A través del tiempo, las mujeres nos hemos ido insertando en roles que no eran los típicos o esperados por la sociedad. Hemos roto barreras entrando en el mundo laboral, político, de reformas sociales, la economía y manteniendo un rol protagónico, sobre todo, dentro del entorno familiar. Diferentes factores han provocado estos cambios. Las guerras, las pandemias, los cambios políticos, la economía y, por consecuencia, las necesidades en los núcleos familiares.

Las mujeres cada vez se educan más, tienen puestos ejecutivos, lideran equipos de trabajo y nos convertimos en empresarias. Como resultado, nuestro rol en la sociedad como en el entorno familiar, requiere una serie de herramientas y destrezas diferentes a las que tenían las mujeres hace 50 años. Tenemos que manejar más responsabilidad, balancear el trabajo con la familia y el tiempo para nosotras. En el entorno laboral, ampliar nuestros horizontes para asumir posiciones que requieren tomar decisiones, liderar equipos, crear valor y posicionarnos para ser tomadas en cuenta para crecer profesionalmente.

Este cambio en las estructuras organizacionales abre más espacio para que las mujeres tengamos otras oportunidades de desarrollo. Pero, de la misma manera, lo que tradicionalmente equivalía a competir para las posiciones con otros hombres, ahora también competimos con otras mujeres. Sin embargo, el enfoque no debe ser el de competir ni con hombres ni con las mujeres. El enfoque debe ser colaborar y maximizar el potencial de todos. Por algo el dicho dice “en la unión está la fuerza”. Se ha corroborado que juntos podemos lograr más, pues aprovechamos mejor lo que cada cual puede aportar. En este tiempo de reto por la pandemia, más importante aún es la colaboración.

Necesitamos unirnos para desarrollar estrategias, crear, impulsar y apoyar para manejar esta nueva realidad y juntas crear la plataforma necesaria para salir hacia adelante y vencer presentes y futuros retos.

La autora es vicepresidenta ejecutiva de la Asociación de Industriales de Puerto Rico.