No hay tiempo para lamentos en Villa Esperanza
En la alejada comunidad de Toa Alta habitan 132 familias.
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Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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En la comunidad Villa Esperanza, en el barrio Galateo de Toa Alta, no hay tiempo para lamentos.
Tampoco hay espacio para reclamos y mucho menos para sentarse a esperar a que llegue la ayuda que ha prometido el Gobierno, pero que aún no llega a la mayoría de las comunidades de la Isla que han quedado devastadas.
Allí, en la alejada comunidad, habitan 132 familias que hace siete años rescataron las tierras para construir sus hogares. Todas las residencias, la mayoría en un grado mayor, sufrieron daños severos. Ayer, bajo el inclemente sol, sin agua y sin la posibilidad de refrescarse con una bebida fría, los vecinos levantaban las paredes de sus casas con los pedazos de madera que quedaban en el suelo.
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En esa tarea se encontraba Jonathan Colón y su esposa Melody Padilla. Los acompañaba su pequeña de tres años, Yomeris. La pareja ya había logrado techar lo que era la única habitación, un espacio que no sobrepasa los cinco pies de ancho. “(Han sido unos días) fuertes…bueno, nosotros ya usamos lo que nos quedaba de los cupones, cosa que la nena coma y lo rendimos”, dijo Melody, quien tiene ocho meses de embarazo.
La pareja aún se está quedando en la casa del abuelo de Melody, pero la idea es regresar a la comunidad lo antes posible. “Es lo único que tenemos…estamos viviendo de agregados allá abajo y eso no conviene”, señaló Colón.
Entre lo poco que lograron rescatar, está la cuna de la nena que guardaron en una guagua que tienen detenida frente a la casa. En el cuarto ubicaron una neverita que lograron salvar y el inodoro y lavamanos. “El baño se cayó completo pa’ allá…lo que queremos es tratar de cerrar aquí y tumbar lo otro para quedarnos aquí”, mencionó Colón.
Más arriba Fabián De Jesús, de 30 años, hacía lo propio. Lleva unos días durmiendo en una hamaca que colocó en lo que era la antigua cocina. Tiene temor a que le hurten los materiales con los que está reconstruyendo la casa luego de que se reportaran unos robos en la zona. “No tengo más break…hay que buscar la manera de tener, al menos, un techito por la menor y poco a poco… aquí la familia me ha dado la mano”, señaló.
“Con lo poco que me quedó aquí, empatando, picando pa’ por lo menos completar to’ otra vez”, señaló.
De Jesús recién había comenzado a construir la casa cuando se anunció el posible azote del huracán María. Fue, entonces, cuando decidió -junto a su esposa e hija- permanecer en una vivienda que tienen alquilada en otro sector de Toa Alta. El pago de la renta, sin embargo, ya se les hace cuesta arriba y de ahí la urgencia de reconstruir la vivienda.
“Ya se están metiendo dos o tres personas, se están llevando un par de cositas y yo, para cuidar lo mío, prefiero pasar el dolor de cabeza de quedarme aquí cogiendo un poco de vientito del que sople”, planteó De Jesús.
La escena se repite prácticamente en cada una de las 132 viviendas de Villa Esperanza, al igual que en otras comunidades del pueblo de Toa Alta que fue severamente afectadas por el azote de María, especialmente por las aguas del Río La Plata que invadieron el municipio, dejando daños severos en carreteras y puentes, como fue el caso de La Virgencita.
El puente -cuya construcción terminó en el 1943- conecta a los municipios de Bayamón, Toa Alta, Dorado y Vega Alta. La estructura presenta daños irreversibles a causa de las bravas aguas de La Plata. En un tramo, socavó la tierra.
“Aquí no quedó casi nada de pie, así que todo el mundo ha tratado de arreglarlo por sí mismo. Yo les digo: ‘hagan, aunque sea un cuartito 10 x 10 y a echar pa’ alante, porque qué tú vas a hacer de aquí a que vengan las ayudas, no somos los únicos”, señaló Jorge Olivo, líder comunitario de Villa Esperanza.
La aparente calma o resiliencia que se respiraba en Villa Esperanza contrastaba con la alerta y desesperación que se palpaba en las filas de las gasolineras del área que mantenían algunas áreas de Toa Alta incomunicadas.
El alcalde Clemento Agosto, sostuvo ayer -previo a una reunión con el gobernador Ricardo Rosselló- que la urgencia de la comunidad sigue siendo los suministros de agua y gasolina. Al momento de nuestra entrevista, Agosto confirmó que aún no ha llegado la ayuda para la distribución al pueblo. Tampoco han recibido un teléfono satelital que les fue prometido por las autoridades estatales.
“Nos dijeron hace ya cinco días que nos iban a enviar un camión de la Guardia Nacional que estaban identificando para ayudarnos en la distribución de diésel para los equipos del municipio y eso no ha sucedido. Nos dijeron que iban a estar contactándonos para el suplido de agua potable, que nos iban a enviar un camión y eso no ha sucedido”, señaló al agregar que sí hay un camión cisterna de la AAA, pero hace la repartición de agua sin ningún tipo de coordinación con el Ayuntamiento.
“Estamos devastados, tenemos un problema en la infraestructura y propiedades de nuestros ciudadanos”, puntualizó.