Quien no haya sentido vergüenza ajena por lo ocurrido con el manejo del presupuesto del país, no tiene sangre en las venas, porque este ha sido el papelón del año.

El intercambio de ataques entre los presidentes de los cuerpos legislativos, ambos populares, pasará a la historia. Y no es que se pretenda armonía absoluta, las diferencias se pueden y se deben discutir públicamente, pero cuando de por medio esta la estabilidad de todo el país… cuidado.

En el pasado, los partidos políticos han vivido diferencias entre sus líderes, extraño sería que no las hubiera. La competencia es parte de la naturaleza del político, aunque de ordinario los ataques van dirigidos a los miembros del partido opositor.

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Los mejores ejemplos son los cuatrienios de gobierno compartido. Son años de batallas constantes que nos hacen sentir que la campaña política nunca terminó. Hace varias décadas, mientras Carlos Romero Barceló (PNP) era gobernador y Miguel Hernández Agosto (PPD) era presidente del Senado, los ataques eran viscerales y públicos, en televisión y en cuanta tribuna podían.

Fueron los años del caso del Cerro Maravilla, una época muy convulsa. Otro período de gobierno compartido fue cuando Aníbal Acevedo Vilá (PPD) era gobernador y José Aponte (PNP), presidente de la Cámara. Aquello fue puro drama de telenovela diaria.

Aunque es menos común, no es raro que haya diferencias internas entre líderes del mismo partido y que estas salgan a la luz pública. Muchas, muchísimas veces, los periodistas nos enteramos de las riñas mucho antes de que se conozca sobre ellas. Pero en ocasiones, los líderes logran disimular y exhibir públicamente una cordialidad que les permite guardar las apariencias y que, como dice el refrán, “la sangre no llegue al río”.

Lo vimos entre la exalcaldesa de San Juan Carmen Yulín Cruz y el exgobernador Alejandro García Padilla, quien aun teniendo una Asamblea Legislativa de su mismo partido, se le hizo casi imposible impulsar su agenda. Anteriormente, ocurrió entre el fenecido exgobernador Carlos Romero Barceló, mientras ocupaba el cargo de Comisionado Residente, y el exgobernador Pedro Rosselló.

Otras pugnas internas son menos diplomáticas. Recordamos la lucha de “los auténticos”. Presidía el senado Kenneth McClintock, del PNP, junto a otros cuatro legisladores que se opusieron a que Pedro Rosselló -que había perdido las elecciones de 2004- se convirtiera en presidente del Senado después de conseguir que un senador novato renunciara al puesto para cederle su escaño. McClintock y su grupo fueron llamados traidores y expulsados del partido. Luego los recibieron de vuelta, por supuesto.

Y hace muy poco, recordamos el discurso de Thomas Rivera Schatz, quien desde la presidencia del Senado, le dijo sin tapujos al hoy gobernador Pedro Pierluisi: “te conozco, bacalao”, en plena sesión, para colgar su nombramiento como Secretario de Estado. Esto en medio de la crisis que terminó con el gobierno de Ricardo Rosselló.

Con este breve recuento, les recuerdo que lo que pasó la semana pasada, indignante como es, no es poco común. En los partidos, los líderes que se suponen que busquen consensos y guíen a las colectividades, a veces se insultan y llevan al plano personal sus diferencias.

Las luchas políticas se manifiestan de muchas formas y no siempre el diálogo las resuelve. No es raro, pero no lo debemos aceptar. Principalmente, ahora que se ve mas cerca la oportunidad para que la Junta de Supervisión Fiscal, impuesta de forma antidemocrática, salga de la administración del país.

Tenemos un gobierno compartido y por primera vez pluralidad de partidos, el resultado de esto debería ser mejor legislación, más balanceada. Los pesos y contrapesos que impone la Constitución deberían, en este momento, propiciar el mejor producto legislativo y ejecutivo, pero lamentablemente no es así. Por lo visto, en algo no falla la Legislatura, en producirnos decepción.