Me conecto AHORAAA para conversar un tema que me apasiona: la inteligencia emocional.

Hace unas semanas hablaba con una amiga experta en La Casa de los Famosos y ella contestó todas mis curiosidades sobre el programa que, aunque no lo veo, es imposible de evitar ya que las redes y los medios tradicionales están inundados sobre el asunto. Llegó a la conclusión de que para jugar ese juego hace falta inteligencia emocional.

Siempre les he destacado el lado positivo de la inteligencia emocional, que es saber gestionar nuestras propias emociones e identificar las emociones de otros, todo con el fin de ser mejores personas y más empáticas. Pero al igual que hay personas brillantes con un alto coeficiente intelectual (IQ) que lo utilizan para el mal, también existen personas que pueden usar las herramientas que ofrece la inteligencia emocional (EQ) para la manipulación.

Relacionadas

Son personas que tienen la habilidad de ‘controlar’ o disfrazar sus verdaderos sentimientos y emociones; y al tiempo tienen la capacidad de influenciar a otros. A este tipo de manipulación, que hemos visto históricamente en ‘líderes’ que hasta han promulgado suicidios colectivos; en hipnotizantes oradores, tanto en el ámbito secular, como religioso; y hasta en dictadores, la literatura le llama el ‘awestruck effect’, o efecto de asombro.

Dra. Mariam Ludim Rosa Vélez
Dra. Mariam Ludim Rosa Vélez (Facebook)

Según un estudio publicado por el Cambridge Judge Business School y la Otto Beisheim School of Management, se trata de que “los seguidores están bajo la influencia del carisma de los líderes y tienden a suprimir la expresión de las emociones, pero los seguidores expresan emociones cuando los líderes las consideran individualmente. Los seguidores ‘asombrados’ pueden sufrir de inhibición expresiva incluso cuando los líderes carismáticos conmueven sus corazones”.

Tanto en nuestro día a día, como en La Casa de los Famosos, hemos observado este nivel de manipulación y un pseudoliderazgo basado en dominar la observación de emociones y cómo el colectivo responde a ellas.

Desafortunadamente, es el lado siniestro de la inteligencia emocional, porque la persona sabe hacer la lectura emocional de su entorno y usa esa información para sus objetivos egoístas. De hecho, existen investigaciones que correlacionan la inteligencia emocional con la tríada de maquiavelismo, y psicopatía y narcisismo. Un individuo con alto nivel de inteligencia emocional y que, además, tiene alguno de estos tres estilos de personalidad negativos que coinciden en bajos niveles de empatía, sed por atención, la inclinación hacia el poder, el engaño y la manipulación, podría incurrir en conductas nocivas. ¿Les suena familiar?

Así que por una parte en el mencionado programa vemos estas conductas antes discutidas, pero también está la falta de inteligencia emocional con buenas intenciones.

Por otro lado, está más que presente lo contrario a la inteligencia emocional: el secuestro emocional o el secuestro amigdalar. Cuando nuestras emociones no pasan por el filtro de nuestro lóbulo prefrontal y van directamente a la amígdala cerebral, perdemos la gestión proactiva de nuestras emociones. En esa explosión se pueden decir palabras hirientes de las que después la persona se retracta, pueden surgir gritos, altercaciones, golpes, en algunos casos hasta muertes porque la mente está totalmente nublada.

Me encanta el término que usa Daniel Golman en uno de sus libros, al describirlo como incontinencia emocional. En otras palabras, no puedes controlar lo que sale de ti y actúas en modo emocional todo el tiempo. Por lo tanto, la parte racional o el equilibrio que promulga la buena inteligencia emocional no está presente. ¿Les suena familiar en este programa?

