Los túneles subterráneos del Castillo San Cristóbal, en el Viejo San Juan, son parte esencial de lo que fue considerado uno de los sistemas de defensa contra ataques terrestres más sofisticados del siglo 18.

Las conexiones al interior de la estructura militar, que fue terminada en la década de 1780, tenían el propósito de facilitar la comunicación y el transporte de armas, tropas y suministros de manera rápida y efectiva. Pero, al mismo tiempo, servirían para dificultar el acceso de enemigos.

La información es parte de lo que el historiador e intérprete del San Juan National Historic Site, Carlos Almodóvar, le explica a un grupo de turistas que este sábado arribó hasta la Plaza de Armas del fuerte para aprender sobre la historia de la edificación durante un recorrido por tres de unos 10 túneles de la antigua estructura.

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Almodóvar les pide que se imaginen como ingenieros y, al bajar por el primero de los tres túneles, todos pueden notar que la inclinación facilita caminar desde el interior del castillo hacia las murallas defensivas, pero avanzar se convierte en un duro ejercicio físico, si se intenta atravesar a la inversa. 

El espacio está iluminado, pero no es muy complicado imaginárselo sin las luces que se instalaron en tiempos modernos. La oscuridad, así como las curvas en distintos puntos del trecho, se diseñaron con el propósito de bloquear la visibilidad de un invasor. 

“Quien viniera por aquí, no sabía a dónde iba a llegar”, resalta Almodóvar para hacer notar que el espacio también sirve de amplificador de sonidos. “Al llegar a esta curva, sin iluminación, nuestros enemigos iban a chocar contra la pared e, inmediatamente, iban a emitir sonidos que los defensores iban a escuchar e iban a saber que había alguien aquí”, continúa el intérprete, provocando gestos de asombro entre los visitantes.

Sin embargo, los túneles no eran solo armas físicas, eran también sicológicas. Y es que la cubierta irregular de las paredes, en una época en la que los sentidos eran mucho más sensibles que en la actual, pretendía provocar sensaciones de retraída y jugar con los reflejos de los soldados enemigos, argumenta Almodóvar. 

“La combinación de un túnel oscuro, donde no se va a ver absolutamente nada, donde el ruido se va a amplificar, el tocar las paredes, va a jugar con las sensaciones de los enemigos, forzándolos a retirarse”, apunta.

Añade, que, también por sus curvas, iba a obligar al enemigo a utilizar la mano izquierda, y en aquel momento no había zurdos en el ejército.

Otro de los túneles, una contramina, servía para la defensa bajo tierra. Si se daba el caso de que las tropas enemigas se acercaban al castillo, desde abajo, los soldados podían poner minas que estallaran hacia la superficie.

Para continuar, Almodóvar explica que los gobernantes de la Isla en aquel entonces estimaban que atravesar las fortalezas militares les conllevaría a los invasores unos seis meses, desde la costa, hasta el interior del castillo, un tramo que hoy podría recorrerse en un vehículo de motor en 10 minutos. 

Ya en el último túnel, muy cerca de la plaza central del castillo, el historiador pide a los participantes que se imaginen como soldados enemigos. Nuevamente están todos en un espacio estrecho, que obligaría a los soldados invasores a caminar en fila, sin poder esparcirse. Es un lugar donde el menor sonido se amplifica, en el que es muy fácil tropezar con las paredes y en el que no se sabe a ciencia cierta a donde se va a llegar, pero con una muy alta probabilidad de ser ejecutado al final por un ejército que se multiplica en hombres.

“En este punto, luego de seis meses, luego de haber sobrepasado todos los obstáculos que hay en el camino, ¿irían de vuelta (a los barcos que los trajeron)? ¿Se rendirían para ser llevados al calabozo en una época en que los derechos humanos no existían? O ¿avanzarían para ser ejecutados uno por uno?”, pregunta Almodóvar casi al final del recorrido. 

“Los túneles, toda la defensa, estaba diseñada para detener al enemigo. Tarde o temprano lo iban a detener”, recalca con firmeza al terminar de escoltar a los cautivados visitantes. 

Desafío de Abercrombie

La estructura militar española se puso a prueba durante el ataque inglés que ocurrió en 1797 bajo el mando del teniente Ralph Abercrombie. Sin embargo, lo que más destaca de este evento histórico es la defensa del pueblo ya identificado con un orgullo puertorriqueño. 

“¿Por qué fue tan efectiva esa defensa? Porque los defensores que estaban en el área de San Gerónimo, en el área de Miramar, eran mayormente puertorriqueños, nacidos en la Isla, y lucharon allí, deteniendo a los británicos que no pudieron adelantar en dos y tres semanas. Se mantuvieron estancados”, cuenta Almodóvar.

El historiador resalta, además, que los ingleses enviaron tropas para identificar posibles puntos débiles, pero nunca los hallaron.

La resistencia de los soldados junto con las fortalezas casi perfectas erigidas en casi 250 años y que para ese entonces ya habían sido completadas, obligaron la retirada del ejército inglés. 

Este mes, se celebran 218 años de esa victoria boricua.

Español e inglés

El recorrido por los túneles del Castillo San Cristóbal se realiza los sábados, a las 10:30 a.m., con un guía de habla inglesa y en español, los domingos, a la misma hora.