La Sociedad Americana del Cáncer (ACS, en inglés) menciona, en su página web, que el cáncer de próstata es, aparte del cáncer en la piel, la primera causa de muerte en los residentes de Estados Unidos. Afecta, mayormente, a hombres mayores de 65 años, de raza blanca y afrodescendientes (incluyendo a los afroamericanos, los afrocaribeños y los propios africanos que emigran a ese país).

Por otra parte, la ACS señala que, en 2021, más de 21 mil mujeres serán diagnosticadas con cáncer ovárico, el séptimo de mayor prevalencia en esa nación (el cáncer de mama sigue liderando esa lista). En este año, más de trece mil mujeres morirán solo en Estados Unidos a causa de un tumor en sus ovarios. Sin embargo, el peligro de morir por este diagnóstico se ha reducido grandemente.

Mientras un cáncer aumenta su mortalidad, el otro mantiene un perfil muy bajo. ¿Qué pudiera causar las diferencias? Dos expertos boricuas, interesados en desarrollar estrategias de prevención temprana para reducir la mortalidad de estos tipos de cáncer, resumieron el contenido de sus investigaciones sobre ambos temas, que han realizado con el apoyo de la Ponce Health Sciences University (PHSU), ubicada en la Ciudad Señorial.

Sobre el cáncer de próstata

El doctor Jaime L. Matta es, además de investigador, catedrático de Ciencias Básicas para varias divisiones dentro de la PHSU. Junto con el doctor Gilberto Ruiz Deyá, especialista en urología y profesor de esta institución postsecundaria, realizan una investigación sobre el cáncer de próstata.

Para comprender la importancia del estudio, Ruiz Deyá mencionó que el interés sobre el tema surgió por la observación de pacientes diagnosticados con cáncer de próstata que desarrollaban tumores invasivos de crecimiento acelerado.

“Nosotros usamos las guías de Estados Unidos como criterios de cernimiento para este cáncer que están basadas en estudios que no consideran a los afrocaribeños como parte de su investigación, y eso incluía a Puerto Rico —los hispanos que participaban eran, en su mayoría, mexicanos, con genética muy distinta a nosotros”, explicó.

Un estudio poblacional del 2017, liderado por el doctor Félix Chinea, radiólogo oncólogo y profesor de la Universidad de Miami, había determinado que, en los criterios de evaluación para pacientes diagnosticados con cáncer de próstata, no se consideraban las diferencias étnicas de los latinos.

“Acá empezamos a observar las peculiaridades genéticas que presentan los pacientes con tumores más agresivos, considerando que en ellos predominan sus raíces africanas”, continuó Ruiz Deyá. Nuestra teoría es que no se trata de genética, sino de epigenética”, recalcó el galeno. De acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer (NCI, en inglés), adscrito a los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, en inglés), la epigenética se refiere a los cambios que activan o inactivan los genes sin cambiar la secuencia del ADN, a causa de la edad y la exposición a factores ambientales (alimentación, ejercicio, medicamentos y sustancias químicas), los cuales modifican el riesgo de enfermedades y, a veces, pasan de padres a hijos.

Matta y Ruiz Deyá seleccionaron a Las Piedras, Maunabo y Patillas para un proceso de educación comunitaria y cernimiento, a través de vehículos preparados para exámenes médicos, y capturar a pacientes con posibles marcadores genéticos que revelen la probabilidad de desarrollar un cáncer de próstata más agresivo”, explicó Matta. “Eso sería como una alarma que nos ayudaría a iniciar un proceso de intervención más rápido, reducir el riesgo y evitar la muerte”, admitió.

Tanto Matta como Ruiz Deyá y el equipo de investigación de este estudio pretenden llegar hasta las comunidades y ofrecer acceso directo a educación y cernimiento clínico, para reducir el impacto de este tipo de cáncer. De igual manera, la inclusión de personas de experiencia transgénero que se identifican como mujeres trans está contemplada en un estudio futuro.

Sobre el cáncer de ovario

Por otra parte, el doctor Guillermo Armaiz Peña ha trabajado el tema del cáncer de ovario como parte de sus investigaciones. Según su biografía, es catedrático en la División de Farmacología de PSHU y realiza investigaciones en el Ponce Research Institute, adscrito a esta universidad.

El programa de investigación desarrollado por Armaiz Peña se enfoca en estudiar cómo los trastornos del comportamiento afectan la progresión del cáncer, con especial atención al cáncer de ovario.

“En Puerto Rico, se diagnostican anualmente entre 150 y 200 casos de cáncer ovárico. De esos diagnósticos, anualmente mueren entre 100 y 125 mujeres”, explicó Armaiz Peña. “El cáncer de ovario es el octavo tipo de cáncer más común en la mujer puertorriqueña, según documentan las estadísticas del Registro de Cáncer de Puerto Rico (RCPR) en el 2012″, dijo, y agregó que, “según nuestra investigación, en los datos revisados del RCPR hasta el 2016, había subido a la séptima posición”.

En un estudio publicado en 2018 por Armaiz Peña y un grupo de investigadores, se indagó sobre la prevalencia del cáncer ovárico y sus subtipos en poblaciones puertorriqueñas. Este estudio abarcó una revisión de muestras de patología para garantizar la inclusión de la diversidad de nuestra herencia genética. “El propósito ulterior era caracterizar, a nivel clínico y patológico, cómo se manifiesta el cáncer en las mujeres boricuas”, aclaró.

“Cuando hablamos a nivel general sobre las estadísticas de incidencia, vimos que lo que se encontró en nuestra investigación se alineaba con los datos de Estados Unidos: el factor edad (mujeres mayores de 60 años, aunque se dan casos muy raros en mujeres menores de 40), la obesidad, haber estado embarazada después de los 35 años o estar bajo terapia hormonal (de estrógeno) después de la menopausia y, lo más importante, historia familiar previa de cáncer de ovario, seno o colon”, explicó. “Se identificaron marcas biogenéticas que confirman la posibilidad de desarrollar este tipo de cáncer”.

Aunque los factores de riesgo son los mismos, no se sabe con claridad si hay diferencias a nivel genético, por la falta de estudios en la población puertorriqueña, según reclamó el doctor. “Hay un estudio, en el que participó el doctor Matta (publicado en 2018) que identificó mutaciones para ‘caracterizar’ esos marcadores e identificar el nivel de probabilidad de ‘heredar’ un cáncer de ovario”, insistió Armaiz Peña. “Estos factores genéticos pudieran modificarse”, opinó, muy consciente del impacto que tales modificaciones causarían en la posible reducción de incidencias.

Uno de los grandes retos que, a juicio del doctor Armaiz Peña, limitan un diagnóstico acertado de cáncer ovárico es la confusión que crean los síntomas de otros procesos que, en las mujeres, se presentan como parte de su evolución cronológica.

“Muchos de los síntomas asociados son compartidos con otras enfermedades”, admitió. “Por ejemplo, una sensación de llenura, hinchazón y dolor abdominal, presión en el área pélvica, entre otros, se pueden confundir con otras condiciones”. En este caso, explicó el doctor, es importante que el médico haga un examen pélvico y pruebas diagnósticas (CT Scan de abdomen y pelvis, así como exámenes de sangre específicos para la detección de antígenos). En casos extremos, hay que someter a la paciente a un proceso quirúrgico para confirmar un diagnóstico.

Como recomendación final, insistió en que, ante cualquier duda o síntoma, la paciente recurra al consejo de su médico primario o su especialista.