A orillas de la transitada avenida El Conquistador en Fajardo, resalta un humilde carretón de madera que guarda uno de los secretos más sabrosos de la gastronomía del pueblo costero, pues todo el que ha pasa por ahí, se siente tentado a detenerse para degustar los tradicionales buñuelos.

De eso pueden dar fe, figuras como Angelique Burgos, mejor conocida como “La Burbu” y hasta Rocky The Kid, quienes han probado la deliciosa receta secreta que celosamente ha guardado la familia de Sillia Román.

Así lo constata la buñuelera, que heredó el producto popularizado por su padre, Gregorio “Don Goyo” Román González, que comenzó con el negocio a finales de la década de los 40, cuando caminaba de Naguabo a Fajardo con una batea en la cabeza para garantizar el sustento de 11 hijos que procreó con su esposa, Inocencia Ortiz Viera.

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Según doña Sillia, de 65 años, su papá empezó esta historia con la confección de donas de azúcar, pero en aquel entonces, la harina escaseaba y no se podía dar el lujo de botar los residuos que quedaban cuando hacía el orificio de la rosquilla.

“El buñuelo es un dulce que mi papá vendió como por 54 años corridos. Él empezó cerca de 1948, una época difícil, haciendo donas de azúcar. Para no botar la masa que sobraba cuando le hacía el hueco del centro a la dona, todo lo hizo en bolita y de ahí salieron los buñuelos. Había que ahorrar todo, porque en esa época fue que vino el alza en la harina y por eso tuvo ese cambio de producto”, recordó la fajardeña.

Sillia Román heredó el producto popularizado por su padre, Gregorio “Don Goyo” Román González, que comenzó con el negocio a finales de la década de los 40.

“La harina se escaseaba, pero él siguió y mantuvo a la familia con la venta de buñuelos. Así que empezó en Naguabo, pero entonces, él decidió buscar más adelante para que el producto que estaba vendiendo tuviera más venta y caminaba desde Naguabo hasta Fajardo con una batea en la cabeza. Gracias a Dios, nunca nos faltó nada, siempre había alimento para todo el mundo”, afirmó la madre de cuatro hijos.

Sin embargo, la gesta de don Goyo no acabó al fallecer a finales de la década del 90, pues la gente reclamaba a sus hijas, que llamaban las “buñueleras”, para que siguieran con el negocio familiar, ya que el manjar era parte de la cultura gastronómica del pueblo.

Así las cosas, la hija mayor de Gregorio se animó a venderlos, pero quien los preparaba era Sillia, que para ese momento laboraba en una panadería.

“Cuando él falleció, los clientes nos obligaron a que teníamos que seguir con la tradición. Mi hermana estuvo también los primeros años vendiéndolo porque yo tenía un trabajo en una panadería; no era la repostera, pero me gusta hacer dulces… hago bizcochos. Pero ya llevo 21 años con los buñuelos, aunque no tienen el toque especial de él”, agregó con humildad, guardando respeto a la figura de su fenecido progenitor.

La espigada mujer, oriunda del barrio Hatillo, continuó con el legado y, además de preparar los buñuelos, quiso pintar el carretón para mantenerlo en condiciones y hasta usa el mismo uniforme que distinguió a su papá, cuyo recuerdo se mantiene vivo, no tan solo por su hija sino a través de un cabezudo que forma parte de los personajes tradicionales de Fajardo.

“La gente siempre me busca. Antes estábamos en el puente, cerca de las oficinas gubernamentales que era donde se paraba mi papá. Pero después que empezó la pandemia, me quedé aquí en la avenida El Conquistador. Pedí permiso al alcalde para poner una carpa para que el producto no se dañe porque tiene que estar en sombra y, aquí estamos”, resaltó.

De esa manera, la sexagenaria quien pesa unas 73 libras, se levanta cada mañana a realizar la intensa jornada que mantiene de domingo a viernes, ya que los sábados acude a la Iglesia Adventista.

“Los buñuelos se hacen con harina; es una receta especial que yo hago todos los días. Lo hago por la tarde porque yo termino aquí, los frío y antes de acostarme los echo en un caldero con almíbar. Me levanto por la mañana y ya están listos. Aunque la gente dice: ‘Ay, esas bolitas’ pero tiene un proceso”, acotó al destacar que inicia sus ventas a partir de las 9:00 de la mañana “hasta que se acaben, porque hago cierta cantidad para que el producto se venda el mismo día”.

Aunque es una receta secreta, la familia Román apuesta a continuar la tradición ya que doña Sillia se ha encargado de preparar a su sucesora. Se trata de su hija Yarelis Prado Román, de 33 años.

“Estoy con ella de lleno desde el 2019. Pero antes, cuando terminaba la escuela, llegábamos a la casa a ayudarla a freír los buñuelos. Eso fue desde que estaba en octavo grado que fue que comenzaron cuando mi abuelo falleció. Todavía no lo puedo hacer sola, pero estoy envuelta en la confección de los buñuelos”, admitió la penúltima de cuatro hijos.

La joven treintañera no oculta su admiración al trabajo que realiza su madre, además de estar consciente de lo que significa el producto en su pueblo.

“Es bien admirable, no muchas personas han seguido un legado de tantos años con un producto que se hace todo a mano, que es bien cultural y aquí en Fajardo es bien respetado, bien admirado, y en todos lados”, resaltó.

Para detalles puede acceder a: Buñuelos La tradición en Facebook.