan Ponce de León.
Durante su matrimonio, procreó a Yojan Emil, de 50 años; a Yoel Omar, de 49 años; a Yonatan, de 48 años; a Genibel, de 46 años; y a Yojuan, de 44 años.
El matrimonio caducó cuando Gloria tenía 46 años. Continuó “criando a mis hijos sola y hasta ahora he estado sola. Me casé con la profesión, pero mis hijos todos se hicieron profesionales”.
Fácil no ha sido el trecho. Ha tenido que defenderse de directores y facilitadores “sin visión”, quienes -asegura- buscaban atropellarla. También, sufrió el más grande de los duelos, cuando perdió a su mamá en 2013 y a Mercedita en 2016.
“Éramos cuatro hermanas, todas maestras, todas. Ya murieron dos, recientemente en febrero murió la mayor, en el 2016 fue un año terrible para mí, porque además de sufrir unas operaciones, también perdí mi segunda hermana, perdí a mi mamá en el 2013. Fue muy consecutivo”, recordó al señalar que llegaba sollozando al salón.
“Fueron pérdidas consecutivas, pero Dios levanta a uno y pude superar esa situación y seguir adelante”, afirmó.
Ha sanado gracias a su fe en Dios y su pluma, con la cual crea poemas que se han publicado en revistas y anuarios culturales.
“Tomaré el timón de mis querencias/y me enfrentaré a cualquier tormenta, / de mi casa abriré al sol de mañana, / ventanas y puertas, vistiendo de alegría la tristeza. / No importa lo que pase, embestiré con fuerza… / Lucharé hasta el final, aunque en batalla muera”, lee una de sus poesías publicada en un calendario del 2010 por FloridaCoop.
Durante el transcurso de los años, además, ha sufrido la lentitud de la agencia pública en proveer equipo apropiado para, así, impartir sus clases. Dijo que tuvo que esperar “60 años casi” para finalmente tener una fotocopiadora nueva, armarios y una pantalla.
Eso no la detiene, sin embargo, en crear su currículo de español avanzado, variándolo anualmente e incorporando elementos creativos, como la presentación de obras de títeres y canciones. Se ha acoplado a las tendencias tecnológicas, aprendiendo a través de talleres.
“Yo le pedí a Dios: ‘Señor, tú eres sabio y sabes todo. Tecnología tú sabes y tecnología quiero aprender’. Y me dieron los talleres y aprendí la tecnología y… me gusta. Es parte de una herramienta que puede ayudar”, comentó.
Se asegura también de que los libros que los estudiantes lean los equiparen para su futuro, por lo que elige tomos como “El caballero de la armadura oxidada”, novela de Robert Fisher de 1989, y “El vendedor más grande del mundo”, de Og Mandino escrito en 1968.
“El Departamento (de Educación) tiene que cambiar de visión. Esos libros hacen falta ahora en este proceso para que ellos se miren en el espejo. (Ayuda) a venderte tú como persona y ser una persona con cualidades, cómo la forma de hablar ayuda, cómo la forma de presentarte te ayuda, todo eso. Eso es tremendo, les ayuda muchísimo”, sostuvo.
Gloria ha rechazado puestos de liderazgo dentro del Departamento. Dice que no tiene tiempo para los “papelones” de supervisar a sus colegas. La hace sentir “mal” y la aleja de su misión de servir a los estudiantes.
“Muchos de ellos tienen problemas. Veo mucha necesidad. Mientras más me quedo, más necesidad veo. Está resurgiendo una nueva necesidad, en las emociones, la violencia como está. Si puedo orientarlos, mientras yo viva y puedo lograr que ellos cojan un camino recto, porque están en cuarto año, y que esto les ayude ver que su futuro es importante, (lo haré)… Que hay un camino hacia su realización, que, si se dedican a algo, van a poder tener una familia, integrar un hogar saludable, y por eso me dediqué a enseñar, porque creo que es una necesidad lo que hay. Hace falta maestros que guíen a los estudiantes”, sentenció.