Lo conocí durante mis funciones como reportero en las Olimpiadas de Atlanta en el 1996.

Era un joven alegre, vivaracho, vacilador y muy inteligente. Daniel Santos Peña era, además, un gran atleta y boxeador. Por ese carácter se ganó nuestro cariño y respeto.

Representó la Isla en varios eventos internacionales. Ganó dos medallas de bronce en Campeonatos Mundiales Juveniles, oro en el Campeonato Panamericano de Boxeo celebrado en Salinas; bronce en los Juegos de la Buena Voluntad en San Petersburgo, Rusia; plata en el peso medio mediano en los Juegos Panamericanos de 1995 en Mar del Plata Argentina y en 1996 bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta, Georgia, convirtiéndose en el sexto medallista olímpico de la Isla.

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Dejó un récord como aficionado 117 victorias y 3 derrotas.

Debutó en el boxeo rentado en el 1996 y se hizo campeón mundial welter en el año 2000. Santos defendió el título en tres ocasiones.

En el 2002 se proclamó campeón súper welter y defendió el título cuatro veces.

Pese a su talento, Santos tuvo que vivir a la sombra de Félix “Tito” Trinidad. Confrontó problemas contractuales y se vio afectado por prolongados períodos de inactividad.

Entonces lo perdimos del radar y volvimos a saber de él cuando comenzó a enfrentar problemas legales.

Hoy su “récord” presenta arrestos por -presuntamente- haber causado daños a unos vehículos en un concesionario de autos; acusaciones por violencia e intimidación contra agentes del orden público y Ley de Armas; además de Ley 54 por, supuestamente, haber agredido a una expareja.

Ya no era el mismo Daniel Santos. En entrevistas lo veíamos ir desde la incoherencia a la normalidad. Santos enfrenta problemas de salud mental y es una víctima más de la incomprensión, el discrimen y la marginación social.

Cuando es tratado, recupera la alegría y su carácter humilde. Pero cuando se descompensa se vuelve agresivo, incoherente y descontrolado.

Así ocurre con miles de hombres, mujeres y hasta niños que no reciben el diagnóstico y tratamiento correcto para su condición de salud mental.

En situaciones de grandes retos como huracanes, terremotos y pandemias los sectores más vulnerables como los niños, ancianos, personas con limitaciones físicas y necesidades especiales son los más afectados. Ni los mencionan en momentos de crisis y mucho menos al hablar de acción y soluciones.

Son muchos los ejemplos de grandes figuras del deporte que quedan en el olvido aún luego de haber dado todo su esfuerzo y sacrificio al país.

No podemos autodenominarnos como una sociedad progresista y vanguardista si tenemos total incapacidad para proteger, tratar y cuidar a los más vulnerables.

Lo digo por experiencia propia. Siempre fue duro y cuesta arriba encontrar recursos y tratamientos para mi madre y su condición de bipolaridad. Los tratamientos médicos son inaccesibles y altamente costosos. Nuestro sistema de salud decide en una suma y resta desde un escritorio si se aprueba o no un tratamiento. Y la mayoría de las veces es un no.

Sabemos que Daniel tendrá que responder ante la sociedad por sus acciones, pero no lo señalemos sin conocer su situación de salud.

Daniel le dio mucho a este país y con empatía y sensibilidad podemos ayudar a su tratamiento y rehabilitación. Es una forma de reciprocar toda la gloria que le dio a Puerto Rico.

Prendamos una velita en el espíritu y tomemos acción inmediata construyendo una sociedad justa y de avanzada.

La salud mental en este país hoy tiene el rostro de Daniel. Pero son miles los “Santos” que viven día a día en el anonimato, sin velas ni devoción.