¿Y por qué tiene tanto éxito y audiencia este tipo de programa? ¡Las emociones venden! Ha pasado en todos los tiempos de los medios masivos. Sus ejecutivos y sus expertos en mercadeo lo saben. Claro está, en este tiempo hay la particularidad de que las emociones son agrandadas por la participación colectiva en las redes sociales, en la que supuestamente y absolutamente todos son expertos y custodios de la verdad. ¡Eso da un efecto multiplicador a las emociones y las magnifica! Y las personas se solidarizan con los protagonistas porque se conectan con sus emociones.

Un estudio publicado en Psychology Today y reseñado en el portal La mente es maravillosa indica “que los espectadores llegan a compenetrarse tanto con este tipo de programas, que terminan creando lazos con ellos que se asemejan mucho a una adicción. Tal y como ocurre con la droga, los realities provocan unas fuertes descargas de endorfinas y, por lo mismo, generan una dependencia que puede catalogarse como química”. En este caso, incluyen a la audiencia como parte de la trama al tener el poder de salvar o eliminar a un concursante, con esto tienen más conexión y también sentido de poder.

Otra razón es que conectarse y opinar sobre algo que está en tendencia, también traerá seguidores a los que comentan. Por eso vemos personalidades, periodistas, influencers y cuentas con potencial de crecimiento, comentado sobre el particular. ¡Se nutren de las emociones y con las emociones se monetiza!

Pueden ser muchas las razones, pero todas conectan con las emociones. Y cuando veo todo esto en las redes sociales y en los medios de comunicación lo comparo con el experimento de la cárcel de Stanford que se estudia en clases sobre el comportamiento humano.

El doctor Philip Zimbargo, quien ahora tiene 91 años, en la década del 70 condujo un controversial experimento con el fin de conocer hasta qué punto una persona puede cambiar su comportamiento en una situación extrema. Para ello construyó un escenario en el que 24 voluntarios divididos en guardias y reclusos estaban en una prisión fingida en el sótano de la Universidad de Stanford. Y aunque era solo un juego de roles que tendría una duración de dos semanas, el asunto no resultó como lo había previsto. La situación se descontroló en seis días y hubo que detener el experimento. ¿Qué pasó? Los que hacían el rol de guardia se transformaron en sádicos, humillaban a los que hacían el rol de presos, negándoles comida y acceso al baño. Abusaron de poder y hasta se reportó violencia física. Esto hizo que los ‘reos’ se afectaran emocionalmente y tuvieran altos niveles de estrés visibles. ¿Les suena familiar?

En el caso de Stanford se pautó un anuncio para reclutar a los voluntarios a quienes les pagaron $15 dólares diarios.

En el escenario de La Casa de los Famosos, según reportan algunos medios, los talentos podrían ganar hasta $50 mil por participar, esto sin contar el aumento de seguidores y monetización en sus redes sociales; y obvio el premio $200 mil para la persona ganadora. Sin embargo, contrario a Stanford, tengo la teoría de que la producción busca puntualmente un perfil psicológico de personas que puedan provocar las emociones que ellos quieren vender para impulsar a sus audiencias.

En fin, la inteligencia emocional, una cualidad que en su esencia busca promover la comprensión y gestión de las emociones para mejorar nuestras relaciones y bienestar, puede ser tanto una herramienta para el bien como para el mal.

Programas como La Casa de los Famosos, entre otros, nos ofrecen un escenario donde estas dinámicas emocionales se desarrollan de manera intensa, revelando tanto la capacidad humana para la manipulación como la vulnerabilidad ante las emociones descontroladas.

Estos programas reflejan múltiples aspectos de nuestra sociedad y de la condición humana, desde la manipulación hasta la adicción emocional. Al mismo tiempo, nos invitan a ser conscientes de nuestras propias emociones y a cultivar la empatía y el equilibrio emocional en nuestras interacciones diarias.

Y como en todo podemos encontrar aprendizaje, es un desafío a examinar críticamente el papel de las emociones en nuestras vidas y en nuestra sociedad, recordándonos la importancia de cultivar una inteligencia emocional genuina y responsable para construir relaciones más saludables y un mundo más compasivo.

¡Me desconecto AHORAAAAA!